
LA “PRIMAVERA ÁRABE”, TRES AÑOS DESPUÉS, SOLO HA DEJADO RASTRO DE MUERTE, EXPOLIO, CRÍMENES DE GUERRA Y FILÓSOFOS FRUSTRADOS
El 20 de octubre de 2011, el líder del estado norteafricano de Libia fue brutalmente asesinado en la ciudad de Sirte.
El Coronel Muammar Gaddafi había permanecido al frente de una lucha
para defender a su país del terrorismo y, posteriormente, de una guerra
invasora, coordinada y financiada por los Estados Unidos, algunos
gobiernos europeos y la OTAN.
Desde el derrocamiento del sistema Jamahiriya, las condiciones
sociales que prevalecen en el país son todo, menos dignas y estables. La
guerra continúa.
Varias facciones, la mayoría de las cuales fueron utilizadas como
tropas terrestres en la guerra aérea del Pentágono y la OTAN, entre el
19 de marzo y el 31 de octubre de 2011, permanecieron atrapadas en un
conflicto letal por el control del petróleo.
Hoy, tres años después de la masacre y el genocidio cometido, esas
facciones permanecen en conflicto por el poder político, respaldado por
las milicias armadas en las dos mayores ciudades del país: Trípoli, la
capital, y Benghasi, en el este, donde se inició la contrarrevolución
contra Gadaffi.
Hoy, las zonas del sur del país se han armado contra el régimen
instalado por Estados Unidos y la UE. Son regiones que simpatizaban con
la Jamahiriya.
Dos naciones de la región, que participaron en la guerra
imperialista contra Libia (Egipto y los Emiratos Árabes Unidos), han
llevado a cabo ataques aéreos contra presuntos bastiones “islamistas”,
en varios lugares del este y el oeste.
También el ex renegado general Khalifa Hefter, apoyado desde 2010
por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), se ha unido a la lucha por
el poder utilizando armas sofisticadas y raids aéreos.
Durante los primeros meses de 2014, la producción de petróleo en
Libia se redujo considerablemente. Los conflictos entre las diversas
organizaciones sindicales, además de los enfrentamientos entre las
milicias, dió como resultado la disminución de barriles por día, hasta
rozar el cero.
Los disturbios han estallado de nuevo en los alrededores de Trípoli,
entre los grupos políticos que reclaman la autoridad en Libia, para
controlar los ingresos por la venta de petróleo.
Tanto las facciones que dominan la capital, etiquetadas a menudo
como “islamistas” y afectas al “gobierno en el exilio”, algunas de ellas
asentadas en la ciudad oriental de Tobruk, reclaman que tienen derecho a
los ingresos generados por el comercio del crudo.
Con la caída de los precios en el mercado mundial durante este mes
de octubre, el control del petróleo en Libia fue noticia en el Wall Street Journal.
Los esfuerzos de los cinco países occidentales, designados por las
Naciones Unidas para llegar a un acuerdo político en este lodazal libio,
han fallado y, en consecuencia, las principales potencias imperialistas
están preocupadas por el suministro del oro negro.
OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA
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