Cuba acaba de anunciar el envío de 165
trabajadores de la salud a Sierra Leona, uno de los países africanos
donde el Ébola está golpeando con contundencia. Responde de esta
solidaria manera —es el país que más efectivos envía— al llamado de la
Organización Mundial de la Salud —OMS—. Cuba, a su vez, convoca a los
gobiernos y ministros de todos los países a sumarse a la lucha contra el
citado flagelo. Y tiene, sin duda, autoridad moral para hacerlo.
No es la primera vez que Cuba
revolucionaria echa una altruista mano a la población más necesitada del
mundo. En 55 años de revolución han pasado 76.744 trabajadores de la
salud cubanos por 39 países del continente africano. Actualmente
colaboran 4.048 en 32 de los citados países, de los cuales 2.269 son
médicos.
A nivel mundial y a día de hoy, Cuba
colabora en 66 países con 50.731 cooperantes —el 64.6% son mujeres—,
entre los que se encuentran 25.412 médicos. En todos estos años, la
solidaridad cubana ha sumado la nada desdeñable cantidad de 595.482
misiones en 158 países, llevadas a cabo gracias a la participación de
325.710 trabajadores de la salud y la solidaridad de todo un pueblo.
La política exterior de la Revolución
Cubana está, siempre ha estado impregnada del pensamiento
internacionalista y solidario. “Patria es humanidad”, dijo José Martí, y
la humanidad no sólo reside en Cuba, sino que habita regada por todo el
mundo. Estoy absolutamente convencido de que cuando en 1955 Fidel dijo
que “la patria no es la celda del esclavo, sino el solar del hombre
libre”, estaba pensando en las mujeres y hombres de Cuba, pero también
en las mujeres y hombres de América y del resto del mundo.
El internacionalismo tiene su lógica
cabida en la Constitución cubana. El artículo 12 comienza diciendo: “La
República hace suyos los principios antiimperialistas e
internacionalistas”. Y en el párrafo ch) se establece que “propugna la
unidad de la República de Cuba, de todos los países del Tercer Mundo,
frente a la política imperialista y neocolonialista que persigue la
limitación o subordinación de la soberanía de nuestros pueblos y agrava
las condiciones económicas de explotación y opresión de las naciones
subdesarrolladas”.
El artículo 12 y el párrafo ch) no es
papel mojado dentro del texto constitucional revolucionario, sino parte
teórica de una práctica consecuente. Fidel hace rato que definió a la
práctica internacionalista y solidaria como “la flor más hermosa de la
Revolución Cubana”, y recordó que “ser internacionalista es saldar
nuestra propia deuda con la humanidad, porque [...] muy importante es
nuestro pueblo [...]; pero más importante es aún el pueblo de 230
millones de nuestros hermanos latinoamericanos [hoy cerca de 600.000],
importante es el porvenir de este continente y más importante aún es el
mundo”.
Este es el concepto de patria que se tiene en Cuba, esta es la esencia del “Patria es humanidad” de José Martí.
Debido a limitaciones económicas, en la
Isla todavía se padece de muchas carencias materiales. Sin embargo nunca
suspendieron la ayuda internacionalista —ni siquiera durante los años
más crudos del Período Especial— a la espera de cubrir primero sus
necesidades para luego retomarla, ya que buena parte de sus recursos
económicos y humanos los siguen compartiendo con la población más
necesitada que habita sobre la faz de la Tierra.
El patriotismo cubano alcanza su
expresión más universal, solidaria y humanista, y se esgrime como
negación de la negación, como oposición al imperio y sus obedientes
lacayos; no es chovinista y rancio como el de los países capitalistas.
El cubano —lo han demostrado con creces— es altamente generoso con los
más desfavorecidos del planeta; el de aquellos es netamente egoísta.
Cuba se acerca al resto del mundo para ayudar desinteresadamente en todo
lo que pueden; aquellos se acercan interesadamente para saquear todo lo
que pueden… Cuba, en definitiva, practica el internacionalismo
solidario; aquellos, sin duda, el más inhumano intervencionismo.
La experiencia cubana es el claro
ejemplo de cómo con poco se puede hacer muchísimo. Su altruista
comportamiento debería sonrojar a los gobernantes primermundistas,
muchos de ellos continuadores de la política colonialista de sus
predecesores, lo que les convierte también en altos responsables de la
miseria que en el mundo hoy en día se padece. Pero ¿acaso saben ellos
qué es la vergüenza? Es evidente que no.
Los sostenedores del capitalismo en su
fase superior no cesan de recurrir a la mentira, además de a la fuerza; y
lo hacen con el perverso objetivo de aumentar sus enormes privilegios a
costa de condenar a la más absoluta miseria a más del 80% de la
población mundial.
Dicen, pero no hacen. Prometen, pero no
cumplen. Cuba socialista, sin embargo, llevando a la práctica la máxima
martiana de “hacer es la mejor manera de decir”, siempre se volcó en la
ayuda a otros países hermanos con decenas de miles de trabajadores de la
salud, de la enseñanza, de la construcción…, con técnicos de las más
diversas ramas. E incluso, en un tiempo determinado, con su sangre
regada en los campos de batalla.
Millones de seres humanos de todo el
mundo han sido beneficiados por el afecto cubano a lo largo de más de
medio siglo. No expondré más ejemplos que lo certifica. Y no lo hago
porque, si bien es cierto que “toda la gloria del mundo cabe en un grano
de maíz”, toda la experiencia cubana en cuestiones solidarias no cabe
en unas pocas cuartillas.
La historia de Cuba está repleta de
ejemplares “jardineros”; entre otros muchos, ahí están Félix Varela,
José de la Luz y Caballero, Carlos Manuel de Céspedes, José Martí, Julio
Antonio Mella, Rubén Martínez Villena…
Pero las semillas sembradas por ellos
nunca llegaron a germinar hasta el primero de enero de 1959. A partir de
aquella histórica fecha, en Cuba por fin enraizaron y crecieron
vigorosas la plena soberanía, la justicia, la igualdad de
oportunidades…, la libertad. Y entre tan admirable vergel, siempre
erguido y orgulloso, el internacionalismo solidario: “La flor más
hermosa de la Revolución Cubana”.
Paco Azanza Telletxiki – Blog http://baragua.wordpress.com.
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