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martes, 15 de julio de 2014

ULTIMÁTUM DE LA UNIÓN EUROPEA A RUSIA, ¿ UN NUEVO RAMBOUILLET?



¿Está repitiéndose la historia? Para Willy Wimmer, quien fue presidente de la Asamblea Parlamentaria de la OSCE durante la guerra de la OTAN contra Serbia, el ultimátum de la Unión Europea a Rusia es muy similar a lo sucedido antes y durante la conferencia de Rambouillet sobre Kosovo: los occidentales siempre fingen buscar la paz cuando en realidad quieren la guerra. Pero Rusia no es Serbia y el riesgo de guerra mundial es muy real.
| Berlín (Alemania)  
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El 6 de junio, la canciller Angela Merkel parecía favorable a la paz. Pero, después del anuncio del plan de Porochenko, la canciller alemana adoptó una actitud muy dura y votó un ultimátum a Rusia.
Un reciente sondeo realizado por una fundación del norte de Alemania ha demostrado claramente la fragilidad del respaldo de la población alemana a la orientación marcial del gobierno federal y del presidente, de la Unión Europea y de la OTAN hacia Rusia. Peter Gauweiler, jefe adjunto de la CSU (Unión Social Cristiana) y diputado del Bundestag de Munich, resaltó ese hecho en su importante discurso, pronunciado ante los graduados de la Universidad de la Bundeswehr (la Fuerza de Defensa Federal de Alemania). La decisión de la Unión Europea, presentada por los presidentes salientes, Barroso y van Rompuy, acentuará esa tendencia, por varias razones de gran importancia. ¿Está viviendo Europa un momento apropiado para lanzar ultimátums como el que se planteó a Serbia en 1914?

La Unión Europea está exigiendo a Rusia que emprenda, en un plazo de 72 horas, una negociación sobre el «plan de paz» del presidente ucraniano [1]. ¿Y si no lo Hace? ¿Se recurrirá al uso de la fuerza a las 5 horas y 45 minutos de la mañana?

Uno tiene la impresión de que la Comisión Europea y el Consejo Europeo de Bruselas, representados los dos señores anteriormente mencionados, se han vuelto locos y quieren a toda costa empujar el continente a la desgracia.

No hace falta haber estado en Ypres ni haber visitado sus inmensos cementerios militares para darse cuenta de cuan fatales que pueden resultar ese tipo de lenguaje y esa actitud.

Hace precisamente 15 años nuevamente se emprendió ese camino «con éxito» tratando de obligar la República Federal de Yugoslavia, mediante supuestas «negociaciones» en Rambouillet y en contradicción con los supuestos «Acuerdos de Viena», a someterse a conversaciones internacionales para obedecer el dictado de la OTAN, que exigía paso a través de Yugoslavia. Para que Belgrado entendiera bien, la OTAN había presentado proyectos que correspondían punto por punto a los planes de Adolf Hitler para Yugoslavia en tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Rambouillet no era más –como hoy sabemos perfectamente– que el pretexto para la guerra que se inició pocas semanas después con el bombardeo desatado contra Belgrado. Durante la guerra contra Yugoslavia, la OTAN utilizó además groseramente los muertos de Racak, que la OSCE –representada en Pristina por William Walker– quería atribuir de todas maneras a Serbia.

¿Son las sanciones económicas previstas el paso intermedio antes del inicio de la violencia? ¿No le basta a Estados Unidos con todo lo que ya ha provocado en Irak, en Siria y en todo el Medio Oriente? ¿No está satisfecho con haber incendiado ya toda esa región? ¿Tiene que estimular también una guerra contra Rusia?

Desde la guerra olímpica de Georgia contra Rusia, nadie logra pensar en otra cosa que en la posibilidad de que alguien esté preparando una agresión militar a la sombra de una competencia deportiva internacional. ¿Está haciendo Europa exactamente lo contrario de lo que preconiza el espíritu olímpico, según el cual la paz y las ideas de paz deben presidir eventos deportivos como el que se desarrolla en Brasil?

¿Por qué lanzar un ultimátum a Rusia? ¿Por qué amenazar con sanciones económicas? ¿Por qué la canciller alemana no recurre al Bundestag? ¿Por qué se pone, por el contrario, del lado de las sanciones? ¿Por qué no explica a las señoras y señores del parlamento alemán –es allí donde tiene que hacerlo–, y al público alemán a través de ellos, dónde ve ella las razones que justificarían tal comportamiento hacia un vecino europeo [Rusia] que nos concedió hace 25 años la posibilidad de unificar el Estado de nuestra nación?

¿Qué está sucediendo en la cabeza de la canciller que juró obrar por el bienestar del pueblo alemán? ¿No fue acaso su versatilidad lo que impidió, con un pretexto que no engañó a nadie, la firma de un acuerdo de cooperación con Ucrania hace sólo 2 años? ¿Únicamente por causa de la dama de la trenza rubia en forma de corona, a quien la mayoría de los alemanes no quieren otorgar la menor influencia sobre los intereses alemanes? Ahora resulta que la señora canciller prefiere adoptar la vía administrativa de Bruselas, para no tener que decirle la verdad al pueblo alemán y poder negarnos toda explicación.

Ya estamos acostumbrados a oír al secretario general de la OTAN vociferar y estimular constantemente el odio contra Rusia. Basta ver sus discursos para comprobarlo. Cuando alguna manera de actuar de Rusia en la frontera ruso-ucraniana plantea y va a plantear interrogantes, ¿por qué la OTAN, la Unión Europea, la canciller alemana y el ministro de Relaciones Exteriores no consultan a la OSCE, concebida precisamente para eso [2]? Habrá que felicitar a los británicos por haber anunciado públicamente el nuevo camino que van a tomar como puesto avanzado de Europa.
Bruselas anuncia sanciones económicas y aumenta así el peligro de guerra en Europa. Mientras tanto, Cameron hace firmar acuerdos por un monto de varios miles de millones de dólares entre BP y Rosneft, el mayor consorcio energético ruso. Por supuesto, eso no impedirá que Londres y los poderosos de Washington sigan empujando Europa y la Unión Europea hacia el desastre.

Porque el ultimátum de la Unión Europea a Rusia no es otra cosa.

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