Las
masacres que enlutaron Odesa el 2 de mayo de 2014, tanto en las calles
como en la Casa de los Sindicatos de esa ciudad, muestran la voluntad
del régimen golpista de Kiev de imponer la ley del terror anti-ruso.
Lejos de reaccionar condenando esos hechos, los países miembros de la
Unión Europea y de la OTAN se encierran en un silencio cómplice. Estos
hechos hacen imposible la continuación del experimento ucraniano y
marcan el inevitable fin de un Estado artificial.
Red Voltaire
| Moscú (Rusia)
- 2 de mayo de 2014 en la República de Donetsk. La población de Kramatorsk trata de cerrar el paso a un vehículo blindado de la Guardia Nacional, creada por el régimen golpista de Kiev.
Los trágicos acontecimientos de Odesa, donde
militantes nazis quemaron a más de 50 personas, resuenan ya en las
conciencias como un nuevo Khatyn. Las dos masacres se parecen tanto que
la imagen de Khatyn volvió a todas las mentes de inmediato. La población
no ha olvidado cómo los mártires de Khatyn fueron quemados vivos por el
118º batallón de la policía nazi, cuyos miembros provenían
fundamentalmente de los batallones Roland y Nachtigall, inicialmente
creados en 1939 con la colaboración de Stepan Bandera [1] para servir en las filas del ejército nazi y puestos en 1941 bajo las órdenes de la Abwehr [2].
La masacre de Odesa puso fin a una etapa. Una nueva realidad se impone ahora a los ciudadanos ucranianos que sólo aspiran a defender su derecho a hablar su lengua materna, a preservar su modo de vida y los valores en los creen y que, para lograr eso, no tienen otra opción que levantarse contra el régimen neonazi que se ha apoderado de Kiev, la capital de su país.
Contrariamente a lo sucedido en la región de Donbass, donde se formó una milicia armada, Odesa siguió siendo, hasta el 2 de mayo, una ciudad tranquila y las manifestaciones que allí se registraron eran totalmente pacíficas. A pesar de ello fue precisamente en esa ciudad donde se cruzó el Rubicón. Allí se violó el principio que prohíbe que hombres armados asesinen pacíficos ciudadanos. No es por casualidad que, horas después de la masacre de Odesa, la Guardia Nacional abrió fuego sobre los habitantes de Kramatorsk que trataban de cerrar el paso a sus vehículos blindados interponiéndose físicamente en su camino. Muchos de ellos ignoraban sin dudas lo sucedido a sus conciudadanos de Odesa, quemados vivos en presencia de fuerzas de policía indiferentes a su suerte, mientras los neonazis vociferaban consignas como «¡Fríanse, sucios rusos!» y «¡Muerte a los diablos rusos!». Quienes lograban salir del edificio en llamas eran exterminados a garrotazos y hachazos mientras resonaba el himno nacional ucraniano, manchado para siempre por la huella infamante de la masacre de Odesa, convertida en una nueva Khatyn.
Informaciones recientes demuestran que los dirigentes del régimen de Kiev planificaron y organizaron las provocaciones que sirvieron de pretexto a las operaciones represivas desatadas el 2 de mayo contra la población de Odesa, para intimidar a los opositores. El objetivo era ahogar y liquidar un foco de agitación que podía extenderse y desembocar en la organización pública de una resistencia frontal al régimen de los sucesores de Stepan Bandera, como ya estaba sucediendo en Donetsk, Lugansk y Slaviansk.
Es para eso que los hombres de la fuerza de intervención especial de la región este (Vostok) y las tropas de asalto patrocinadas por el multimillonario ucraniano Igor Kolomoisky fueron enviados a Odesa disfrazados como civiles. La llamada «14ª compañía de las fuerzas de autodefensa de Maidan», proveniente de Kiev y ya implicada en los motines que allí se produjeron el 29 de abril, también participó en la operación de Odesa.
- Abril de 2014. Vista de las tiendas de campaña instaladas por los militantes antifascistas de Odesa en el barrio de Kulikovo después del golpe de Estado perpetrado en Kiev en febrero pasado.
- Extraña mezcolanza de emblemas contradictorios (la cinta de San Jorge y la bandera ucraniana) sobre el chaleco blindado de uno de los participantes en la matanza perpetrada en las calles de Odesa. Obsérvese además el brazalete rojo que porta este individuo.
En varias fotos, muy fáciles de encontrar, puede comprobarse que los agresores contaron como mínimo con la neutralidad de las fuerzas de policía. Otras imágenes demuestran que el despliegue, las agresiones y los desmanes de los agresores estuvieron coordinados por individuos que portaban uniformes de la policía. Uno de los coordinadores identificados no es otro que el jefe
delegado de los servicios del ministerio del Interior en Odesa, el coronel Dimitri Fucheji.
- El responsable de las fuerzas de policía delegado por el ministerio del Interior (visible en el círculo rojo y en la foto insertada en la esquina derecha) supervisa las acciones y el despliegue de individuos armados que extrañamente portan la cinta de San Jorge.
- Odesa, 2 de mayo de 2014. Individuos con brazaletes rojos escuchan las instrucciones que les imparte un personaje en uniforme de la policía ucraniana.
- Encapuchados armados (ver arma en el círculo rojo) se mueven tranquilamente entre los agentes de la policía local. Obsérvese que estos individuos también llevan brazaletes rojos.
- Individuos armados disparan contra la multitud de aficionados al futbol.
- Un individuo armado (en el círculo rojo) apunta y dispara contra los aficionados al futbol sin que los agentes de la policía de Odesa traten de impedirlo o se interesen por él.
En ese preciso instante se sumaron los matones de Pravy Sektor a los grupos de aficionados al futbol, luego de dejar la Casa de los Sindicatos a los manifestantes antifascistas que en su mayoría se habían refugiado en aquel lugar. La horda que así se constituyó se abalanzó entonces dentro del edificio matando a todo el que encontraban a su paso e incendió la construcción lanzando gran número de cocteles molotov.
Al final de la jornada se contabilizaron 116 víctimas como resultado de los enfrentamientos callejeros y del incendio. Más de 200 personas resultaron heridas y mutiladas, 20 quedaron gravemente heridas y están en estado crítico. Al menos 8 personas murieron al saltar por las ventanas de los últimos pisos tratando de escapar a las llamas.
Los últimos informes recogidos revelan que se hizo uso de gases tóxicos contra las personas que ya se habían refugiado dentro del edificio. La Red Voltaire publicó un estremecedor reportaje fotográfico sobre las atrocidades perpetradas dentro de la Casa de los Sindicatos [3]. Víctimas que habían sobrevivido y que lograron salir del incendio fueron masacradas en la plaza. Sus cuerpos fueron fotografiados después junto a una serie de cadáveres calcinados con letreros que proclamaban «¡Esto es Ucrania!».
Ya puede verse claramente que el régimen no ha logrado lo que quería. Los ciudadanos de Odesa han renunciado a las manifestaciones pacíficas y ahora optan por la guerrilla y el contraataque al estilo de los partisanos. Los habitantes de los territorios ocupados no tienen ya otra opción para oponerse a los fascistas que hoy profanan su tierra, como ya sucedió durante la Segunda Guerra Mundial.
En vez de ahogar las brasas de la guerra civil que ya podían verse en Ucrania, el régimen de Kiev ha arrojado pacíficos ciudadanos a las llamas. Pero ha incendiado así el país entero.
Los que militaban por la preservación de la identidad ucraniana en el marco de un Estado federal fueron quemados vivos. Se ha violado así un fatídico límite. Nada justifica en lo adelante que se prorrogue la existencia del Estado ucraniano en sus actuales fronteras.
Por supuesto, a Occidente le interesa que se instaure un Estado neonazi ucraniano. La cuestión es saber cuál será su perímetro. Y no es una cuestión que afecte únicamente a Rusia. Es muy probable que los rumanos, los húngaros y los polacos no vean tampoco con entusiasmo la proximidad de un vecino tan poco recomendable.
Por lo pronto, ya pueden sacarse varias conclusiones de la tragedia de Odesa.
El día mismo del drama de Odesa tuvimos la oportunidad de comprobar la diferencia entre el comportamiento de los rusos y el de los individuos que dicen ser ucranianos.
Pobladores de origen ruso de Lugansk derribaron un helicóptero del régimen. Los soldados del régimen que respondieron al pedido de auxilio del piloto herido se preocuparon por recuperar su armamento, pero abandonaron el herido a su suerte. Fueron los pobladores rusófonos de las fuerzas de milicia local quienes lo recogieron y lo llevaron al hospital más cercano, donde le salvaron la vida las mismas personas que él estaba dispuesto a ametrallar.
Fuente: Oriental Review
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