“De nuestra concepción ideológica se
desprenden como consecuencia medidas de organización. ¡Nada de
oganizaciones especiales de mujeres comunistas! La comunista es tan
militante del partido como lo es el comunista, con las mismas
obligaciones y derechos. En esto no puede haber ninguna divergencia. Sin
embargo, no debemos cerrar los ojos ante los hechos. El partido debe
contar con organismos –grupos de trabajo, comisiones, comités, secciones o como se decida denominarlos – cuya
tarea especial consista en despertar a las amplias masas femeninas,
vincularlas con el partido y mantenerlas bajo la influencia de éste.
Para ello, naturalmente , es necesario que desarrollemos plenamente una
labor sistemática entre esas masas femeninas. Debemos educar a las
mujeres que hayamos conseguido sacar de la pasividad, debemos
reclutarlas y formarlas para la lucha proletaria de clase bajo la
dirección del Partido Comunista. No sólo me refiero a las proletarias
que trabajan en la fábrica o se afanan en el hogar sino también a las
campesinas, a las mujeres de las distintas capas de la pequeño
burguesía. Ellas también son víctimas del capitalismo y desde la guerra
lo son más que nunca. Psicológia apolítica, no social, atrasada, de
estas masas femeninas; estrechez del campo de su actividad , todo su
modo de vida: tales son los hechos. No prestar atención a esto sería
inconcebible, completamente inconcebible. Necesitamos nuestros propios
organismos para trabajar entre ellas, necesitamos de métodos especiales
de agitación y formas especiales de organización. No se trata de una
defensa burguesa de los “derechos de la mujer”, sino de los intereses
prácticos de la revolución.”
Le dije a Lenin que sus razonamientos
constituían para mí un apoyo valioso. Muchos buenos camaradas se
oponían resueltamente a que el partido crease organismos especiales para
una labor metódica entre las ampias masas femeninas. Llamaban a esto
retorno a las tradiciones socialdemócratas, a la célebre “emancipación
de la mujer”. trataban de demostrar que los partidos comunistas, al
reconocer por principio y plenamente la igualdad de derechos de la
mujer, deben desarrollar su labor entre las masas trabajadoras sin
diferencias de ninguna especie. La manera de trabajar entre las mujeres
debe ser la misma que entre los hombres. Todo intento de tener en cuenta
en la agitación o en la organización las circunstancias consideradas
por Lenin es considerada por los defensores de la opinión opuesta como
oportunismo, como traición y renuncia a los principios.
“Esto ni es nuevo ni sirve en modo alguno como prueba –replicó Lenin-. No
se deje usted desorientar. ¿Por qué en ninguna parte, ni siquiera en la
Rusia soviética, militan en el partido tantas mujeres como hombres?
¿Por qué el número de obreras organizadas en los sindicatos es tan
reducido? Estos hechos obligan a reflexionar. La negación de la
necesidad de organismos especiales para nuestro trabajo entre las
amplias masas femeninas es una de las manifestaciones de una posición
muy de principios y muy radical de nuestros “queridos amigos” del
Partido Obrero Comunista. Según ellos debe existir una única forma de
organización : la unión obrera. Ya los sé. Muchas cabezas de mentalidad
revolucionaria, pero embrolladoras, se remiten a los principios cuando
no ven la realidad, ees decir, cuando la inteligencia se niega a
apreciar los hechos concretos a los que debe prestar atención. ¿Cómo
hacen frente estos sostenedores de la “pureza de principios” a las
necesidades que nos impone el desarrollo histórico en nuestra política
revolucionaria? Todos estos razonamientos se vienen abajo ante una
necesidad inexorable: sin millones de mujeres no podemos realizar la
dictadura proletaria, sin ellas no podemos llevar a cabo la construcción
comunista. Debemos encontrar el camino que nos conduzca hasta ellas,
debemos estudiar mucho, probar muchos métodos para encontrarlo. Por eso
es totalmente justo que presentemos reivindicaciones a favor de la
mujer…
Las mujeres deben saber que la dictadura proletaria significa para ellas la plena igualdad de derechos con el hombre tanto ante la ley como en la práctica, en la familia, en el Estado y en la sociedad, así como también el derrocamiento del poder de la burguesía.”
“¡La Rusia soviética está demostrando esto -exclamé- y nos servirá de gran ejemplo!”
Lenin prosiguió:
“La Rusia soviética plantea nuestras
reivindicaciones para la mujer bajo un aspecto nuevo. Bajo la dictadura
del proletariado esas reivindicaciones ya no son objeto de la lucha
entre el proletariado y la burguesía, sino que son ladrillos para la
edificación de la sociedad comunista. Esto muestra a las mujeres que
están más allá de nuestras fronteras, la importancia decisiva de la
conquista del poder por el proletariado.
La diferencia entre su situación aquí y allá debe ser establecida con precisión, para que ustedes puedan contar con las masas femeninas en la lucha de clase revolucionaria del proletariado. Saber movilizarlas con una clara comprensión de los principios y sobre una firme base organizativa, es cuestión de la que dependen la vida y la victoria del Partido Comunista…”
A mi pregunta sobre las condiciones existentes en la Rusia soviética, Lenin contestó:
“El gobierno de la dictadura del
proletariado, en alianza, naturalmente, con el Partido Comunista y los
sindicatos hace todos los esfuerzos necesarios para superar las
concepciones atrasadas de los hombres y las mujeres y acabar así con la
base de la vieja psicología no comunista. Es innecesario decir que se ha
efectuado la plena igualdad del hombre y la mujer en la legislación. En
todas las esferas se observa un deseo sincero de llevar a la práctica
esta igualdad. Estamos incorporando a las mujeres al trabajo a la
economía soviética, en los organismos administrativos, en los
legislativos y en la labor de gobierno. Les estamos abriendo las puertas
de todos los cursos y centros docentes, para elevar su preparación
profesional y social. Estamos creando diversos establecimientos
públicos: cocinas y comedores, lavaderos y talleres de reparación,
casas-cuna, jardines de infantes, orfanatos y todo tipo de
establecimientos educativos. En una palabra, estamos aplicando
verdaderamente la reivindicación de nuestro programa de transimitir las
funciones económicas y educativas de la vida doméstica individual a la
sociedad. De este modo la mujer es liberada de la vieja esclavitud
doméstica y de toda dependencia del marido. Se le brinda la plena
posibilidad de actuar en la sociedad en acuerdo con las aptitudes e
inclinaciones. En cuanto a los niños,se les ofrecen las condiciones más
favorables para su desarrollo que las que pudieran tener en la casa. En
nuestro país existe la legislación más vanzada del mundo en lo que atañe
a la protección del trabajo femenino. Delegados de los oreros
organizados la llevan a la práctica. Estamos organizando casas de
maternidad, casas para la madre y el niño, consultorios para las madres,
organizamos cursillos para aprender a cuidar a los niños de pecho y de
corta edad, exposiciones sobre la protección de la maternidad y de la
infancia, etc. Hacemos los mayores esfuerzos para satisfacer las
necesidades de las mujeres cuya situación material no está asegurada y
de las trabajadoras afectadas por el paro forzoso.”
“Sabemos muy bien que todo esto es
todavía poco en comparación con las necesidades de las masas femeninas
trabajadoras, que esto es aún completamente insuficiente pata su
efectiva emancipación. Pero esto representa un paso gigantesco hacia
delante con respecto a lo que existía en la Rusia zarista, capitalista.
Esto es inclusive, mucho en comparación con lo que se hace allí donde el
capitalismo ejerce su dominio absoluto. Este es un buen comienzo. El
rumbo es acertado y lo seguiremos de manera consecuente, con toda
nuestra energía. Ustedes, en el extranjero, pueden estar seguros de
ello. Cada día de existencia del estado soviético nos hace ver con más
claridad que no avanzaremos sin el concurso de millones de mujeres.
Figúrese lo que esto significa en un país donde el el 80% de la
población, por lo menos, son campesinos.
La pequeña hacienda campesina
significa la economía doméstica individual y el sometimiento de la mujer
a ella. En este sentido, la situación será para ustedes mucho mejor,
las cosas es serán más fáciles que a nosotros, a condición de que las
masas proletarias de sus países tomen conciencia de su madurez histórica
objetiva para la conquista del poder, para la revolución. No
desesperemos. Nuestras fuerzas crecen junto con las dificultades. La
necesidad práctica hará que encontremos nuevos caminos en lo que se
refiere a la liberación de las masas femeninas. Unida al estado
soviético, la solidaridad fraternal llevará a cabo grandes empresas.
Naturalmente, nos referimos a la solidaridad fraternal en el sentido
comunista, y no en el sentido burgués en la que lo predican los
reformistas, cuyo entusiasmo revolucionario se ha evaporado como vinagre
barato.
Junto con la solidaridad fraternal debe manifestarse la
iniciativa personal que se transforma en actividad colectiva y se funde
con ella. Bajo la dictadura del proletariado, la liberación de la mujer
mediante la realización del comunismo tendrá lugar también en el campo.
En este sentido, cifro todas mis esperanzas en la electrificación de
nuestras industria y de nuestra agricultura. ¡Ésta es una obra
grandiosa! Las dificultades que ofrece son grandes, gigantescas. Para
superarlas es necesario desplegar y educar a las poderosas fuerzas de
las masas. Millones de mujeres deben participar en esto….”
Extraído de la obra de Clara Zetkin “Recuerdos sobre Lenin”
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