22 de marzo de 2014
Padre de dos familias, y atormentado por una úlcera, Lulú impone un frenético ritmo productivo en la fábrica trabajando en turnos de destajo, lo que le hace ser odiado por sus compañeros al forzarles a igualar su ritmo. Como hemos dicho, un mal día Lulú pierde un dedo en un accidente laboral. Sus compañeros de fábrica aprovechan la fatalidad para iniciar un movimiento de protesta que estaba latente en todos los trabajadores. Pero en el fondo Lulú se encuentra dividido entre el movimiento sindical y las tentaciones y condicionamientos presentes en la sociedad de consumo, lo que provocará en él una profunda confusión ideológica que le hará replantearse su propia existencia.
La película “La clase obrera va al Paraíso” es un claro reflejo de la crisis en la que se encontraba sumida Europa en los años 60, el malestar y revueltas que se vivían y el descontento particular de la clase trabajadora. Sin embargo, el bombardeo propagandistico de la clase capitalista hace que la clase trabajadora este dividida, desorganizada; es muy reveladora la paradoja con el personaje principal, un obrero apreciado por su patrón (pues es el ejemplo a seguir y establece el tiempo en que debían realizarse las producciones, los destajos) pero odiado por sus compañeros. Lulú es producto de su tiempo y a diferencia de muchos de sus compañeros, aún no ha tomado conciencia de la alienación en que se encuentra, aunque a lo largo de toda la película se cuestiona su actitud y si realmente hace lo que debe o simplemente está desperdiciando su vida para el enriquecimiento de otros. A lo largo de toda la historia, las contradicciones entre el obrero esclavizado y su necesidad de emancipación son continuas, aunque no siempre realmente conscientizadas.
Lulú es el retrato del obrero en proceso de desideologización producto del neoliberalismo, en proceso de transformación en un esclavo del consumo. Pero la lucha contra la explotación y la natural ansia de emancipación propia de todo explotado hace que nunca sea tarde para despertar.
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