De aprobarse la reforma de la ley del
aborto planteada por el Gobierno de Mariano Rajoy, los derechos de las
mujeres no solo retrocederían a 1985, año en que el Ejecutivo socialista
de Felipe González reguló el aborto, sino hasta 1937. Ese año, se
despenalizó la interrupción voluntaria del embarazo por primera vez en
España. Catalunya publicó el 9 de enero la norma más avanzada de Europa
en esta materia, permitiendo el aborto libre hasta las doce semanas.
Desde el gobierno republicano de Francisco Largo Caballero, la ministra
de sanidad Federica Montseny también ideó un proyecto de ley para
regular la interrupción voluntaria del embarazo, pero su iniciativa
quedó en suspenso debido a la oposición de la mayoría de miembros del
Ejecutivo. Aun así, Montseny buscó la forma
de
aplicar el decreto catalán en las zonas republicanas [en plena Guerra
Civil, muchas ciudades ya se encontraban bajo el dominio de los
militares sublevados].
“Tuve que recurrir al subterfugio de
extender al resto de la España republicana los beneficios del decreto
sobre el derecho a la interrupción artificial del embarazo adoptado por
la Generalidad de Cataluña. Debía buscarse una solución al drama de
miles de mujeres que, cargadas de hijos, recurrían a medios extra
medicales o caseros para suprimir embarazos no deseados (…). Había que
evitar la hecatombe de mujeres que eran víctimas de maniobras abortivas
que las mutilaban para siempre y que, en muchas ocasiones, les costaban
la vida”, plasmó Montseny en sus memorias ‘Mis primeros cuarenta años’,
(1987). “Todo escrúpulo religioso o de otra índole pesaba poco en la
vida de las mujeres que debían afrontar tal estado
de cosas”, puntualizó.
“No deberán nacer hijos condenados de antemano a una vida de infierno”
La ilegalidad del aborto sumía a las
mujeres en prácticas clandestinas con consecuencias fatales. Durante
muchos años, estas interrupciones del embarazo fueron una de las
principales causas de muerte entre
las
mujeres españolas. “Su práctica estaba unida a una serie de estampas
sombrías, curanderismo, mercantilismo, drama”, apuntó la revista Mundo
Gráfico en un reportaje publicado tras la entrada en vigor del decreto
catalán. “Había madres que morían por la torpeza de maniobras abortivas
realizadas sin garantía y sin escrúpulo”, denunciaba la revista -una de
las más populares y progresistas del primer tercio del siglo veinte-.
Precisamente, este semanario se hizo eco de la normativa catalana sobre
el aborto con un enfoque cargado de optimismo.
El reportaje, firmado por José M. Garat,
está ilustrado con fotografías de niños y niñas sonrientes, y facilita
además la ficha del departamento de sanidad de la Generalitat de
Catalunya que las mujeres debían cumplimentar para solicitar la
interrupción de su embarazo. “No deberán nacer hijos condenados de
antemano a una vida de infierno”, señalaba el periodista en referencia a
los casos de grave discapacidad.
Las páginas de Mundo Gráfico publicaron
también el caso de la primera mujer que abortó en aplicación de la
normativa catalana. Se trataba de una joven de 25 años, con enfermedades
genéticas, y que se encontraba en Barcelona huyendo sola de la
contienda con sus dos hijos con discapacidad.
Hasta ese momento, sólo tres países
europeos habían incorporado a su legislación el derecho a la
interrupción voluntaria del embarazo: Suiza en 1916, la antigua
Checoslovaquia en 1925 y Rusia en 1926. Tres años más tarde, se sumó
Japón a esta
lista.
Aborto libre hasta las doce semanas
El decreto catalán -firmado por los
consellers Josep Tarradellas, de ERC, Pere Herrera, de la CNT, y Rafael
Vidiella, de UGT,- permitía el aborto libre hasta el tercer mes, medida
que no contemplaban los países que ya regulaban la interrupción del
embarazo.
El texto establecía como causas
justificadas para la práctica del aborto razones terapéuticas
—enfermedad física o mental de la madre que contraindicase el parto—,
genéticas —graves enfermedades hereditarias e incesto— y éticas —deseo
consciente de limitar voluntariamente la natalidad—. En este último
caso, la interrupción del embarazo se realizaría a petición de la
interesada, sin que la familia pudiera presentar reclamación alguna.
Transcurridos los primeros tres meses de
embarazo, sólo se justificaba el aborto por razones terapéuticas. El
artículo 6 establecía la creación de organismos autorizados oficialmente
que debían, además, elaborar un plan de organización en los primeros 15
días tras la publicación del decreto. El personal
encargado
de realizar estas prácticas sería el que integrara las unidades de
obstetricia y ginecología, “sin derecho a ninguna remuneración por estos
servicios”, aclaraba el texto de la norma. En cada centro, se nombraba
la figura de un delegado responsable con la misión de “fiscalizar,
controlar e inspeccionar” el correcto funcionamiento del servicio.
Los medios conservadores calificaban el aborto como un delito ‘de lesa humanidad’
Para garantizar el control de cada
práctica abortiva, se requería una ficha médica, psicológica, genética y
social de cada mujer que solicitase la interrupción del embarazo.
También se sometía a la paciente a un reconocimiento previo que
investigara “su capacidad vital y de resistencia a la intervención”.
Con el objetivo de evitar las prácticas privadas que provocaban un elevado número
de
muertes, el decreto emplazaba a responder “criminalmente ante el
tribunal competente” a quienes realizasen abortos fuera de los centros
públicos habilitados para ello. “Y perderán, si son titulares de una
profesión sanitaria, el derecho a ejercerla”, añadía.
Una de las consecuencias previstas con
las nuevas medidas era la disminución de los casos de aborto ya que, en
paralelo a los centros donde se interrumpía el embarazo, debían existir
otros “destinados a la difusión popular de los medios anti
concepcionales”, avanzó Mundo Gráfico. “Se aspira a dotar a la mujer de
una sólida cultura que le permita evitar el aborto y recurrir a él en
último recurso”, aclaraba la revista, e insistía en el número
de vidas de mujeres que se salvarían con la desaparición de las prácticas clandestinas.
Los medios de Franco, en contra
La aprobación de esta
medida
suscitó la publicación de mensajes en contra de la misma, provenientes
de los medios de comunicación franquistas. Fue el caso del diario ABC,
que en una información publicada el 17 de diciembre de 1936 justificaba
la ley del aborto con el “ansia devoradora del comunismo judío para
exterminar España”. “Ya no se satisface con la muerte y la matanza de
los que han nacido, sino que quiere exterminarlos antes de nacer”,
revela la hemeroteca.
“El aborto, legalmente, es un asesinato,
un crimen de lesa humanidad, ya que condena a un ser que iba a nacer a
que no nazca, (…) la mujer que voluntariamente aborta pierde el más
justo título que puede alcanzar en el cumplimiento de su divino papel,
el de ser madre”, opinaban entonces los partidarios de Franco.
Medidas sociales truncadas por la sublevación militar
En España, la Guerra Civil instó a la
publicación de los planes sociales que el gobierno republicano tenía
pendiente de aprobación. Federica Montseny, en el cargo de ministra de
Sanidad y Asistencia Pública de noviembre de 1936 a mayo de 1937, logró iniciar
el
primer programa de ayudas a desfavorecidos y medidas como los lugares
para la infancia y comedores para embarazadas, pero con un corto
recorrido, al igual que la despenalización del aborto. La victoria
franquista conllevó la eliminación de todos los avances sociales que se
habían adoptado durante la Segunda República.
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