Bielorrusia: un oasis
inspirador y esperanzador
Galina Kuskova
Traducido del ruso por
Josafat S. Comín
Extractos del extenso
encuentro que mantiene anualmente el presidente bielorruso con periodistas de
medios regionales rusos.
Cómo
poner orden en el país
“¿Cómo han conseguido, no solo aquí en Minsk, sino en otras
ciudades, crear un ambiente tan confortable de seguridad? Por las tardes la
gente sale a pasear sin miedo de ningún tipo a verse afectado por algún despropósito
de delincuentes. A este paso va a haber que disolver a la policía…”
- Cuando
me convertí en presidente, dijo Lukashenko, la Unión Soviética acababa de
derrumbarse. Fue una desgracia terrible. Nosotros somos un país de paso.
Nuestra principal autopista va de Brest a Moscú y en la otra dirección hasta
Berlín… Vienen y me reportan: han vuelto a parar otro coche, han matado al
conductor y han robado el vehículo. Entonces no había tantos “mercedes” como
ahora. Entonces era una rareza y los bandidos enseguida ponían el ojo en esos
coches y en sus propietarios. Si veían algún “mercedes” o “Audi” le daban el
alto, haciéndose pasar por policías o lo que fuera. Si te resistías te podían
matar o dejarte mutilado. El automóvil y todo lo que hubiese en él se lo
llevaban. Me vi obligado a adoptar una solución radical: Reunimos varios
grupos, seleccionamos coches de marca y organizamos varias trampas desde Brest
hasta la frontera. A todos los bandidos que oponían resistencia los fusilábamos
en el acto. Aniquilamos a tres bandas de esas. Ya no hubo una cuarta. Y hasta
la fecha reina la calma
Pusimos, continúa Lukashenko,
un orden férreo. Sin concesiones para nadie. Pero para eso uno mismo debe estar
limpio. Si luchas contra la corrupción, realizas operaciones delicadas, y no
quiera dios, la gente sospecha de ti…Porque si uno, por muy Jefe de Estado que
sea, recibe un millón a modo de soborno, no es algo que puedas esconder. Mañana
te habrás ganado la fama de que eres tan ladrón como los demás. Y entonces
nunca podrás poner orden en el país. Así es como actuamos nosotros. Todos son
iguales ante la ley: la gente cercana, que se te refrota haciéndote la pelota, y la
gente desconocida y todos los demás: La relación es la misma con todos.
Me
siento soviético
Corresponsal:
Alexánder Grigórevich, mucho se habla
incluso se lo echan en cara, el que usted quiera preservar el espíritu
de la Unión Soviética en Bielorrusia. Ya se ha hablado aquí de la economía
planificada, y el gran sector estatal. Pero la cosa no queda solo ahí. Una de
esas veces que nos hemos separado del recorrido preparado para la prensa y nos
hemos dado una vuelta en el transporte público. Hemos visto que no hay revisor,
pero se han mantenido las maquinitas para picar los billetes, que ya teníamos
olvidadas…
Lukashenko:
¿Acaso se necesita que haya revisor? En tiempos soviéticos había revisores.
Corresponsal:
Pero dejar todo a la confianza. Es algo que cautiva…Díganos, sinceramente ¿echa
usted de menos la URSS?
Lukashenko:
Ya no es solo que la eche de menos, es que soy una persona soviética. Yo crecí
en ese país. Aunque también me tocó aguantar lo mío, de ese sistema. Incluso
estuvieron a punto de expulsarme del partido en su momento. Ya sabe usted lo
que representaba eso en aquel tiempo, y más siendo que trabajaba de director. Era
una mancha para toda la vida. Tuve varias sanciones de esas que quedan
reflejadas en tu expediente. Aunque la verdad es que luego resultó que en el
Comité de distrito no las tomaron en cuenta.
Corresponsal: Seguramente
sabrían que llegaría a ser presidente.
Lukashenko: Seguramente
(se ríe). Lo acepto con normalidad. Hubo de todo. Ahora en general no es mejor.
Hay cosas que son más fáciles; se puede “ladrar” desde los soportales, se puede
insultar al presidente y no te va a pasar nada. Antes eso era imposible. Aunque
hay cosas mucho peores…Soy el único diputado que votó en nuestro parlamento
contra la disolución de la Unión Soviética. Ciertamente lo sufrí muy intensamente
y lo sigo sufriendo. A veces me reúno con M.S. Gorbachov. Le echo la bronca
cada vez que habla de más, sin venir a cuento. Queda feo cuando
comienza a exculparse. Y yo le digo:” Pero para qué lo haces, la gente ya te
dio en su momento su valoración y por mucho que salgas ahora a hablar, a
justificarte, la opinión pública no va a cambiar por eso”. Aunque en lo
personal, he de decir que de no haber sido por Gorbachov, nunca hubiera
llegado a presidente. Si se hubiera
mantenido la Unión Soviética, en general no existiría la figura de presidente
en el país. Claro que eso no es comparable al derrumbe de la Unión Soviética.
Alguien dijo que yo ya soy
un “presidente antiguo”. Es correcto. Llevo 20 años trabajando en el cargo:
Estoy permanentemente comparando cómo era antes y cómo es ahora. Y en todas las
comparaciones salimos perdiendo. La respuesta es siempre la misma: “se echa
mucho en falta la Unión Soviética”. Si hubiesen dirigido el país con un mínimo
de normalidad… Yo como dirigente, perdonen la inmodestia, de alto rango,
comprendo dónde está la causa del derrumbe de la Unión Soviética. Y lo más
importante es que en parte sigue siendo un mal que está presente en la Rusia
actual: no se sabe valorar a la gente. Si la gente lo está pasando mal, no
tiene pan, ni detergente, por el que todos, los que tenemos ya una edad, hemos
hecho cola, mientras ves como otros entran por la parte de atrás y se llevan lo
que quieren…Había injusticias y deformaciones. Como en la economía, donde a la
par que se creaba todo lo bueno y gigantesco, se olvidaban de las necesidades
de la gente.
¿Acaso hubiera supuesto algo para la Unión Soviética, construir
dos fábricas con la última tecnología para la producción de detergente? Aunque
fuese que hubiesen dejado que vinieran a invertir de occidente y a construirlas….y
a lavar, problema resuelto.
Recuerdo esa explosión de
indignación… ¿Acaso tan necesario fue entonces que en el CC del partido se subieran
los sueldos en un momento en que a la gente le faltaba de todo? Se podían haber
aguantado. Pero no, se doblaron los sueldos. Fue muy irreflexivo, no respetaron
a la gente: Y a la gente hay que saber valorarla. Es el modo de que la gente
tenga más paciencia con el gobierno. Podrán refunfuñar, estar descontentos con
algo, pero en el fondo la gente normal sabe que si no es hoy, mañana el
problema se solucionará.
Esa es la causa principal.
Por supuesto mucho se podría hablar de todas
las presiones que había, de cómo
nos empujaban para lograr que nos desuniéramos. Acaso alguien puede ver como
normal que se reuniesen los tres (los presidentes de Rusia, Bielorrusia y
Ucrania. N de la T), en el bosque de Belovezh…violando la Constitución. Yo
entonces propuse: “Oigan, no hace falta luchar contra ellos. Allí todos son de
buen beber. Llevémosles comida, que coman, que beban: Rodeémosles con alambradas”.
Solo con que hubiese llegado la orden de Moscú, el KGB de Bielorrusia hubiera
puesto en práctica esa operación. Dos horas y hubiesen estado todos tras la
cerca. Les hubiéramos dejado beber, que se metiesen en le sauna…
La próxima vez que vengan, les llevaremos a
Viskuli, les enseñaremos la residencia donde ocurrió todo. Párense a pensar; se
reunieron medio a escondidas y derrumbaron todo. Y nadie tuvo la fuerza de
voluntad suficiente para detener aquello. Y ahora, vaya donde vaya, me toca oír
lo mismo: “No hay Unión Soviética, no hay alternativa, el mundo es ahora unipolar”.
Solo hay que ver lo que hemos tenido que llegar a oír: los norteamericanos, son
una nación exclusiva…Todo esto desprende un tufillo a la mitad del siglo
pasado. Nosotros sabemos muy bien donde conduce esa “exclusividad”. 50 millones
de personas cayeron víctimas de esa exclusividad.
Si existiera la Unión
Soviética, no estaría en llamas ahora Oriente Próximo, no habría guerra en
Libia ni Siria. Ni se estuvieran celebrando negociaciones. Estarían allí
nuestros portaviones, y a nadie se le pasaría por la cabeza que se puede
comenzar una guerra. Mientras que ahora dicen: no hay alternativa. Por eso como
habría de no lamentar, como no sufrir, comparando lo que teníamos entonces y lo
que tenemos ahora.
No todo era malo. Y cada
vez veo más gente joven que dice: “pues en aquel país teníamos esto o lo otro”…
Por eso sí, hay mucha nostalgia, igual que la tendrán muchos de los que hay
entre los sentados en esta mesa, los que vivieron en la Unión Soviética, los
que saben qué era la Unión Soviética: pasará algo más de tiempo y seguramente
terminaremos de valorar todos esos procesos.
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