A pesar de los años de dictadura y de otros tanto de olvido intencionado por las instituciones democráticas, la oposición a la propia dictadura franquista partió desde el mismo día en que las tropas rebeldes tomaron los resortes del poder. En algunos lugares desde el mismo 1936 y en otros a partir de 1939. El exterminio que el franquismo ejerció contra sus oponentes no fue óbice para que estos no se rebelaran contra la imposición del fascismo. Anarquistas, comunistas, socialistas y republicanos se lanzaron a la oposición al franquismo desde distintos frentes: guerrillas, presión internacional, huelgas, etc. Aun así el franquismo consiguió parte de sus objetivos y debilitó a la oposición antifranquista, llegando en algunos casos y lugares a exterminarla por completo. Un régimen de terror que aun hoy no está denunciado a nivel internacional como crimen contra la humanidad.
Pero a partir de la década 1960, junto a esa oposición del movimiento obrero y político clásico al franquismo, van surgiendo nuevos grupos impulsados por gente del interior del estado que estaban descontentos con la dictadura. Algunos de esos movimientos optaron por el campo sindical. Otros por el ámbito cultural. Y hay otros que decidieron una oposición frontal al franquismo con la lucha armada. Uno de esos grupos fue el FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico). El FRAP era el brazo armado del Partido Comunista de España-Marxista Leninista (PCE-ML), una de la muchas escisiones que el movimiento comunista tuvo durante la dictadura. Su número nunca fue significativo pero sus acciones sí.
Tomás Pellicer, antiguo integrante del FRAP, nos relata en 1975 la historia de Lina, una estudiante en Valencia que se vincula al FRAP a través de la FUDE, la organización de estudiantes del FRAP. Lina conoce a otros combatientes antifranquistas y todos conforman una célula armada contra el franquismo. Sus actividades, la clandestinidad, los pases a Francia, el amor con otros militantes, las discusiones con otras tendencias, la persecución policial y la noche del 26-27 de septiembre de 1975 (últimos fusilamientos del franquismo contra tres militantes del FRAP – José Humberto Baena, José Luis Sánchez Bravo y Ramón García Sanz- y dos de ETA -Juan Paredes Manot Txiki y Ángel Otaegi-) son algunos temas que se trata en la novela. Con un lenguaje fácil y una estructura de novela muy sencilla, nos plantamos en unos años de lucha en la ciudad de Valencia trascendentales en la oposición al franquismo.
Y esto es lo verdaderamente importante de esta obra: el rescatar una época.
Pellicer lo ha querido recuperar a través de sus experiencias personales llevadas a la novela, tal como hizo con su anterior ‘FRAP. Grupo armado’. No se trata tanto de valorar estas opciones, ejercicio que tiene que estar alejado de la función del historiador. Pero estos grupos de oposición han sido prácticamente olvidados por una historia canónica que ha marcado la pauta de como escribir la propia historia de la Transición política. El PCE-ML y el FRAP eran organizaciones vanguardistas y partidarias del régimen de la Albania socialista. Las emisiones desde Radio Tirana son parte fundamental también para recuperar su historia. Pero lejos de cualquier valoración ideológica, lo cierto es que muchos de sus militantes se dejaron la vida en la lucha contra el Franquismo y otros muchos sufrieron las torturas de la policía y la persecución política. Rescatar su historia, todas las historias del antifranquismo, es una tarea que se tiene por delante.
DIAGONAL | Julián Vadillo |
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