La mayoría de los militantes de Unión
Proletaria (UP), que nos unimos con el PCPE en Febrero de 2012, queremos
dar a conocer que, lamentablemente y pese a las buenas expectativas
depositadas en el proceso de unidad, hemos decidido abandonar esta
organización por los siguientes motivos que pasamos a explicar.
Entendemos que la dirección del PCPE no
cumple –además de algunos acuerdos orgánicos- ciertas condiciones
políticas pactadas con UP sin las cuales resulta imposible la aplicación
de la teoría revolucionaria del marxismo-leninismo y, por consiguiente,
la reconstitución de un verdadero partido comunista a partir de esta
organización. Se trata de un enfoque desacertado de la relación del
partido con las masas, pero también se trata de la imposibilidad de
corregirlo debido al régimen interno predominante en la misma.
Un partido comunista tiene por misión
unir el socialismo científico con el movimiento obrero. Para acometer
una tarea tan gigantesca, Unión Proletaria defendió la necesidad de
reunificar a los comunistas dispersados por la degeneración revisionista
del PCE. Hace algo más de un año, valoramos que la línea política del
PCPE, desde su IX y último Congreso, había progresado hacia el
bolchevismo. Los aspectos de la misma con los que seguíamos discrepando
podían considerarse secundarios, sobre todo porque parecían herencias
meramente residuales de sus políticas anteriores.
Sin embargo, la práctica posterior del
PCPE y nuestra experiencia de participación en ella nos muestran que,
desgraciadamente, esas herencias no están en vías de superación: al
contrario, consideramos que siguen presidiendo la cultura y la
concepción del mundo de la dirección de este partido. Son posiciones que
se remontan a los orígenes de su lucha contra el eurocomunismo, en los
años 60-70. Para esta lucha, se tomó por base, no el marxismo-leninismo,
sino el revisionismo que practicaba ya entonces el Partido Comunista de
la Unión Soviética. Ahora, se ha comprendido que ese revisionismo fue
el que preparó la contrarrevolución de los años 80-90 en la URSS y la
mutación reformista del PCE, pero todavía no se entiende la necesidad de
someter las propias concepciones a la autocrítica correspondiente.
Entendemos entonces, que el reciente acercamiento del PCPE al
marxismo-leninismo que favoreció el proceso unitario es aún tan parcial,
superficial e instrumental que está acentuando una preocupante
tendencia al dogmatismo y al sectarismo que contradice la esencia y las
bases mismas de la unidad alcanzada.
Creemos que el PCPE acierta en orientar
toda la labor del partido a la preparación de la revolución socialista,
puesto que el capitalismo se ha desarrollado ya completamente en España.
Sin embargo, consideramos que se está haciendo de una manera
“izquierdista”.
La propaganda e incluso la agitación se
adelantan demasiado al desarrollo real de la lucha de clases y de la
conciencia de las masas proletarias. Se ensalza el objetivo del
socialismo menospreciando las reivindicaciones económicas y, sobre todo,
democráticas planteadas por las masas y sus organizaciones, primando
además la huelga general sobre la lucha política (economicismo). Las
formas espontáneas de pensamiento y organización de las masas son
entendidas como causadas por la acción conspirativa y manipuladora de la
burguesía sobre los movimientos de masas (sindicatos, republicanismo,
15-M, etc.), perdiendo de vista que la elevación de la conciencia de la
clase obrera es necesariamente un proceso en el que “el elemento
espontáneo no es sino la forma embrionaria de lo consciente”[1]. Se
resaltan las diferencias de los comunistas con los sindicatos y otras
organizaciones populares, hasta el punto de desincentivar su
incorporación a éstos, de eludir su deber de defenderlos frente a los
ataques de la burguesía, de sustituirlos por nuevos organismos
controlados por ellos, que confrontan más que suman. Al final convierten
al comunismo en una caricatura que espanta a las masas. Se las quiere
educar sin aprender de ellas, poniendo al partido comunista por encima
de las mismas, en vez de construirlo como principal instrumento a su
servicio. Se pretende elevar la conciencia de las masas principalmente a
través de la propaganda, olvidando que éstas sólo aprenden “por
experiencia propia”[2] y que, para ello, el partido debe “poner en juego
métodos de lucha y formas de organización que permitan a las masas
comprender más fácilmente”[3] y “buscar las formas de transición o
acercamiento a la revolución proletaria”[4]. Se lleva la lucha contra el
oportunismo hasta el extremo de menospreciar a las masas obreras que se
hallan bajo la hegemonía de éste y de rechazar por principio cualquier
maniobra, compromiso y acuerdo con los partidos, sindicatos y demás
organizaciones de masas dirigidos por reformistas. Se exagera la
importancia del PCPE en detrimento de los demás destacamentos comunistas
y de la propia realidad, etc. En definitiva, pensamos que no existe una
concepción verdaderamente dialéctica de la línea de masas ni de la
construcción misma del partido.
Para Lenin, “el mayor peligro –y quizás
el único- para un auténtico revolucionario consiste en exagerar el
revolucionarismo”. Anteriormente, Marx y Engels habían sentado las bases
políticas del Partido Comunista en clara identidad con el movimiento
obrero real y en clara contraposición con el sectarismo. En el
Manifiesto del Partido Comunista advierten que “los comunistas no forman
un partido aparte de los demás partidos obreros. No tienen intereses
propios que se distingan de los intereses generales del proletariado. No
profesan principios especiales [sectarios] con los que aspiren a
modelar el movimiento proletario”. Y Marx explica que “para la secta el
sentido de su existencia y su problema de honor no es lo que tiene en
común con el movimiento de clase, sino el peculiar talismán que lo
distingue de él”[5]. Esta cultura y psicología de la “distinción” es la
que, desgraciadamente, vemos que impera en la política del PCPE, aunque
esté motivada por el legítimo deseo de acabar con la hegemonía del
reformismo burgués sobre el movimiento obrero. Y los comunistas que no
quieran curarse de la enfermedad del sectarismo, no podrán contribuir a
la reconstitución del Partido Comunista y, menos aun, a la emancipación
del proletariado.
Por eso al PCPE no le resulta posible
aplicar una táctica política que sea materialista y dialéctica, aunque
lo exija el Documento de Unidad entre el PCPE y UP: “En la lucha
socio-política, la relación con las organizaciones oportunistas y
revisionistas es inevitable. [El partido comunista] Siempre dirigirá su
crítica hacia los dirigentes de estas organizaciones, tratando en cambio
de ganar para la política comunista a las masas obreras que militan en
las mismas como objetivo fundamental de esta táctica de colaboración, de
frente único proletario, de frente obrero y popular por el socialismo”.
El sectarismo que observamos impide
incluso cumplir las Tesis acordadas por el propio IX Congreso del PCPE,
allí donde se critica a quienes “alejan a las células de las alianzas
políticas y frentes de masas bajo el pretexto de su posición no
netamente revolucionaria”, a quienes “intentan aprovechar de manera
utilitarista por el Partido cualquier movimiento plural”, a quienes
“sitúan determinadas políticas del Partido como acertadas a priori y son
capaces de no transmitir los fracasos de ésta”[6]. Donde se exige
“saber estar en minoría [en los frentes de masas] para poder transformar
la situación”. Donde se advierte que “la inteligencia política, el
conocimiento del medio, el reconocimiento de las masas y saber
administrar correctamente los tiempos son elementos que no podemos
ignorar y que debemos gestionar correctamente para no incurrir ni en
posiciones retardatarias, ni en izquierdismos estériles”[7]. Donde se
insta a llegar a acuerdos unitarios para “impulsar la entrada en la
escena de las mayorías trabajadoras” y para “hacer avanzar las
reivindicaciones inmediatas presentes en cada lucha concreta librada por
sectores obreros y populares”[8].El impedimento decisivo para subsanar
los errores políticos del PCPE lo encontramos en el déficit democrático
interno. Sus dirigentes lo justifican alegando la necesidad del
centralismo democrático para todo partido comunista, quedándose sólo con
su parte centralista. Pero este principio no tiene por objeto limitar
la democracia sino hacerla efectiva, es decir, reunir todas las fuerzas
del partido para la realización de sus acuerdos tomados por mayoría.
Sólo las persecuciones externas y la clandestinidad pueden obligar a
restringir la democracia en el seno del partido comunista; pero nunca la
necesidad de asegurar el centralismo. En cambio, la dirección del PCPE
lo pretende mediante una verticalidad estricta de arriba abajo, donde
unos pocos dirigentes (ni siquiera los miembros del Comité Central, sino
únicamente los miembros del Comité Ejecutivo) parten con todas las
ventajas en cualquier debate, por encima de los demás militantes y de la
razón. Por muy buenas que pudieran ser sus intenciones, lo que
practican realmente es un centralismo burocrático a través del cual
–como dijera Lenin- “los intentos de implantar una disciplina se
convierten, inevitablemente, en una ficción, en una frase, en gestos
grotescos”[9]. De ahí que se desarrolle un clima interno de fortaleza
asediada, una exigencia de seguidismo ciego y de fidelidad absoluta
hacia la dirección. De ahí que se limite el debate y la formación,
dándoles un carácter doctrinal. De ahí que se sancione o expulse a
quienes cuestionen y pongan en riesgo este régimen interno, como fue el
caso de los antiguos miembros de la UJC-Madrid, sin asegurar una
resolución más positiva de los conflictos. Con todo ello, sólo podemos
deducir que la dirección del PCPE no ha comprendido que la destrucción
del PCUS y del PCE por el revisionismo desde arriba demuestra la
necesidad, no de limitar la democracia, sino de ampliarla desde abajo,
dando así vida al partido.
Por muchas ventajas y virtudes que tenga
el PCPE (su experiencia, su mayor tamaño, sus aciertos políticos,
etc.), es muy difícil corregir ese sectarismo hacia las masas y esa
falta de democracia interna, ya que se refuerzan mutuamente. El Comité
Central respalda estas posiciones, rechaza someterlas a un Congreso
Extraordinario y la alternativa estatutaria de convocarlo por más de la
mitad de los militantes se hace imposible al prohibirse la comunicación
horizontal entre ellos. Las críticas de quienes venimos de UP son
desestimadas y nuestra contribución política ignorada, resultando inútil
nuestra unificación y, por tanto, nuestra presencia en el PCPE. En el
mejor de los casos, harían falta muchos años para curar estos graves
defectos. Mientras, las masas obreras y populares empobrecidas por el
capitalismo en crisis no recibirían del comunismo una verdadera ayuda
para superar sus limitaciones reformistas y emprender una lucha
revolucionaria.
Precisamente, para contribuir a abrir
camino a un partido comunista no sectario que ayude a las masas y a los
militantes de otros partidos mediante la propaganda y el ejemplo,
anunciamos nuestro propósito de publicar próximamente un balance más
completo de nuestra experiencia en el PCPE y en otros procesos de unidad
comunista y de construcción partidaria, así como nuestra voluntad de
reanudar la actividad política de Unión Proletaria, orientada a la
unidad de las masas obreras y de los comunistas para que puedan
desarrollar su lucha de clase hacia la revolución socialista.
31 de mayo de 20
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