“Galopa, caballo cuatralbo,jinete del pueblo,que la tierra es tuya.¡A galopar,a galopar,hasta enterrarlos en el mar!”RAFAEL ALBERTI
Emiliano Gómez Peces
Rafael Alberti Merello nace en El
Puerto de Santa María (Cádiz) el 16 de diciembre de 1902. Hijo de
Agustín y María, fue criado en el ambiente de una familia numerosa (eran
seis hermanos). Allí estudia en el colegio San Luis Gonzaga, de los
jesuitas. Alberti, incapaz de soportar la disciplina del centro, no
acabó el cuarto año de bachillerato y en 1916 fue expulsado por mala
conducta.
En 1917 la familia se traslada a
Madrid. Visita el Museo del Prado, hecho que marcará para siempre su
vida. A partir de ese momento se dedica a pintar. En 1920 presenta su
primera pintura en el Salón Nacional de Otoño. Una noche de ese mismo
año, ante el cadáver de su padre, Alberti escribió sus primeros versos.
Una afección pulmonar le llevó a guardar obligado reposo en la sierra de
Guadarrama. Allí comenzará a trabajar en lo que luego será su primer
libro, Marinero en tierra. Ya nunca volverá a dudar sobre su auténtica vocación.
A partir de ese momento, iría
introduciéndose en la Residencia de Estudiantes, donde conoce a Federico
García Lorca, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Vicente Aleixandre, Gerardo
Diego y otros jóvenes autores que van a constituir el más brillante
grupo poético del siglo. En 1925 su Marinero en tierra recibe el Premio Nacional de Literatura, junto al poeta santanderino Gerardo Diego.
Tras una etapa de profunda crisis existencial, por su precaria salud, la falta de recursos económicos y la pérdida de la fe, el poeta asume sin reservas el compromiso político con toda la vehemencia de que es capaz. Participa activamente en las revueltas estudiantiles, apoya el advenimiento de la República y se afilia al Partido Comunista, lo que le acarreará graves enemistades. Para Alberti, la poesía se ha convertido en una forma de cambiar el mundo, en un arma necesaria para el combate.
Tras una etapa de profunda crisis existencial, por su precaria salud, la falta de recursos económicos y la pérdida de la fe, el poeta asume sin reservas el compromiso político con toda la vehemencia de que es capaz. Participa activamente en las revueltas estudiantiles, apoya el advenimiento de la República y se afilia al Partido Comunista, lo que le acarreará graves enemistades. Para Alberti, la poesía se ha convertido en una forma de cambiar el mundo, en un arma necesaria para el combate.
En 1930 conocerá a María Teresa León,
la mujer que más honda huella dejó en él y con la que compartió los
momentos más importantes de su vida. Con ella fundó la revista
revolucionaria Octubre y viajó por primera vez a la Unión
Soviética para asistir a una reunión de escritores antifascistas. El
dramático estallido de la Guerra Civil en 1936 reforzó aún más su
compromiso con el pueblo. Enfundado en el mono azul de los milicianos,
colaboró en salvar de los bombardeos los cuadros del Museo del Prado,
acogió a intelectuales de todo el mundo que se unían a la lucha en favor
de la República y llamó a la resistencia en el Madrid asediado,
recitando versos urgentes que desde la capital del país llegaron a los
campos de batalla más lejanos.
En 1939, ante la inminente derrota del
gobierno republicano, sale de España, junto a María Teresa León,
estableciéndose en Paris, en la casa de Pablo Neruda, con quien, ante la
amenaza de las tropas alemanas, en 1940, deciden cruzar el Atlántico,
rumbo a Chile. Más tarde, se traslada a Buenos Aires donde nacerá su
hija Aitana. En este país vivirá hasta 1963, que vuelve a Europa. En
estos 23 años, viaja por varios países sudamericanos, dando
conferencias. En 1963 se establece en Roma, donde vivirá 14 años.
No regresó a España hasta 1977. En junio
de ese mismo año fue elegido diputado a Cortes en las listas del PCE
por la provincia de Cádiz, pero poco después, en octubre, renunció al
escaño. Fue distinguido con todos los premios literarios que un escritor
puede recibir en España, pero renunció al Príncipe de Asturias por sus
convicciones republicanas. En la madrugada del 28 de octubre de 1999
murió plácidamente en su casa de El Puerto de Santa María, junto a las
playas de su infancia, y en aquel mar que le pertenecía fueron
esparcidas sus cenizas de marinero que hubo de vivir anclado en la
tierra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario