Ghaleb Kandil
París ha acogido últimamente varias
negociaciones entre Francia, EEUU, Reino Unido y Arabia Saudí
consagradas a la evaluación de la situación en Siria después de la
batalla de Al Qussair. Las informaciones que provienen de la capital
francesa indican que el equipo de trabajo estadounidense, encargado de
estudiar las opciones políticas y militares posibles, ha llegado a una
conclusión basada en dos realidades implacables: en primer lugar, la
impotencia, la debilidad y la fragmentación de los rebeldes.
En
segundo lugar, el odio que el pueblo sirio siente hacia los grupos
armados en las regiones que están bajo su control. Esto significa que
los extremistas y los mercenarios reclutados y enviados a Siria no
disponen de un apoyo popular significativo. Esta realidad explica en
gran parte por qué el equilibrio de fuerzas ha cambiado en favor del
Estado y el Ejército. Está claro que una mayoría de la población en las
zonas rurales sirias rechaza a los grupos extremistas internacionales
que cometen las peores atrocidades y exacciones. La decisión de los
occidentales de enviar armas a estos grupos odiados por el pueblo sirio
no contribuirá en modo alguno a crear un apoyo popular sin el cual las
oportunidades de lograr la menor victoria significativa son casi nulas.
La evaluación de la situación propuesta
por los estadounidenses deja ver los contornos del plan para un
“reequilibrio de la correlación de fuerzas”, al que el ministro francés
de Relaciones Exteriores, Laurent Fabius, ha hecho alusión para
permitir, según él, la realización de la conferencia Ginebra-2.
El objetivo de este plan es tratar de
recuperar el terreno perdido por los extremistas frente al Ejército
sirio en la provincia de Daraa, donde, además de llevar a cabo ofensivas
victoriosas, el Estado ha logrado convencer, a través de negociaciones,
a un gran número de rebeldes para que depongan las armas y reemprendan
una vida normal.
A
pesar de la impotencia que sufre Turquía a causa de la Intifada de
Taksim y la derrota infligida a los extremistas en Al Qussair después de
la entrada en la batalla de Hezbolá, los occidentales han decidido
reactivar el frente de Daraa. Nuevas armas y municiones han sido
enviadas a los grupos rebeldes que todavía están activos en esta
provincia.
Esta iniciativa estará, sin embargo,
condenada al fracaso debido al cambio que han experimentado la opinión
pública siria. Aquellos que simpatizaron al principio con los rebeldes
han descubierto, con horror, la realidad sangrienta de su proyecto. Y ya
nada podrá hacer retroceder el curso de la historia.
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