por Carlos Rivero Collado
Éste es mi homenaje, publicado hace dos años y medio, a un héroe de
gran sensibilidad en los momentos en que se produce su Funeral de Estado
al que asisten muchos gobernantes que representan los sentimientos de
sus pueblos. Los antiimperialistas no te olvidaremos, Comandante del
Pueblo.
1-. EL PILLAJE IMPERIAL
Venezuela fue, durante siglos, la débil víctima de cinco imperios. Primero, el de España, que lo exprimió por más de tres siglos como hizo con muchos otros países. Después, ya a fines del Siglo 19, fue presa de Inglaterra,
que le robó un amplio territorio de 143,000 kilómetros cuadrados, rico
en oro, que se hallaba aún en disputa, a cuyo arbitraje inicial se negó
la pérfida Albión, para entregárselo a su colonia de Guayana, después de
una segunda maniobra controlada por el gobierno imperial de Estados Unidos,
a través del presidente Grover Cleveland, que aún Venezuela rechaza y
contra la que no ha podido actuar por una cuestión de fuerza, el recurso
bestial de los imperios.
No era la primera vez
que el Imperio le regalaba un pedazo de América a la Gran Bretaña. Ya lo
había hecho con Las Malvinas en 1833.
Unos años después,
durante el régimen de Cipriano Castro, sus puertos fueron bloqueados por
las armadas imperiales de Inglaterra, Alemania y Holanda, y este último país lanzó un ataque contra la débil armada venezolana.
Llegó al poder, entonces, en 1908, Juan Vicente Gómez, quien ya había asesinado a muchos ciudadanos para mantener en el suyo a Cipriano.
Gómez se convirtió en el
peor enemigo de Venezuela, sometiéndose de tal forma al extranjero que,
sin las mínimas ventajas para su pueblo, pero las máximas para él, le
entregó el petróleo a las compañías supranacionales de Holanda y Gran
Bretaña y, después, de Estados Unidos –la Standard Oil de Rockefeller--,
que lo convirtió en uno de los hombres más ricos de América y a su
país, en sirviente de los tres imperios. Así se inició el proceso en que
el más valioso, y dañino, de los combustibles fósiles enriquecería a
los menos y empobrecería a los más.
Ya en 1925, Venezuela
era el tercer productor mundial de petróleo, después de la Unión
Soviética y Estados Unidos, y el segundo exportador.
De 1908 a 1976, año en
que fue nacionalizado, más del 80% de la riqueza producida por el
petróleo salió del país, o sea sólo una quinta parte se quedó en
Venezuela. Inmensa riqueza, equivalente hoy a muchos billones de dólares
--en la medida europea, o sea millones de millones-- que la jauría
imperialista le arrancó a una de sus mayores víctimas, el pueblo venezolano, en complicidad con los gobernantes corruptos que permitían el saqueo de su país porque ellos también lo saqueaban.
¿Qué habría pasado si un
Juan Vicente Gómez distinto le hubiese puesto como condición a las
compañías imperialistas que explotaran el petróleo como empresas mixtas
de las que el país recibiría la mitad de las ganancias? Por supuesto que
se habrían negado al principio porque el país no tenía la mitad del
capital para iniciar la vasta empresa y, debido a sus problemas
económicos de fin de siglo, no tenía crédito internacional.
Ésa hubiera sido una
lógica reacción inicial, pero la gran riqueza del país no estaba en sus
bancos ni en sus créditos, sino en su inmensa riqueza natural. Estaba
ahí, no la guardaban las bóvedas bancarias ni la acreditaban las
finanzas, sino la Física, una fuerza mucho más segura y duradera que
todo lo creado por el ser humano. No era producto del trabajo ni el
ahorro, sino un regalo de la Naturaleza, como el Nilo a Egipto.
Unos años después de ese
rechazo inicial de un Gómez que hubiera sido otro Gómez, los imperios
hubieran aceptado ese negocio a la mitad. Rapaces en su esencia,
no hubieran dejado de satisfacer la mitad de su rapacería. ¿Cuándo se ha
negado el capital a hacer un negocio, aunque sólo le deje de ganancia
la mitad de lo que pudo dejarle, sobre todo si esa proporción no
significa cuatro pesos, sino billones de dólares?
Gómez y la oligarquía
criolla no pensaron en eso y López Contreras y Medina Angarita
mantuvieron la propia situación. Eran ya los tiempos de la Segunda
Guerra Mundial. Mientras sus amos se vestían de oro, el pueblo seguía
desnudo.
SANGRE Y ORO
Del petróleo de
Venezuela salía, en parte, la gasolina de los tanques, los camiones
artillados y, sobre todo, los aviones que provocaban la muerte de
millones de civiles inocentes. Mientras los barones del Complejo Militar-Industrial-Terrorista
que dominaban al imperio yanqui, convertido ya en el primero, o sea el
más feroz, del mundo, se enriquecían aun más con la gran producción de
guerra, los soldados de Estados Unidos morían por cientos de miles, y la
mayoría de los venezolanos se seguía hundiendo un poco más en su
pobreza, en medio de una inmensa fortuna natural que servía para
enriquecer más a los ricos y empobrecer más a los pobres. En aquella
gran guerra, la sangre de los humildes fortaleció aun más a quienes
habían provocado la masacre, pero todos quedaron cubiertos: los ricos,
de oro; los pobres, de sangre.
El fin de la matanza, en
1945, le trajo a Venezuela la frescura de un amago de revolución. Hubo
una reacción, el país cambió en algo. El 18 de octubre se produjo una
rebelión cívico-militar y Rómulo Betancourt llegó al poder con un
programa populista. No era el Rómulo de la loba de Roma que fue el lobo
de su hermano Remo, sino el que ya no quería que el hombre siguiera
siendo lobo del hombre. Parecía como si la garra de los caudillos de Táchira
fuese ya sólo un recuerdo y que, a partir de entonces, el país sería
gobernado por la inteligencia, no la brutalidad; la palabra, no el
colmillo.
Lo que Gómez tenía que
haber hecho cuarenta años antes se convirtió en el grito nacional: el
50%. Que la mitad del oro negro acabara con la negrura del pueblo. Era
un renacimiento, una esperanza.
El primer Rómulo lo
planteó y el segundo lo convirtió en ley, aunque efímera. No parecía que
estos nuevos políticos se fueran a robar lo que los imperios se habían
robado. Las claras aguas auríferas de una potente cascada lavarían las
sucias miserias del pueblo. Se sentía de cerca el perfume de una flor.
Pero como el hombre
siguió siendo lobo del hombre y el Imperio seguía teniendo fauces
lupinas, tres años después se desvaneció aquel aroma. Varios de los
jefes militares que habían producido el golpe del 1945 dieron un zarpazo
y deshojaron la flor. Uno de ellos –Delgado Chalbaud—fue asesinado al
año siguiente. Otro heredó, entonces, todo el poder, que puso al
servicio incondicional del Imperio y las compañías foráneas. Se llamaba Marcos Pérez Jiménez. Oriundo, por supuesto, de Táchira, como los viejos déspotas, era tan pequeño en tamaño como grande en infamia.
Después de tiranizar a su patria desde 1949, fue derrocado por una insurrección popular en enero de 1958. Vivió en Miami
hasta 1963, en que fue extraditado a Venezuela –la clásica traición del
Imperio a sus aliados, de la que Batista no fue ajeno-- para enfrentar
un juicio por haberse apropiado de unos 200 millones de dólares. Después
de estar cinco años en presidio se le conmutó la pena y vivió en
España, adonde murió en el 2001.
CEGUERA DE TRIPAS E INDIGESTIÓN DE PUPILAS
Durante la dictadura de Pérez Jiménez se desconoció la ley del 50%,
pero las compañías tenían que pagar una cuota un poco más alta de sus
ganancias –una micra comparada con el 50%-- y el precio del petróleo
subió. ¿Favoreció aquello al pueblo? Benefició, quizás, a un millón y
medio de personas, pero el resto del pueblo siguió en la miseria. Un
millón y medio era el 25% de la población de seis millones que tenía el
país en 1955. ¿Y los otros cuatro millones y medio eran, acaso,
invisibles? No, pero nadie los miraba.
Se fabricaron extensas
autopistas, edificios enormes, mansiones lujosas, comercios espléndidos,
centros de recreo que no tenían nada que envidiarle a los mejores del
mundo. Si caminaba uno, entonces, por ciertas avenidas de Caracas y de
las principales ciudades, podía llevarse la impresión de que el país se
bañaba en oro y que sus ciudadanos eran venturosos y hasta felices. Pero
ésa era sólo la pantalla, el velo, el maquillaje. En las lomas,
los barrios, el campo, por doquier estaba la miseria, el abandono, la
insalubridad, la ignorancia, la negrura no de la noche espectacular sino
de la cueva infame. El 75% de los venezolanos siguió viviendo en la
pobreza, a pesar de la inmensa riqueza.
Quien mirase a Venezuela, entonces, con la visión del burgués,
podía augurarle un gran futuro. Carros fastuosos, mujeres enjoyadas,
parrandas gozosas, entusiasmo, lujo; pero, por debajo de toda aquella
fachada de luz, estaba el pueblo con su sombra. Su carencia hacía un
agudo contraste con el derroche. Sentía hambre, pero tenía la libertad
de ver a quienes devoraban manjares. Había ceguera de tripas e
indigestión de pupilas.
¿PROGRESO?
Cuando el pueblo se
rebeló contra el dictador en enero de 1958, ya Rómulo Betancourt no era
el de 1945. El Imperio lo había comprado por treinta monedas.
Ya no hablaba de socialismo ni de justicia social ni de grandes
reformas, sino de progreso... el venenoso anzuelo del Imperio –“quien
lucha por el progreso no puede gastar mucho ayudando al pueblo porque
daña a la economía y empobrece al país”--. Como si el país fuese una
roca, no una comunidad de seres humanos.
Con ese sofisma del desarrollo,
el Imperio ha confundido a muchos líderes políticos, sobre todo a los
que les conviene confundirse. Su objetivo no es proteger la economía de
los demás países, sino debilitarlos para fortalecerse él. Eran los
tiempos de Kennedy y la Alianza para el Progreso, o sea para que esa
alianza beneficiara al Imperio.
Desde 1959, en que
comenzó su segunda presidencia, hasta su muerte en 1981, Betancourt fue
un sirviente del Imperio y un enemigo de la causa justa que había
defendido en su juventud. No fue, como se le considera, “padre de la
democracia venezolana”, sino creador de una oligocracia disfrazada que
siguió expoliando al pueblo como habían hecho los imperios.
Cuando pasaron unos años
y ya nadie hablaba de la Alianza, se probó que, en ese proceso, la
proporción de pobres aumentó y disminuyó la clase media en toda la
América Latina, mientras el Imperio y las oligarquías aumentaban su
poder y riqueza.
Otros “izquierdistas”, también, se volvieron derechistas, como si fuesen bateadores ambidiestros.
La aurora del 45 de convirtió en el crepúsculo de los 60 y 70, y en la
noche de los 80 y 90. El petróleo siguió siendo una gran fuente de
riqueza... para las minorías. En los países árabes se enriquecían las
monarquías; en Venezuela, la oligarquía.
EL BANDIDO
Al llegar Carlos Andrés Pérez
al poder, en marzo del 74, y nacionalizar el petróleo dos años después,
lo que pudo haber sido la salvación nacional, la gran mayoría del
pueblo siguió viviendo en la pobreza.
El saqueo de las
transnacionales se convirtió, entonces, en el salteo de los nacionales.
El dinero siguió saliendo del país. No lo sacaba ahora la Standard Oil
ni la British Petroleum ni la Dutch Petroleum, sino los ministros, los
empresarios, los magnates de PDVSA y, sobre todo, Carlos Andrés, el
gobernante más corrupto y criminal que tuvo el país a partir de Gómez,
vecino después, como es lógico, de Miami.
Algunas migajas
se le tiraron al pueblo, pero el pan entero siguió estando en las manos
de los menos. El combustible siguió enriqueciendo al Imperio porque el
dinero iba a parar a los bancos de Miami. No se nacionalizó nada porque
la riqueza no quedó en la nación, o sea en la mayoría de los nacionales,
sino en la pequeña minoría que había sido por muchas décadas cómplice
de la depredación imperial.
El pueblo seguiría
sufriendo y ya no serian los dos millones y medio de la época de Gómez,
ni los cuatro millones de la rebelión del 45 ni los diez millones de
1970, sino los quince millones de 1980 y los veinte de una década
después y los veintitrés que vivirían en el país a fines del siglo.
Los signos de la época
fueron la corrupción, el despilfarro, la inflación, la fuga de
capitales, la anarquía típica del capitalismo, la poca visión del
futuro, el lujo de las minorías junto a la pobreza de las mayorías.
Tal situación se mantuvo hasta que el pueblo venezolano eligió, el 6 de diciembre de 1998, a la antítesis de esa larga infamia.
2-. LA RESPUESTA DE CHÁVEZ
Se pudieran escribir
muchos artículos sobre la obra social de Hugo Chávez, pero mi objetivo
es sólo compararla con la situación que vivió el pueblo de Venezuela
antes de su llegada al poder.
Veamos una breve
semblanza de la obra que ha convertido al gobierno de Venezuela en uno
de los mayores defensores de los derechos humanos en el mundo. De los
verdaderos derechos humanos, no de los falsos que proclaman el Imperio y
sus secuaces, que han sido, precisamente, los mayores violadores de
esos derechos en todo el mundo y a lo largo de la historia.
REVOLUCIÓN BOLIVARIANA
La gran reforma pacífica
a la que Chávez llama Revolución Bolivariana y Socialismo del Siglo XXI
se fundamenta en el antiimperialismo, el pan-americanismo y un profundo
cambio social en el país, sobre todo en materia de salud, educación,
vivienda, reforma laboral y agraria y bienestar social en general. Ese
proceso le ha dado a Venezuela una justa Constitución que le ha traído
al país una vida nueva. En el plano internacional, es de gran
importancia en este proceso el proyecto de cooperación latinoamericana
conocido como Alianza Bolivariana de las Américas –ALBA--, y otros esfuerzos de integración regional y continental como la CELAC –Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe--.
En el aspecto nacional y político, se debe mencionar la fundación en el 2,007 del Partido Socialista Unido de Venezuela --PSUV--, y en el orden económico y social, la formación de las Misiones Bolivarianas, los Consejos Comunitarios y el Plan Fonden
que ha dedicado, este último, decenas de miles de millones de dólares
para beneficiar a las clases más necesitadas que siempre fueron tan
discriminadas en la época capitalista. Si Chávez logra mantener su justa
causa, sería la primera vez en la historia que una reforma se convierte
en revolución por la vía pacífica.
ANTIIMPERIALISMO
Chávez ha mantenido una
digna política antiimperialista al denunciar los crímenes del Imperio y
sus cómplices en el Oriente Medio, y condenar el criminal bloqueo
económico al pueblo de Cuba, apoyando, además, a los gobiernos populares
y antiimperialistas de Nicaragua, Bolivia, Ecuador, Argentina, Brasil,
Paraguay, Guatemala y otros. Ha condenado, también, la masacre del
Imperio y la OTAN contra el pueblo de Libia, y se ha solidarizado con
los pueblos de Irán, Corea del Norte y Siria ante la amenaza y la
subversión imperialistas. No ha habido un solo crimen perpetrado por el
Imperio y sus aliados que no haya sido denunciado por Chávez aun desde
antes de su llegada al poder en 1999.
GUERRA CONTRA LA POBREZA
De acuerdo a investigaciones realizadas por Naciones Unidas, el índice de pobreza en Venezuela era de un 55.4% en 1998, y de un 28% en el 2008,
o sea que en el primer decenio de Chávez la pobreza fue eliminada en un
27.4% de los venezolanos, siete millones y medio de personas. Estos
índices de pobreza sólo incluyen la entrada en dinero, no el acceso
gratuito a la atención médica y la educación, o sea que la mejoría en
este sentido es aun mayor. Si estas cifras fuesen correctas –y Naciones
Unidas no suele dar informes falsos ni exagerados-- sería la primera vez
que un gobierno sustrae de la pobreza a 750,000 personas cada año,
14,000 cada semana, 2,000 cada día. Formidable esfuerzo.
EL PRIMERO DE LOS DERECHOS HUMANOS
El gobierno creó el Sistema Nacional Público de Salud, similar al de Cuba y al National Health Service
de la Gran Bretaña y otros países civilizados de Europa, para brindarle
a todos los ciudadanos atención médica gratuita, lo que, por supuesto,
no existe en Estados Unidos, país que en este sentido está aún en la
prehistoria. El Plan Barrio Adentro ha logrado que 17 millones de
personas tengan atención médica gratuita (antes de 1999 sólo unos tres
millones de personas tenían ese beneficio)
Más de 30,000 héroes cubanos,
entre médicos y personal de salud, y otros tantos venezolanos, han
ayudado a este magno esfuerzo. En el año 2,000, el 1.6% del PNB era
dedicado a la salud; en el 2006 ya al anzaba el 7.7% y esto ha ido en
aumento en estos últimos seis años.
La Misión Milagro es
una inmensa operación humanitaria concebida por Cuba en la que se ha
operado de la vista, gratuitamente, a cientos de miles de seres humanos
de bajos recursos. Sólo en el año 2,005 se operó a un cuarto de millón
de personas, entre ellas 176,000 de Venezuela. Esta misión se realiza,
además, en Bolivia, Argentina, Nicaragua, Brasil, Ecuador y otros
países. El plan concibe efectuar seis millones de operaciones de la
vista, de ellas tres millones en Venezuela. La tasa de mortalidad
infantil se ha reducido de 55 por mil en 1998, a 10 por mil en el 2010.
A partir de septiembre
del 2001, mientras el Imperio ha asesinado a millones de civiles
inocentes, los médicos cubanos le han salvado la vida y la visión,
gratuitamente, a millones de personas de bajos recursos: dos mundos
opuestos, el de la sangre y el de la conciencia.
MISIÓN MERCAL
A partir del 2,004, se crearon más de 15,000 tiendas de alimentos
en todo el país incluyendo los sitios más apartados. Sus 250 artículos
alimenticios básicos son subvencionados por el Estado en un 30%. Más de
13 millones de personas dependen de estas tiendas para alimentarse, casi
la mitad de la población nacional. Esta fue la respuesta de Chávez a la
acción criminal de las tiendas de alimentos capitalistas que fueron
paralizadas por sus propietarios para protestar contra las medidas
humanitarias del gobierno, con el consecuente daño a la población más
necesitada.
EDUCACIÓN
En el 2,005, la UNESCO proclamó que el analfabetismo había sido eliminado en Venezuela, después que por la Misión Robinson 1 se había logrado alfabetizar a más de un millón y medio de ciudadanos mayores de diez años de edad. Por la Misión Robinson 2 se está tratando de que toda la población del país alcance al menos el sexto grado. Gracias a las misiones Ribas y Sucre,
decenas de miles de estudiantes han terminado sus estudios
universitarios. La luz de la enseñanza ha llegado a los lugares más
apartados del país y ha beneficiado a millones de seres humanos que,
bajo otros gobiernos, no hubieran podido ni siquiera alfabetizarse.
Desde 1999 se han creado en el país decenas de nuevas universidades.
VIVIENDA
De 1999 hasta hoy se han
construido cientos de miles de nuevas viviendas que se les han vendido a
las personas de bajos recursos a precios justos. Cientos de Comunidades de la Construcción
albergan a decenas de miles de familias que antes vivían casi en la
indigencia. En las áreas de las nuevas viviendas hay transporte,
comercios y escuelas.
COOPERATIVAS
Desde 1999 se han
integrado unas 100,000 cooperativas dirigidas por los propios obreros a
las que pertenecen casi dos millones de ciudadanos. El gobierno les ha
dado crédito y entrenamiento técnico.
MADRES DEL BARRIO
Grupos de madres que
vigilan las comunidades y barrios para luchar contra el consumo de
drogas, la deserción escolar y los abusos conyugales. Más de 200,000
amas de casa reciben una ayuda equivalente al 80% del salario mínimo.
AGUA POTABLE
En 1998, casi la mitad
de la población no tenía acceso directo al agua potable. Hoy la gran
mayoría lo tiene. El Ministerio de Recursos Naturales está creando una
red de agua potable en las regiones en las que aún se carece de la
misma.
PENSIONADOS
Hoy hay casi dos veces y media más personas recibiendo ingresos por retiro que en 1999, de 387,000 a más de 900,000.
Estos datos no son los
mejores ni los más actuales, pero nos dan una semblanza del gran
contraste entre el gobierno de Hugo Chávez y los demás gobiernos
venezolanos desde la independencia
OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA ☼
OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA ☼
No hay comentarios:
Publicar un comentario