Por un lado la clase obrera llorando de corazón la muerte de aquel que les
trajo tanta esperanza. En el otro, oligarcas y burgueses en Miami, ufanos,
descorchando el champán y comiendo arepas… Yo tengo muy claro cual es mi bando.
Por La Filósofa Frívola
Estoy en la concentración de apoyo al pueblo venezolano, en la Puerta del Sol, con motivo del fallecimiento del Comandante Hugo Chávez Frías. Mucha gente. Venezolanos con chándal bolivariano consolándose unos a otros, señores con gorra de Lenin que lloran, señoras con banderas, jóvenes hablando del Che, de Fidel. Lo normal. En esto aparece una chica caricatura de la clásica pija madrileña, con parka verde, largos cabellos rubios con mechas californianas, carpeta de universidad privada y vaso de Starbucks.
Ni el peor de los guionistas hubiera podido crear un personaje tan plano. Se acerca al grupo que está detrás de mí y pregunta: “Oye, una cosa ¿esto es a favor de Chávez o en contra de Chávez?”. Un señor se ríe y le señala las pancartas con fotos, las banderas de las Brigadas Internacionales, las hoces, los martillos y las imágenes del presidente que llevan colgadas algunos concentrados en la pechera. La chica pone careto de sorpresa. “No sé cómo pueden alabar a ese dictador”.
Algunos intentan razonar y exponerle los motivos. Otros, más listos o más hartos de tener que andar dando explicaciones a quien en realidad se la pica un pollo lo que le cuentes, se limitan a mirar hacia otro lado y a seguir a lo suyo. Ella se semi-ofusca y da por culo durante unos minutos con bobadas sobre la libertad y la democracia, conceptos que claramente se le escapan un pelín, antes de cansarse y acabar por irse.
Sin necesidad de ser el mejor super politólogo ever, sin siquiera tener que echar un ojo a las estadísticas y las tablas de datos, los tantos por ciento que demuestran que Venezuela va en moto en alfabetización, educación, índices de pobreza… sin siquiera pararte a comprobar lo intachables que han sido los procesos electorales que le dieron a Chavez la victoria en varias ocasiones, sino simplemente siendo un poco observador, puedes encontrar claves que te permitirán hacerte una idea más clara sobre lo que ha significado Chávez, no solo para Venezuela, sino para toda América Latina y en definitiva para todos los revolucionarios del mundo.
¿Quién llora a Chávez? Observo a muchos de mis amigos seiscientoseuristas, e incluso parados de larga duración, no poseedores de medios de producción, tristes con el agua al cuello, alegrarse de que ese país tan lejano por fin vaya a convertirse en una verdadera democracia. ¡Como la nuestra! ¡Como lo que nos trajeron Suárez, Felipe y el Rey! Estas personas están convencidas, después de años de intenso lavado de cerebro mediático, sumado a la falta de interés por lo que ocurre más allá del portal de mi casa, de que una democracia es un sistema que consiste en que cuatro multinacionales se reparten el pastel mientras el pueblo a duras penas sobrevive.
¿Por qué hay tantos “exiliados” venezolanos? ¿Por qué compartí pupitre en una escuela de moda con venezolanas que habían huído de su país? ¡Porque allí no hay libertad… de expolio! Porque cuando se gobierna para una clase, la otra clase pierde. Es lógico e irremediable, nunca llueve a gusto de todos.
Lo que hay que mirarse, chavales, es en qué lado de la lluvia está uno, porque luego, claro, vienen los disgustos y los lloros. Mírate, cuando tengas un rato entre mentira y mentira que te cuentan los medios y que te tragas sin rechistar, a qué clase social perteneces, hazme caso, porque por mucho que te suene a antigualla y a pasquín y a pana, esa mierda sigue funcionando como el primer día. Y quizás lo que te pasa es que te estás haciendo un lío y por eso te ha dado por ir diciendo por ahí que Chávez era un dictador.
Si es el caso, no te preocupes, que yo te explico: a no ser que tengas planeado convertirte en oligarca por sorpresa, aunque ser más rico que nadie sea tu fantasía más potente, deja que sea yo la que te dé la mala noticia: hay muy pocas probabilidades de que lo logres. Y es por esta verdad tan asquerosa y guarra que quizás sea conveniente que revises tu posición en el cosmos, porque no hay cosa más fea que un colaboracionista, el currito que no puede pagar la hipoteca brindando con cava marca blanca porque por fin llega “el cambio” a Venezuela.
Ay, la paradoja del muerto de hambre. Qué bien masticado el cuento de que ya no hay clases. Qué pena. Qué pena que se celebre la muerte de un libertador de los humildes como si de un monstruo se tratara, qué pena que la “clase media” se empeñe en creer que están más cerca de alquilarse un hotelito en La Finca de Pozuelo que de acabar en el arroyo tras un desahucio. No se dan cuenta de que es al revés, y de que ahora son más vulnerables que nunca.
No hay nada como sentarse a pensar en lo que le conviene a la clase social de uno para ahorrarse hacer el ridi muy fuerte cuando se habla sobre aquellos que en Latinoamérica gobiernan para la clase obrera, y le paran los pies a bancos, multinacionales y “buscadores” de petróleo. En una mano la gente humilde, la clase obrera, llorando de corazón la muerte de aquel que les trajo tanta esperanza. En la otra, oligarcas y burgueses en Miami, ufanos, descorchando el champán y comiendo arepas… Yo tengo muy claro cual es mi bando.
OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA
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