jueves, 14 de febrero de 2013
Hace
tiempo leí un artículo de un ruso en el que se preguntaba por qué
durante la época soviética fueron capaces de ganar guerras, construir
industrias, llevar cultura a todos los rincones, inculcar la pasión por
el saber, educar, sanar... y, además de todo eso, eran capaces de
enamorarse.
De algún modo ese ruso se preguntaba por qué ellos fueron capaces de todo mientras nosotros no somos capaces de nada.
En mi opinión, la respuesta es obvia: nos necesitan mediocres.
Su
intención es fabricar hombres impotentes y mujeres prostitutas, todos
muy contentos de serlo. De algún modo, ese es justo el material humano
con el que se hace imposible una revolución. Todos los valores
fomentados por las clases dominantes están orientados hacia la
deslealtad, el hedonismo, el rechazo al compromiso, la competencia, etc.
Como comprenderán una revolución no se lleva adelante con personas
incapaces de comprometerse, que solo piensan en su placer, que entienden
al otro como un potencial enemigo o como una mercancía de usar y tirar,
personas para las que el honor no es más que una estupidez
caballeresca... en definitiva, el socialismo no se construye con
mediocres.
El
socialismo te pone entre la espada y la pared, te confronta con tu
propia mediocridad y te invita a superarla. Por eso en la Unión
Soviética los campesinos llegaban al espacio exterior y sus padres
aprendían a escribir con setenta años. Por eso hoy todos los mediocres
abjuran del socialismo. Son tan cobardes que ni siquiera pueden expresar
y defender sus ideas con valentía, sin subterfugios, tienen que
emboscarse como los asaltantes de camino.
En
este 14 de febrero, día de San Valentín, unos quieren convencernos de
que el amor tiene que pasar por caja. Otros, que se piensan muy
progresistas, quieren convencernos de que el amor no existe. Unos y
otros son tal para cual. Los primeros no podrían obtener beneficios sin
los segundos. La verdadera tragedia es que no sirven para nada, ni para
el amor ni para la guerra ni para nada, están adoctrinados para vivir
como borregos y como tal son tratados.
A
veces tengo la sensación de que todo lo verdaderamente bueno construido
por el socialismo es pasado por alto por los propios socialistas.
Atacados por todos los frentes nos perdemos en lo trivial siempre a
rebufo de los impotentes y las prostitutas que no se cortan ni un pelo
en hacer gala de su mediocridad. En el socialismo el amor no es un
negocio ni una dulce mentira, es un hecho que aterroriza a los canallas.
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