por Raúl Bracho
Martes, 08 de Enero de 2013
Nos enseñó que teníamos un poder que no conocíamos, el poder de
decidir nuestro destino. Que éramos capaces de cambiarlo todo y ser
arquitectos de un nuevo escenario, cambiaba las cosas de lugar y a
nosotros de sitio, nos pedía que actuáramos siguiendo el plan que
dibujaba en el aire con su palabra
El armador era diferente al cuenta
cuentos, aquel nos sentaba y nos deleitaba con excelentes historias que
seguíamos con nuestra imaginación, su voz y sus gestos eran capaces de
arropar la luna con nubes grises tan solo moviendo la mano o limpiar al
sol con sus dedos abiertos. Eran cuentos fabulosos e inolvidables, le
bastaba una plaza y unos cuatro gatos para empezar a encantarnos con sus
historias.
Estábamos cansados de que nos contaran
historias, igual al final solo fueron cuentos, todo quedaba como estaba,
al final cuando volvíamos a casa.
El armador era diferente al cuenta
cuentos, empezaba a decirnos lo que estaba pasando a nuestro alrededor,
señalaba personajes y nos decía su relación con nosotros, nos cambiaba
de puestos, nos unía o desunía según sus palabras iban brotando de su
garganta, nos hacía seguirle y hacer cosas junto a él.
Nos enseñó que teníamos un poder que no
conocíamos, el poder de decidir nuestro destino. Que éramos capaces de
cambiarlo todo y ser arquitectos de un nuevo escenario, cambiaba las
cosas de lugar y a nosotros de sitio, nos pedía que actuáramos siguiendo
el plan que dibujaba en el aire con sus palabras y se producían
transformaciones irreversibles. Escuchar al armador de sueños hablar era
otra cosa, era contagio y complicidad, era entrega y militancia en sus
locuras: hablaba de igualdad, de justicia, del pueblo en el poder y de
la independencia de la patria.
El armador de sueños llevaba siempre un
libro con la vida de Bolívar, chiquitito, pero que se lo sabía de
memoria, como por arte de magia siempre lo abría en la página precisa.
Eso lo hizo después siempre con otros
libritos, uno del guerrero que fue de los primeros, y desde hace un
tiempo con la nueva constitución que junto a él hicimos. Solo lo vi
sacar de vez en cuando un mamotreto enorme que confieso que nunca leí y
era de Iván Mesaros, pero para que leerlo si el me los contaba siempre.
El armador es un maestro que te enseña haciendo, transformando, desde
que se de él siempre era lo mismo, uno con nosotros, uno con su pueblo.
Cuentan que el abuelo del armador fue un
revolucionario legendario, llamado Maisanta y que le dejó como herencia
a nuestro armador su escapulario. Cuentan que una vez le tocó usarlo
por primera vez, por allá en Maracay, cuando bajaba por los aires unos
paracaidistas de su grupo y uno de ellos no lograba que se le abriera el
suyo por más que halaba la cuerda, todos miraron al armador que, dentro
de su inocencia, no había usado nunca el gran poder transferido; solo
supo sacarse del cuello el escapulario y rodilla en tierra empezó a
gritar desesperado y el paracaídas se abrió y supo entonces que tenía
un destino inmenso entre nosotros, los que lo queremos.
Quizá ese día comenzó a darse cuenta.
Desde esa vez, que yo sepa no ha sabido hacer más que armar las cosas
que ve en su cabeza, armar una patria que le parecía injusta, armar un
pueblo que sabía ignorante, sanar a aquellos que no tenían salud y sobre
todo, lo que mejor hace el armador es enfrentarse junto a nosotros a
los gigantes enemigos a quienes llama el imperio.
Es este armador de quien yo hablo,
terminó siendo amado por el pueblo al haber armado ya una patria y otras
patrias, un pueblo y otros pueblos. Este armador se hacía necesario
como la luz del sol, pero un día nos dijo que debía marcharse a hacer
una cosa muy difícil para tratar de quedarse con nosotros un poco más de
tiempo. Hace ni un mes que se nos fue nuestro armador de sueños, hace
ni un mes, a esa batalla y aun no ha vuelto.
Hace ni un mes que parece un siglo lleno
de silencio, de tristeza, de misas, de llantos, de esperanzas, de
credos, de toda la gente esperándolo con frenesí, con todos los que le
seguimos haciendo lo que nos enseño a hacer: a transformar y transformar
el mundo que nos rodea, las cosas que están mal cambiarlas por buenas, a
dar comida al hambriento, enseñanza al ignorante, salud al enfermo a
luchar por los pobres darle guerra frontal al enemigo.
Eso estamos haciendo amigo, padre, hermano armador de nuestros sueños.
Cada día cambiaremos las cosas como nos
pediste, unidos, como nos pediste, con eficiencia, como nos pediste, con
amor a Venezuela y sobre todo con furia gigante contra nuestros
enemigos. Cada día a trabajar antes que esperar que sea otro quien
cambie las cosas, cada día a hacer la revolución con nuestras manos.
Ni yo ni nadie por aquí sabe que es lo
que esta pasando contigo, sabemos que estas armando un sueño para todas y
todos, peleando con gigantes, como siempre, pero ni el cuenta cuentos
nos cuenta algo que nos tranquilice. Así que decidí escribirte en nombre
de todas y todos los armadores de patria que por aquí dejaste, para
decirte que no encontraras nada donde lo dejaste, todo lo habremos
movido, todo estará más cerca del sueño que estamos construyendo.
Armando un puente hermoso para tu retorno, armador de sueños, armado con
la fuerza de mil pueblos!
¡Patria Independiente y Socialista: Viviremos y Venceremos!
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