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Basta revisar la
abundante literatura y filmografía que acompaña a figuras como Alejandro VI, el
Papa Borgia, o las teorías sobre el asesinato del Papa Juan Pablo I, en 1978. La
diferencia es que en esta ocasión las nuevas tecnologías y las divisiones al
interior de la propia curia vaticana han hecho saltar por los aires todos los
sistemas de compartimentación de la información que, tradicionalmente, habían
protegido de mil maravillas a la institución eclesial.
Todo comenzó en
enero de 2012, cuando el periodista italiano Gianluigi Nuzzi publicó cartas del
arzobispo Carlo Maria Viganò, ex secretario de la gobernación del Vaticano entre
2009 y 2011. En las cartas, Viganò pidió al Papa no ser trasladado por haber
denunciado presuntos actos de corrupción: “No existe transparencia alguna en la
gestión de las contratas de construcción y de ingeniería de las empresas que
tienen negocios en el Vaticano” afirmaba, apuntando directamente al secretario
de Estado, Tarcisio Bertone. Aunque la denuncia significaba que el Estado
Vaticano había perdido millones en contratos sobrepreciados, Viganò fue apartado
de su cargo y enviado como nuncio apostólico a Estados Unidos.
En los meses
siguientes se filtraron nuevos documentos a la prensa italiana. En ellos se
comienza a hacer público que las luchas de poder dentro del Vaticano estaban in
crescendo de forma alarmante. Sobre la base de estas nuevas cartas, Nuzzi
publicó en mayo de 2012 un libro titulado Su Santidad: Los papeles secretos de
Benedicto XVI. En esta obra se hacen públicas las cartas y notas confidenciales
del Papa Benedicto XVI, que muestran al Vaticano como un nido de intrigas, celos
y luchas entre facciones de la curia, los grupos ultraconservadores, clanes
mafiosos y otros actores financieros y económicos globales. Se revelan detalles
sobre las finanzas personales del Papa, incluyendo pruebas del pago de sobornos
de personalidades que han buscado una audiencia privada.
El escándalo
escaló. En un intento de aplacar sus efectos, Benedicto XVI nombró, en marzo de
2012, una comisión de cardenales para investigar las filtraciones. La presidió
el cardenal español Julián Herranz (Opus Dei), quien dirige la oficina legal del
Vaticano. Sugerentemente, la investigación criminal responde directamente al
Papa, sin pasar por la Secretaría de Estado dirigida por Bertone. El 26 de mayo,
el Vaticano anuncia el arresto de Paolo Gabriele, más conocido como Paoletto, el
fiel mayordomo personal del Papa desde el año 2006, a quien se acusa de filtrar
la información robada desde el escritorio papal. Detenido por el Vaticano, la
guardia pontificia afirma haber encontrado documentos clasificados en su
departamento. Es sometido a un proceso judicial secreto, en el que la “empresa”
para la cual trabaja actúa a la vez como juez, defensa y acusadora en un juicio
secreto. Según 'Il Corriere della Sera', el mayordomo Paoletto, miembro del Opus
Dei, sería un agente doble al servicio del Vaticano para desenmascarar a los
auténticos “topos” que robaron la documentación del “Vatileaks”. Según esas
fuentes, habría sido descubierto hace seis meses, y en ese instante decidió
colaborar con las autoridades vaticanas a cambio de evitar la cárcel. Desde esa
fecha habría seguido sacando documentos de la recámara papal y entregándoselos a
otros implicados en la trama del “Vatileaks” para que la guardia vaticana
pudiera identificarlos. Se estima que tras la resolución del escándalo será
indultado.
LOS TRES
PODERES EN DISPUTA
¿Pero qué hay
detrás de tantas acusaciones y disputas? En primer lugar, una lucha fraticida
por la sucesión de Benedicto XVI. Este es el móvil principal, ya que las piezas
de todos los actores involucrados se mueven tras el trono de San Pedro como
presa central.
Joseph
Ratzinger, de 85 años, es un Papa enfermo y solitario que no ha logrado gobernar
su pequeño Estado. Algunos vaticanistas de renombre, como Sandro Magister, ya se
atreven a revelar sus candidatos a Papa. En su caso, es el cardenal canadiense
Marc Ouellet, un tradicionalista que sería fuertemente resistido por los
cardenales italianos, que esperan que uno de los suyos vuelva al pontificado
luego de más de treinta años de Papas “extranjeros”.
Enfrentado a
permanentes escándalos y disputas intraeclesiales, Ratzinger se ha retirado a la
reflexión doctrinal y teológica, delegando de forma creciente un gran poder de
gobierno a su secretario de Estado, Tarcicio Bertone. Este es el segundo poder
en disputa. Bertone, a lo largo de los años, ha ejercido su cargo de forma cada
vez más visible y ostentosa. De esa forma ha emprendido giras internacionales
como la que realizó a Chile en marzo de 2010, extralimitándose respecto a su rol
eminentemente político y no pastoral. Además, se acusa a Bertone de no haber
logrado impedir que el gobierno de Mario Monti impusiera una nueva ley que
obliga a la Iglesia italiana a pagar el impuesto de bienes inmuebles sobre todos
los edificios que no se dedican al culto religioso, es decir, unas treinta mil
propiedades.
Bertone habría
iniciado una serie de turbios negocios con el fin de comprar una red de clínicas
privadas en territorio italiano, partiendo por la famosa clínica Gemelli, de
Roma. Estos negocios, que en buena parte fracasaron, han servido de excusa para
que el antiguo secretario de Estado, Angelo Sodano, y sus partidarios (los
cardenales Jorge Medina y Darío Castrillón entre otros) hayan comenzado una
campaña de desprestigio y acusaciones violentas en su contra, partiendo por
atribuirle relaciones homosexuales, incompetencia, corrupción desenfrenada y
nepotismo. Entre las cartas publicadas por Nuzzi se mostraría a Benedicto XVI en
abierta confrontación con Bertone. Sin embargo, también cabe sospechar de estas
filtraciones ya que estas cartas, reveladas por Paoletto actuando como agente
doble, benefician a los antagonistas de Bertone, que desearían su pronta caída
para hacerse con el segundo cargo de poder en la Iglesia.
El tercer foco
de conflicto radica en el Banco Vaticano. En 2009 Estados Unidos colocó a la
Santa Sede en la lista de Estados acusados de colaborar en el blanqueo de
capitales. Alarmado, ya que esta acusación podría significar un estrangulamiento
del crédito internacional, el Papa nombró al economista Ettore Gotti Tedeschi,
director de la filial italiana del Banco Santander, al frente del Instituto para
las Obras de Religión (IOR), más conocido como Banco Vaticano. Su misión era
ordenar las cuentas y lograr que el Vaticano pudiera aparecer en la white list
de los Estados con altos estándares de oposición al blanqueo de capitales.
Tedeschi, miembro del Opus Dei, comprendió al poco tiempo que la tarea que se le
encomendó no sólo era imposible, sino que lo más probable era que si intentaba
transparentar esos fondos, su vida empezaría a correr peligro.
En este
contexto, a fines de mayo de 2012 Tarcisio Bertone, como contralor del banco,
ordenó la expulsión de Tedeschi de su cargo, en medio de graves acusaciones que
insinúan que Tedeschi sería el “cuervo” que habría entregado la información a
Nuzzi, además de llevar una vida libertina, etc. El 9 de junio un periódico del
norte de Italia filtró un supuesto “informe sicológico”, confeccionado ex
profeso con el interés de mostrar a Tedeschi como víctima de desordenes
patológicos. Sin duda el banquero vaticano ha sido víctima de los ataques de
Bertone y su clan, pero eso no lo exculpa del todo. De hecho, la policía
italiana allanó la casa de Gotti Tedeschi en Piacenza y sus oficinas de Milán,
ya que lo acusan de recibir comisiones ilegales por la venta de helicópteros a
India por parte del grupo Finmeccanica, en un turbio manejo del partido de
extrema derecha Liga Norte. Tedeschi no es de trigos limpios. Pero su salida del
Banco Vaticano supera todo lo esperado.
El gran temor
que ahora corroe al Instituto para las Obras de Religión es que en el
allanamiento policial a Tedeschi la policía habría requisado un legajo con cerca
de 200 páginas que incluirían emails, apuntes manuscritos y una agenda en que
aparecen encuentros, reuniones y citas con personajes públicos, e información
sobre cuentas bajo código cifrado que la mafia tendría en el Banco Vaticano. Se
habla de depósitos con gruesas sumas en comisiones ilegales pagadas a algunos
funcionarios y políticos, tanto de Italia como del Vaticano mismo. Ante tamaña
filtración, el portavoz eclesial ha manifestado su “máxima confianza en que las
prerrogativas soberanas reconocidas a la Santa Sede por la legislación
internacional sean adecuadamente respetadas” y agrega, a modo de amenaza: “La
Santa Sede (…) está examinando con el mayor cuidado la eventual lesividad de las
circunstancias”. En otras palabras, que las autoridades judiciales italianas no
se atrevan a publicar e investigar el caso, so pena de entrar en un litigio
político y diplomático de marca mayor.
Lo único claro
es que para julio de este año se anticipa un veredicto negativo en contra del
Banco Vaticano por parte de las autoridades internacionales que evalúan la
normativa contra el blanqueo de capitales. Si además la banca de Italia es
“rescatada”, como ha ocurrido con la banca española el pasado 9 de junio, el
Instituto para las Obras de Religión (IOR) podría perder su autonomía y debería
empezar a ser fiscalizado por la Unión Europea. En ese momento, la economía
vaticana, altamente dependiente de la economía italiana, podría paralizarse y
tendrían que salir a flote todas las cuentas oscuras que ha acumulado esta
institución por décadas. En síntesis, en caso de un rescate a Italia, se puede
augurar un cataclismo de marca mayor para el Vaticano.
LA MANO DE LA
MAFIA Y DE LAS REDES DE PEDOFILIA
Tras estas
disputas centrales sobrevuelan otras menores, pero no menos importantes. La más
ruidosa es la que se vincula a la muerte de Emanuela Orlandi, hija de un
funcionario del Vaticano, en 1983. El domingo 27 de mayo cientos de amigos y
familiares de Emanuela concurrieron a la plaza de San Pedro cuando el Papa
dirigía el rezo del Regina Coeli desde el balcón de su estudio. Con su
manifestación esperaban que el Papa dijera algo sobre el caso. Pero no fue así.
Benedicto XVI no aludió a ella a pesar del gran cartel con su nombre que se
desplegó. Al finalizar la oración, estallaron las protestas al grito de
¡Vergüenza!, ¡Vergüenza! y ¡Verdad, verdad! Emanuela Orlandi , de nacionalidad
vaticana, desapareció misteriosamente hace 29 años, cuando tenía 15 años. Su
cuerpo nunca fue encontrado. Al poco tiempo, desapareció en Roma otra joven,
Mirella Gregori, en circunstancias muy similares.
Las teorías
sobre el paradero de Emanuela son muchas. Algunos acusaron al cardenal Paul
Marcinkus, presidente del Banco Vaticano entre 1971 y 1989, quien estuvo
involucrado en la quiebra fraudulenta del Banco Ambrosiano, en 1982, y según el
autor inglés David Yallop, en el asesinato de Juan Pablo I. Para el padre
Gabriele Amorth, exorcista oficial del Vaticano, Emanuela Orlandi fue capturada
por una red de pederastas de la curia vaticana que la convirtió en esclava
sexual. Cuando se cansaron de ella, la habrían asesinado y desaparecido. Otras
versiones afirman que el cuerpo de Emanuela estaría junto a la tumba de
“Renatino” De Pedis, jefe de la peor mafia de Roma, enterrado en la basílica de
San Apolinar en 1990 luego de ser asesinado a tiros por una banda rival. La
viuda de “Renatino” habría pagado una fuerte suma de dinero al Opus Dei, regente
de San Apolinar, para conseguir que este capo mafioso pudiese ser sepultado
junto a grandes cardenales. Y el cuerpo de Emanuela habría ido a parar a ese
lugar ya que De Pedis habría tenido relación con el caso.
Todas estas son
conjeturas. Pero lo cierto es que la Fiscalía romana acaba de imputar a monseñor
Pietro Vergari , del Opus Dei y ex rector de San Apolinar, como colaborador en
el secuestro y desaparición de Emanuela Orlandi . El punto es que Vergari se
conecta en la investigación con otro personaje relevante: el cardenal Bernard
Francis Law, arzobispo de Boston, quién tuvo que dimitir en 2002 luego de
destaparse su protección a una gran red de pedofilia de sacerdotes de su
diócesis. En el proceso por Orlandi aparece una extraña carta dirigida a “Box
331, Kenmore Station, Boston”, dirección postal usada en los 80 por la
organización de pedófilos Nambla (North American Man Boy Lover Association), la
red de pedófilos protegida por el cardenal Law. ¿Hay un vínculo que una estos
casos? De hecho el cardenal Law, luego de renunciar a la diócesis de Boston,
terminó sus días como arcipreste de la basílica de Santa María la Mayor, en
Roma.
“Vatileaks” ha
abierto muchas de las cajas de Pandora que guardaba el Vaticano. Pero es
necesario leer sus datos con cuidado. La revelación de esta información se da en
el contexto de una guerra de información de carácter hobbsiano, donde el “hombre
es un lobo para el hombre” y en la que es muy probable que los agentes dobles,
las pistas falsas, los mensajes codificados y los señuelos creados para
despistar sean muy numerosos. Pero lo cierto es que un poco de transparencia ha
empezado a llegar hasta Roma. Ya era hora.
Revista Punto
Final
OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA
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