Desmontando al Mariano
Mariano es el títere de un sistema del
que no quiere salir y en el que está todo “atado y bien atado”, a no ser que el
pueblo se rebele. El actual gobierno sigue, decreto a decreto, las directrices
de lo que Mariano llama “los mercados”. Esas estructuras capitalistas que
provocan que en el mundo haya casi 1.000 millones de personas que mueren de
hambre, una destrucción de la naturaleza antes nunca vista y unas desigualdades
sociales cada vez más preocupantes.
Mariano sigue fiel al “there is no
alternative” (no hay alternativa): Justifica todas y cada una de las decisiones
tomadas unilateralmente por el PP, con la falaz argumentación de que cualquier
otra opción sería aún peor. Con un cinismo propio de otras dictaduras, pide a la
gente comprensión y solidaridad, que no es otra cosa que asumir más sacrificios,
sumisión a lo que venga y obediencia ciega a unas políticas depredadoras y
caníbales.
Las
decisiones de Mariano están dictadas al detalle por los organismos
internacionales que promueven las políticas neoliberales. Banco Central Europeo,
Fondo Monetario Internacional y otras agencias privadas y no democráticas.
Durante 2012 se ha venido produciendo
una reducción sin precedentes de las conquistas y derechos sociales de la mayor
parte de la población. Los recortes aplicados por este Gobierno se han llevado a
cabo con el pretexto de la reducción del déficit, mientras una cantidad
insultante de fondos se han canalizado para ayudas y rescates a las entidades
financieras. De esto no ha hablado Mariano.
Aunque Mariano no lo haya dicho a las
claras, siguen y seguirán en 2013 los recortes en los servicios públicos y las
ayudas sociales, el detroceso en derechos de todo tipo, las privatizaciones (que
ellos llaman externalizaciones) o las reformas laborales para precarizar aún más
las condiciones de trabajo y los despidos baratos.
Su fe ciega en el capitalismo solo le
permite ver en el patrón, las multinacionales y “los mercados” la solución hacia
un deseado, para él, crecimiento económico. Como el que sigue una religión con
fanatismo, Mariano deforma la realidad haciendo ver que sus políticas están
mejorando la situación, incluso económica, del estado español. ¡Si hasta los
índices macroeconómicos muestran el retroceso general e imparable de un sistema
que depende de recursos limitados en un planeta finito y que no da más de
si!
Aquí no entraremos en otras partes del
discurso de Mariano: excusas ante el legado recibido por este gobierno
(haciendo referencia a la gestión del PSOE), la crisis del euro o su relación
con Artur Mas. Cuestiones de maquillaje político que no son más que el teatrillo
de una falsa y mentirosa “democracia”.
Mariano no es capaz de reconocer el
enorme retroceso que estamos viviendo a nivel social y cultural, el grave
deterioro ambiental y la necesidad de frenar esta espiral desarrollista y
cambiar de sistema político. Esto solo lo lograremos cambiando este gobierno y
este sistema. Lo cual solo será posible si no dejamos que nos gobiernen
personajes como Rajoy en un sistema capitalista que solo busca la acumulación de
cada vez más dinero en manos de unos pocos codiciosos y privilegiados. Entre
ellos, Mariano.
¡Tomemos las riendas de nuestras vidas
y luchemos por lo común y por el “buen vivir” para todas!
DEBIL CON LOS FUERTES, FUERTE CON LOS DÉBILES
En vez de demostrar su fortaleza con los poderosos y exigirles más en el
contexto de la crisis, el Gobierno español ha preferido plagar de impuestos
indirectos, tasas y repagos la vida diaria de todos los ciudadanos, olvidando
cualquier noción de progresividad fiscal.
Los desahucios
son la muestra más hiriente de sobre quién cae el efecto de la crisis.
El Gobierno ha aplicado nuevos impuestos,
tasas y repagos, mientras ha mantenido la tributación de las SICAV, ha impulsado
una amnistía fiscal y ha puesto un tipo cero al impuesto sobre depósitos
bancarios
Pese a que el mayor esfuerzo del Gobierno central para equilibrar la balanza
entre gastos e ingresos ha caído sobre el recorte de los primeros, a través de
la sacralizada austeridad, el Ejecutivo también ha intentado poner remedio al
desequilibrio aprobando o subiendo impuestos y tasas para intentar aumentar los
ingresos.
Olvidando aquello de que la fortaleza se demuestra con los poderosos y no con los débiles, el Gobierno de Rajoy ha plagado de impuestos, tasas y repagos la vida diaria de los ciudadanos, sin exigir en ningún momento un esfuerzo mayor a los que más tienen. Más bien al contrario. Sirven como ejemplos el impuesto a los depósitos bancarios a tipo cero –es decir, no se recauda nada–, el mantenimiento de la tributación de las SICAV al 1% o la tan cacareada amnistía fiscal para los defraudadores.
Sobre los impuestos, la medida estrella de Rajoy ha sido la subida del IVA y del IRPF, impuestos indirectos que afectan a todos los ciudadanos por igual. En el caso del IRPF, el gravamen se elevó en seis puntos porcentuales, mientras que, en el IVA, la subida de los diferentes tramos vino agravada por la nueva clasificación, que hizo que sectores como las peluquerías, las funerarias o las veterinarias, que antes tributaban el 8% del IVA, pasasen de un día para otro a tributar el 21%. Todavía peor, algunos productos como el material escolar pasaron del 4% al 21% de la noche a la mañana.
A la subida de varios impuestos de les añade la instauración de algunas tasas sobre algunos de los pilares del estado del bienestar. En Educación, mientras que la reforma de Wert se ceba con la educación primaria y secundaria, las tasas lo hacen con la educación superior. En efecto, las matrículas universitarias se han disparado este año hasta un 66%, como en el caso de Catalunya, a lo que se suman, entre otros, los recortes en becas y subvenciones, la no renovación del profesorado jubilado o el cierre de bibliotecas a lo largo y ancho del Estado.
La Sanidad tampoco se libra de las nuevas tasas, en la que al cierre o privatización de ambulatorios, hospitales y servicios de urgencias se le unen medidas de repago o medidas mas perversas si cabe, como la retirada de financiación pública a 456 fármacos. Entrando en detalles, nos encontramos, por ejemplo, con despropósitos como el del tratamiento de la esquizofrenia, para el que se dejará de utilizar un medicamento de 4,14 euros a cambio de uno de más de 250 euros.
Tasas como estas –y otras tantas que no caben en este texto– lastran el menguante estado de bienestar. Otras, sin embargo, atentan directamente contra la noción más básica de un estado democrático, como lo son las recientemente aprobadas tasas judiciales del ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón. Las polémicas tasas, que han puesto en pie de guerra al tradicionalmente conservador estamento judicial, alcanzan el surrealismo en casos como el de recurrir una multa de 100 euros, para lo que habrá que pagar de 200 en tasas; o la reclamación de una deuda de 2.100 euros, para la que habrá que abonar 921 euros. Pero más allá de disparates y despropósitos, la gravedad de las tasas judiciales radica en eliminar la supuesta universalidad que acompaña al ejercicio de la Justicia, alejándola de aquellos que no pueden pagarla.
OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA
Olvidando aquello de que la fortaleza se demuestra con los poderosos y no con los débiles, el Gobierno de Rajoy ha plagado de impuestos, tasas y repagos la vida diaria de los ciudadanos, sin exigir en ningún momento un esfuerzo mayor a los que más tienen. Más bien al contrario. Sirven como ejemplos el impuesto a los depósitos bancarios a tipo cero –es decir, no se recauda nada–, el mantenimiento de la tributación de las SICAV al 1% o la tan cacareada amnistía fiscal para los defraudadores.
Sobre los impuestos, la medida estrella de Rajoy ha sido la subida del IVA y del IRPF, impuestos indirectos que afectan a todos los ciudadanos por igual. En el caso del IRPF, el gravamen se elevó en seis puntos porcentuales, mientras que, en el IVA, la subida de los diferentes tramos vino agravada por la nueva clasificación, que hizo que sectores como las peluquerías, las funerarias o las veterinarias, que antes tributaban el 8% del IVA, pasasen de un día para otro a tributar el 21%. Todavía peor, algunos productos como el material escolar pasaron del 4% al 21% de la noche a la mañana.
A la subida de varios impuestos de les añade la instauración de algunas tasas sobre algunos de los pilares del estado del bienestar. En Educación, mientras que la reforma de Wert se ceba con la educación primaria y secundaria, las tasas lo hacen con la educación superior. En efecto, las matrículas universitarias se han disparado este año hasta un 66%, como en el caso de Catalunya, a lo que se suman, entre otros, los recortes en becas y subvenciones, la no renovación del profesorado jubilado o el cierre de bibliotecas a lo largo y ancho del Estado.
La Sanidad tampoco se libra de las nuevas tasas, en la que al cierre o privatización de ambulatorios, hospitales y servicios de urgencias se le unen medidas de repago o medidas mas perversas si cabe, como la retirada de financiación pública a 456 fármacos. Entrando en detalles, nos encontramos, por ejemplo, con despropósitos como el del tratamiento de la esquizofrenia, para el que se dejará de utilizar un medicamento de 4,14 euros a cambio de uno de más de 250 euros.
Tasas como estas –y otras tantas que no caben en este texto– lastran el menguante estado de bienestar. Otras, sin embargo, atentan directamente contra la noción más básica de un estado democrático, como lo son las recientemente aprobadas tasas judiciales del ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón. Las polémicas tasas, que han puesto en pie de guerra al tradicionalmente conservador estamento judicial, alcanzan el surrealismo en casos como el de recurrir una multa de 100 euros, para lo que habrá que pagar de 200 en tasas; o la reclamación de una deuda de 2.100 euros, para la que habrá que abonar 921 euros. Pero más allá de disparates y despropósitos, la gravedad de las tasas judiciales radica en eliminar la supuesta universalidad que acompaña al ejercicio de la Justicia, alejándola de aquellos que no pueden pagarla.
OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA
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