24 Noviembre 2012
En 1970, las mujeres soldados representaban el 1 por ciento de todas las fuerzas armadas de Estados Unidos. Hoy ese número aumentó a aproximadamente el 15 por ciento, casi 200.000 en total. Como el número de soldados femeninos crecen, hasta el Pentágono reconoce en sus propios informes el creciente problema de las agresiones sexuales militares en zonas de guerra: aumentaron en 26 por ciento entre 2007 y 2008, y en otro 33 por ciento al año siguiente.
La muerte en 2005 de la mujer-soldado raso del ejército de Estados Unidos LaVena Johnson fue declarada oficialmente suicidio por el Pentágono (ministerio de Defensa, DoD, su sigla en inglés), pero continúa ejemplificando la violencia sexual que padecen las mujeres-soldado mientras sirven a su país. La autopsia de Johnson reveló heridas contradictorias con la versión oficial de “suicidio”, incluyendo abundantes quemaduras químicas que se cree fueron provocadas para destruir evidencia de ADN dejada por la violación.
El Pentágono ha intentado intimidar a reporteros y redactores que trabajaban historias sobre Jonson, uno más entre por los menos veinte casos en que soldados de sexo femenino han muerto bajo circunstancias sospechosas. Las muertes misteriosas coinciden con un aumento de la violencia sexual contra mujeres entre los militares.
Según el DoD, en 2010, hubo en total 3.158 informes de agresión sexual en los cuarteles militares, pero ese mismo ministerio estima que este número representa sólo el 13,5 por ciento de los asaltos reales, porque el número total de violaciones y agresiones sexuales militares sería superior a 19.000 al año.
El Proyecto Censurado desenterró esta noticia publicada originalmente por el periodista independiente John Lasker, de Columbus, Ohio, en Toward Freefom, 14 de julio 2011. El caso del “suicidio” en Irak de la mujer soldado de 19 años, descrita como “amorosa y feliz”, apunta a una desconocida historia, cobarde, abusiva, sórdida y mucho más amplia, imposible de ser conocida por la clientela de los grandes medios de información.
INTENTARÁN INVESTIGACIÓN INDEPENDIENTE
La decisión del Research Institute de Filadelfia (CCIRI, sigla en inglés) de investigar el caso, tal vez finalmente convierta en un hecho conocido para un público mucho más amplio la historia de Lavena y las muertes misteriosas de otras mujeres soldados negras mientras “servían a la patria” en bases en Afganistán e Iraq.
El CCIRI, que antes investigó los asesinatos de Tupac Shakur (desaparecida, caso de 1996) y Levy Chandra (pasante del Congreso, 2001), tiene sus propios peritos balísticos y forenses, más un psicólogo experto en suicidios, capaces de dar una buena mirada al archivo de la investigación militar y a fotos de la autopsia. Todos tienen serias dudas de que Lavena se haya quitado la vida.
“No hay duda [que la investigación y conclusión del suicidio] de los militares tiene problemas”, dijo Sheryl McCollum, directora del CCIRI. “Si hay cualquier signo de asesinato, no se puede invocar automáticamente un suicidio”.
MILITARES CONTROLAN LOS MEDIOS
Mientras el CCIRI tiene el coraje de enfrentar este potencial encubrimiento militar, medios importantes, como CBS News 60 Minutes y ABC News, intentaron informar sobre la muerte de Lavena, pero se echaron atrás con la transmisión de la historia, a pesar que CBS y ABC gastaron miles de dólares en el envío de varios equipos a la casa de los Johnson. 60 Minutos también pagó para que el cuerpo de Lavena fuera exhumado para una segunda autopsia, de acuerdo con su padre, el Dr. John Jonson, de St. Louis.
“Nadie va a tocar la historia de Lavena ni con un palo de tres metros”, dijo el Dr. Jonson, aludiendo a las empresas de los grandes medios de comunicación. El Pentágono tiene agarrada financieramente a la industria mediática con la amenaza de retirar la publicidad del ejército de los canales, explicó el padre de la mujer soldado.
“De seguro que los militares no querrán admitir que mujeres negras soldados son violadas y asesinadas, porque ya tienen dificultades para contratar y retener a las mujeres negras”, dijo a Toward Freedom. Sería devastador para el reclutamiento difundir historias en los medios de comunicación más importantes sobre mujeres soldados negros brutalmente violadas”.
El Pentágono ha tratado de intimidar a los reporteros y editores que trabajan historias sobre Lavena. El magazine Essence, por ejemplo, fue amenazado con el retiro de los dólares pagados por la publicidad militar si lanzaba al público una historia sobre Lavena. La revista cedió al Pentágono contando una historia aguada que los editores justificaron por la supervivencia del magazine que se inclinó para evitar la pérdida de la publicidad militar. Justamente, la publicidad busca más jóvenes reclutas como Lavena entre las mujeres negras.
“La familia de Lavena se esfuerza por crear conciencia acerca del caso de una hija que amaba a servir a su país y vivió para hacer la diferencia en ayudar a otros”, escribió Lasker . El ejército de Estados Unidos era su destino, dijo su padre. Ella era del ejército en tercera generación, así que su familia no se sorprendió cuando a la ex-violinista estudiantil de honor se le ordenó ir a Irak en 2005.
Según la versión del ejército, a pesar que Lavena siempre mantuvo una actitud positiva, el 18 de julio 2005 su espíritu dio un giro tremendo. Esa tarde, dicen los militares, su nuevo novio de dos meses rompió con ella por correo electrónico desde su casa en Kentucky. Bueno, lo que sigue en la versión castrense es fácil de imaginar: se metió en una tienda vacía de Kellogg Brown and Root (KBR), constructora filial de Halliburton, la incendió con aerosol y tranquilamente se suicidó con su M16 después de comprar varias botellas de gaseosa y a 24 horas de haber hablado con su madre por teléfono satelital para anunciarle que pasarían juntas la Navidad. “No decores el árbol sin mí”. Ésta fue la versión militar oficial. Caso cerrado.
VIOLACIONES A GRANEL
Pero hay otra historia encubierta. Dos expertos en balística, Donald Marion y Cyril Wecht, le dijeron a la familia que las heridas Lavena no eran consistentes con un M16 y la supuesta herida de salida de bala en la parte superior de la cabeza parece más una herida causada por una pistola de 9 mm.
La autopsia militar de Lavena reveló un labio partido, dientes rotos, marcas de arañazos en el cuello, pero no heridas graves. Sin embargo, en la segunda autopsia -pagada por CBS 60 Minutes-, nuevos rayos X revelaron que el cuello estaba roto.
Aún más extraño, la segunda autopsia mostró también que los militares habían retirado parte de la lengua, la vagina y el ano y no se lo dijeron a los Johnson, ni lo documentaron en la primera autopsia.
Por inverosímil y retorcido que parezca, la extracción de partes del cuerpo, en algunos casos el corazón o el cerebro, o ambos, se ha dado en otros cadáveres de mujeres soldados que perecieron por causas “no relacionadas con combate”.
El Dr. Johnson cree que los militares extrajeron partes del cuerpo de Lavena para ocultar lo que realmente le pasó a su hija: Trauma Sexual Militar o MST, eufemismo que es la designación oficial para las violaciones de milicos.
En otro caso, en julio de 2005, Jamie Leigh Jones, de 20 años, denunció que fue violada y golpeada por empleados de KBR y encerrada en un contenedor de transporte por los administradores, después que ella buscó a la policía. Jones y sus abogados, que perdieron una demanda federal civil contra KBR en julio 2011, dijeron que otras 40 empleadas mujeres KBR que trabajaban en Afganistán e Irak les contaron historias de violaciones, palizas y acoso sexual.
Además de la frialdad de los militares frente al caso, los Johnson dijeron que el Congreso casi no ha movido un dedo para ayudar. Un equipo de funcionarios quiso investigar la muerte de Lavena, pero no logró conseguir siquiera las fotos de la autopsia.
La ex coronel Ann Wright, retirada del ejército y ahora activista por la paz -navegó por el Mediterráneo con la Flotilla de la Libertad de Gaza-, dijo que hay muchas más muertes sospechosas de soldados femeninos y la versión de los militares simplemente no es creíble.
De hecho, dijo Wright, hay más de 20 muertes de soldados femeninos bajo escrutinio. Casi todos se han producido en bases de Afganistán o Irak. De estos 20, los informes militares de 14 dictaminaron suicidio, incluyendo a Lavena Johnson. Y al igual que los Johnson, muchas de estas familias se niegan a aceptar la explicación de los militares, creyendo que sus hijas murieron a manos de sus soldados-compañeros o contratistas.
Como las agresiones sexuales militares en zonas de guerra aumentaron en 26% entre 2007 y 2008, y en 33% al año siguiente, el incremento se debe a que los soldados varones saben que pueden salirse con la suya, dijo Wright. Una encuesta de la Oficina de Responsabilidad Gubernamental 2008 encontró que el 50% de las militares víctimas de agresión sexual nunca reportaron el crimen porque sentían que sus oficiales al mando pasarían por alto los cargos o, peor aún, de alguna manera los silenciarían.
En una zona de guerra, el aire de intimidación a raíz de una violación puede adquirir connotaciones a otro nivel, simplemente porque la víctima está rodeada de violencia y confusión, dijo Wright. “Van a decirte: ‘¿Vas a estar muerta para mañana. Violarla a usted es sólo el costo de la guerra. Lo que haremos ahora simplemente será añadir (su asesinato) a la seguridad insegura’”.
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