¡¡¡¡¡¡LOS TRABAJADORES NO SOMOS MERCANCIA !!!!!!!!!
Yoigo: Verdades no tan verdaderas
Yoigo (Xfera móviles) es
la cuarta operadora de telefonía móvil en España y una marca conocida
por su imagen fresca en los medios. Aparece con una imagen diferente en
la publicidad a través de sus conocidos muñecos en televisión o en
carteles.Sin embargo esto oculta una realidad mucho más mundana. El modelo low-cost de costes bajos para el cliente implica una estrategia de abaratamiento a través de una plantilla de poco más de cien empleados y algunos consultores y autónomos que integran dentro de la organización realizando tareas no diferenciadas respecto a los empleados propios de Yoigo, en presunta situación de cesión ilegal, confirmada por la inspección de trabajo. El grueso de los trabajos se realiza a través de subcontratas grandes: Ericsson para toda la infraestructura de red, Dextra para logística, Emergia para el Call Center y Telvent para IT.
Esa eficiencia que además se abandera como valor de la compañía se traduce en que relativamente pocas personas deben asumir una cantidad de trabajo y una responsabilidad considerables, es decir, jornadas extensas, agobios y con implicación personal en que cada proyecto salga bien.
Lógicamente en este entorno la conciliación laboral no está bien vista, ya que siempre se espera de los empleados que estén dispuestos a prolongar día sí y día también la jornada laboral, especialmente en el área técnica.
Es el caso concreto de un trabajador, qué después de casi 5 años como consultor trabajando codo con codo con el resto de trabajadores de Yoigo en el área técnica, la compañía tomó la decisión de prescindir de él sin explicarle motivos unos meses después de haber sido padre.
Este trabajador, perteneciente al área técnica, decidió denunciar la situación de cesión ilegal que estaba viviendo dentro de Yoigo y a pesar del informe positivo de la inspección que apreció 5 casos de cesión ilegal uno de ellos ha sido despedido y ahora está luchando por el despido nulo y la readmisión.
El modelo low-cost puede ser apropiado para un segmento concreto de clientes que buscan ajustar en precios, pero no puede aplicarse igualmente sobre los empleados.
100 Montaditos y La Sureña. ¿Qué esconde el montadito?: estafas, abusos y represión antisindical
Entrevista realizada en Sevilla, Octubre 2012
Entrevista realizada por Francisco Manuel Carballo Rodriguez
En
dos locales de “100 Montaditos” y “La Sureña” en Castilleja de la Cuesta
(Sevilla) el empresario comete todo tipo de tropelías contra los
trabajadores. Les obliga a jornadas de hasta doce horas y les conmina a
estar siempre preparados, en sus horas y días de descanso, a acudir a
trabajar en cuanto les llame. Les roba parte de la nómina. Contrata a
trabajadores dos semanas “de prueba” sin salario ni alta, para
despedirles al final del período “de prueba” y sustituirles por otros
dos trabajadores gratuitos. Ante los abusos, un trabajador acude a CCOO
y, aconsejado por el sindicato, convoca elecciones sindicales. Desde
entonces se desencadena una sucesión de amenazas y represalias para
eliminar a los candidatos y a quienes les apoyan.
El
grupo Restalia gestiona actualmente en España más de doscientos
establecimientos de la cadena de restaurantes de comida rápida “100
Montaditos” y alrededor de cuarenta locales de su segunda marca, las
cervecerías “La Sureña”. Su fundador define la cadena como “el todo a
100 de la restauración” y el diario digital Huffington Post
la ha bautizado como el “Zara de los bocadillos”. Los establecimientos
funcionan en régimen de franquicia y el grupo Restalia gestiona a sus
franquiciados y asegura el buen funcionamiento y la imagen de sus
marcas. En expansión y volumen de negocio, la cadena es un éxito. Sin
embargo, algunos de sus franquiciados tienen prácticas laborales que
desbordan todo límite ético y legal. Es el caso del local situado en una
gran superficie comercial en Castilleja de la Cuesta, Sevilla.
“La política de Restalia: los restaurantes no se cierran”
Juan
Manuel comenzó a trabajar en “100 Montaditos” cuando el franquiciado que
llevaba el local decide abandonar el negocio. Restalia, siguiendo su
estrategia de mantener sus establecimientos abiertos para no dar una
imagen de fracaso, se hizo cargo provisionalmente del establecimiento
mientras buscaba un nuevo franquiciado. Restalia contrató a Juan Manuel,
junto con veinte trabajadores más. En la nueva plantilla del local
estaban los recién llegados y algunos de los antiguos empleados. Durante
los cuatro meses que Restalia gestiona el restaurante las
irregularidades se van acumulando, “las cosas comunes que hace Restalia,
como pagar en negro una parte de las horas, cobrar las horas extra un
mes después, ese tipo de cosas, pero vamos, esos son los abusos clásicos
que cometen siempre...”
“Era como un Cayetano de Alba, si hubiese podido, habría resuelto los problemas con la espada”
El
nuevo propietario llegó con muchas ideas. A los trabajadores, esas
ideas, como la de ahorrar una aceituna en cada ensalada, les parecían
más o menos ingeniosas, cuando no ridículas. Lo mismo les pasaba con las
charlas que les daba sobre la responsabilidad colectiva con la empresa y
la importancia de un proyecto común. Pero el ingenio del jefe iba más
allá. Cuando reciben la primera nómina descubren que no cobran los dos
primeros días que trabajaron: legalmente habían estado de baja durante
el cambio de contrato de Restalia al franquiciado. Pero aún sería peor.
Los dos meses siguientes coincidieron con los meses fuertes del verano.
Las ventas aumentaron mucho: la facturación mensual superaba los 90.000
euros. A la vista del éxito, y tan sólo tres meses después de haberse
hecho cargo del local de los “100 Montaditos”, el propietario toma la
decisión de hacerse con un local contiguo y montar en él un
establecimiento de la segunda marca del grupo, una cervecería de “La
Sureña”.
“...si
hasta entonces aquello era un cachondeo, entonces ya se empieza a
desmadrar. Este hombre coge a la mitad de la plantilla y les dice que
van a tener que trabajar simultáneamente, tanto en un local como en
otro. Hace contratos de 6 y de 8 horas, por las dos empresas. Empieza a
ponerse muy borde, a exigir que la gente esté en su casa con el uniforme
preparado para, cuando él llame, venir corriendo a trabajar. Empieza a
haber turnos de 10 y 12 horas, no hay descansos ni paradas para comer,
se restringen las comidas: te tienes que traer la comida de tu casa.
Empieza a adoptar una actitud muy chulesca”.
Dos
semanas antes de la apertura del nuevo local, Juan Manuel y otros tres
trabajadores, que son los que se harán cargo de la gestión, son enviados
a un establecimiento de “La Sureña” en Sevilla para formarse en el
nuevo modelo de negocio. Durante esos quince días trabajaron ocho horas
diarias. En la nómina del mes siguiente sólo percibieron medio mes: no
habían cobrado los quince días de formación. Según su jefe, Restalia
debía hacerse cargo de ese coste. Restalia, por su parte, rechazaba
cualquier responsabilidad.
“Contacto
con un consultor de Restalia y me dice que no me deje engañar, que
ellos no cobran por las formaciones y que hable con mi franquiciado que
es el que nos tiene que pagar. El tío empieza a pasarle la pelota al
otro. Al final el franquiciado nos dice que en septiembre se había ido
de vacaciones con sus hijos y se había gastado el dinero, así que no
tenía para pagarnos. Yo aluciné. Como me parecía que eso no era ni medio
normal, acudo a CCOO. Acudo solamente a título informativo, para
preguntar qué opciones tenía y si podía hacer algo al respecto. En
Comisiones me trataron de puta madre y me ofrecieron como solución,
puesto que en la empresa no teníamos delegado sindical, convocar unas
elecciones sindicales. Yo me presto a ello y mientras tanto las cosas
siguen su curso”.
Cazando sindicalistas: despidos a discreción.
Con los
dos negocios en funcionamiento, el propietario ya no estaba
continuamente en los locales y había delegado esa tarea en un gerente.
Fue éste quien recibió, por parte de un representante del sindicato, la
documentación de las elecciones sindicales. El propietario monta en
cólera.
“El tío
se pone totalmente intratable. Llega allí dando golpes en la mesa y
diciendo que allí nada más que había miserables y traidores, que como se
enterara de quién estaba detrás de esto iba a ir a la calle. Desde
entonces, se convirtió en un rosario de amenazas continuas, gritos y
malos tratos, brutal. La gente empieza a trabajar con miedo, porque
trabajas acojonado. El tío está pendiente de todo”.
Pese a
todo, la convocatoria de elecciones sigue adelante. El propietario, ante
la impotencia de no saber quién o quiénes han sido los promotores de la
iniciativa, comienza a despedir trabajadores.
“De un
día para otro despidió a una compañera, que estaba estudiando derecho,
bajo la sospecha de que había podido ser ella. La chavala estaba
alucinando. El tío estaba haciendo despidos al azar y veía que lo de las
elecciones sindicales iba adelante”
Trabajas gratis “de prueba” y luego te despido
Además
de los retrasos y las irregularidades en los pagos, del trato vejatorio y
del clima de tensión y miedo que se había instalado en la empresa, el
propietario no dudaba en ensayar cualquier acción que creyese que podía
serle beneficiosa. La legislación laboral no parece importarle mucho.
“Se
convirtió en práctica habitual de la empresa hacer entrevistas de
trabajo cada dos semanas. En cada sesión seleccionaban a dos candidatos.
Les proponían trabajar un periodo de dos semanas "de prueba", o sea,
sin contrato, sin alta en la S.S. y sin ningún tipo de vínculo, para ver
cómo resultaban, con la promesa de que si iba bien, al cabo de las dos
semanas firmarían un contrato. Esas dos semanas no aprendían nada, los
ponían a recoger platos y vasos, a limpiar y a barrer. Al cabo de las
dos semanas los despedían diciéndoles que no habían pasado el periodo de
prueba, para meter a dos nuevas personas con las mismas condiciones. Y
así sucesivamente, siempre tenían a un par de trabajadores como mano de
obra gratuita. En caso de que alguno se quejara, le daban una cantidad
simbólica por las dos semanas de trabajo, unos 30 euros
aproximadamente”.
“Este señor nunca ha trabajado aquí”
Faltaban
unos días para que se constituyese la mesa electoral y para que se
celebrasen, por fin, las accidentadas elecciones sindicales, Juan Manuel
recibe un mensaje de la Seguridad Social en su teléfono móvil. Le
comunican que se encuentra en situación de baja. La empresa le había
dado de baja tres semanas antes, a pesar de que él continuaba
trabajando. Acude a su sindicato y acuerdan contactar con alguno de sus
compañeros para que firme una declaración de que Juan Manuel ha acudido a
su puesto de trabajo durante esos días. El día que se constituye la
mesa electoral están presentes: los candidatos, incluido Juan Manuel,
los representantes sindicales y el empresario con su abogado. Al
comprobar el censo, el representante de CCOO descubre que Juan Manuel no
se encuentra entre los candidatos. La respuesta del empresario a las
preguntas acerca de esa irregularidad es un despropósito: niega que Juan
Manuel trabaje allí. La reacción de uno de los sindicalistas hace
cambiar de opinión al empresario.
“Tenemos
la declaración de uno de sus compañeros en la que dice que sí, que ha
estado trabajando aquí, así que, usted sabrá qué es lo que quiere hacer.
Porque claro, si usted ha tenido a alguien trabajando sin estar dado de
alta en la Seguridad Social, es un problemón. Mi jefe, que iba con su
abogado a todas partes, el abogado le recomienda que sí, que me metan en
el censo. Me meten en el censo a regañadientes y me hace el tío firmar
un documento diciendo que la baja tramitada por la Seguridad Social ha
sido un error administrativo”.
Entre
la constitución de la mesa electoral y las elecciones transcurren dos
días tormentosos. El empresario amenaza y presiona constantemente a los
trabajadores.
“Se
dedicó a hablar con los compañeros uno por uno, a amenazarlos. Presenta
una candidatura independiente de otro chaval, que todos sabíamos que
recibía un trato de favor, y amenaza a la gente para que votara a este
chaval. Hubo todo tipo de amenazas”.
La
lista sindical promovida por la empresa gana las elecciones por un voto
de diferencia sobre la lista de CCOO. Como todo el proceso había estado
sembrado de incidentes e irregularidades, CCOO impugna el resultado.
Durante el proceso de impugnación continúan los despidos y las
represalias.
“Todas
la personas que a él le constaba que me habían votado fueron a la calle.
Estamos hablando de unas doce personas. Durante un mes estuvo
despidiendo gente, conforme se iba enterando de quiénes habían sido los
votantes. A mí lo que me queda es el contrato de 100 Montaditos. Porque
claro, yo había estado contratado simultáneamente en los dos sitios y
entonces me había dejado el contrato de 6 horas en 100 Montaditos y el
otro de 24 horas en Sureña. El contrato de 24 horas en Sureña lo liquida
y me quedo 6 horas semanales en los 100 Montaditos. Me pone a trabajar
todos los sábados en el horario de tarde y no me saca del fregadero. Yo
estaba decidido, aunque me tuviera que exponer a eso, porque me parecía
una injusticia; a causa de todo lo que había formado se habían ido a la
calle muchos compañeros sólo por defender sus derechos, así que no me
importaba cuanto tiempo tuviera que pasarme en el fregadero. Así que
estuve allí, aguantando, tenían amenazada a la gente para que no
hablaran conmigo, para que no me dirigieran la palabra”.
Esta
situación se prolongó durante tres meses más. Transcurrido ese tiempo,
Juan Manuel recibió un buro-fax en el que se le comunicaba el despido.
Juan Manuel todavía mantenía la condición de candidato a unas elecciones
sindicales, ya que la impugnación de la mesa aún no se había resuelto.
El sindicato le aconseja presentar una demanda por despido nulo. Citados
para un acto de conciliación laboral en el CMAC, el empresario le
ofrece a Juan Manuel 400 euros para que acepte el despido.
“Yo no
sabía si reírme o llorar. ¿Cómo iba yo a olvidar todo lo que nos había
hecho pasar a mis compañeros y a mi por 400 euros? Y eso continua para
adelante”.
Desempleado
y con la prestación de desempleo a punto de acabarse, Juan Manuel
decide buscar trabajo. Al poco tiempo encuentra un trabajo con mejores
condiciones que las que tenía en el momento de ser despedido. Ante la
nueva situación, decide pactar las condiciones de un despido
improcedente con su antiguo empleador. La perspectiva, muy probable, de
ganar la demanda por despido nulo le obligaría a regresar a un puesto y a
unas condiciones de trabajo que en ese momento ya había decidido dejar
atrás.
Este
testimonio denuncia las prácticas ilegales en materia laboral de un
empresario. También denuncia su falta de escrúpulos en su modo de
gestionar las relaciones en grupo humano, más propio de un matón que de
ese líder que quería hacer creer a sus empleados que era. El límite
entre ambos extremos, y donde los rasgos de la personalidad de un jefe
no deberían caber, lo fijan las normas que regulan las relaciones
laborales, y es eso lo que debe exigirse y defenderse. También es
responsable el grupo empresarial que lo acoge y con el que hace sus
negocios: la fórmula de la franquicia no puede solamente defender un
logotipo y una imagen y desentenderse del resto. En eso Restalia también
es responsable. Juan Manuel, tal vez ingenuamente, pensó que Restalia
podría hacer algo por evitar los atropellos que estaban sufriendo.
Cuando Juan Manuel le expuso la situación en la que se encontraban al
encargado de Restalia de la relación del grupo con los franquiciados,
éste le respondió: “él (el franquiciado) puede hacer lo que quiera, que
para eso es su empresa”. Asunto zanjado.
Afortunadamente,
esto no siempre es así. Juan Manuel conoce bien el sector de la
restauración, donde trabaja desde hace años compatibilizándolo con sus
estudios universitarios, que está a punto de finalizar. De hecho, ha
trabajado en otros establecimientos de la misma marca, 100 Montaditos,
donde su experiencia ha sido muy distinta.
OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA
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