30 Septiembre de 2012
/TintaRoja.es
Artículo de Carles Masip
Artículo de Carles Masip
La incorporación de la lucha por la liberación nacional de los pueblos a
la causa de la lucha obrera siempre ha sido una de las puntas de lanza
de los comunistas en el combate por la toma revolucionaria del poder.
Dos son los ejemplos históricos de la revolución socialista en países
multinacionales, aunque bien diferentes los resultados.
Los comunistas consiguieron realizar la revolución en Yugoslavia,
con la creación de una República federal que integraba en su seno a
seis Estados nacionales. La ligazón del tratamiento del problema sobre
la cuestión nacional y la estrategia de construcción del socialismo, es
esencial para mantener una correcta línea de actuación, pues son dos
elementos que se ligan de manera indisoluble.
A pesar de ser Yugoslavia un Estado multinacional sin el peso abrumador
de una única nación grande y desarrollada en detrimento de otras
naciones pequeñas y atrasadas (Serbia ha sido considerada a menudo la
nación dominante, aunque por tamaño y/o peso económico, Croacia y
Eslovenia no tenían nada que envidiar), el desenlace fratricida ha sido
uno de los mayores de la historia.
El abandono del marxismo-leninismo como guía principal de dirección por
parte del Partido Comunista; las reformas de tipo económico capitalista
que introducían la economía de mercado como modelo de producción y
distribución de las mercancías; el abandono del monopolio del comercio
exterior; el abandono de la planificación central de la economía; en
definitiva, todas las medidas que profundizaban en la renuncia del
carácter socialista del Estado, favorecieron la progresiva creación de
burguesías nacionales y sectores sociales con intereses contrapuestos a
los de las demás repúblicas, generando una competencia económica que
acrecentó el aceleramiento de la destrucción del socialismo, a la vez
que se forjaba así el germen de la liquidación definitiva del sistema
socialista y el inicio de las luchas fratricidas que enfrentarían
violentamente a través de la guerra a los diferentes pueblos yugoslavos.
Por el contrario, la Unión Soviética, Estado multinacional con
multitud de culturas, lenguas, etnias y regiones en su interior; con el
peso abrumador de una nación grande y desarrollada –en comparación con
muchas de las demás– como era Rusia, se mantuvo firme en la construcción
del socialismo durante la mayor parte de su existencia. No renunció a
la economía planificada como justo sistema de producción y distribución
de las necesidades concretas del pueblo, sin importar la nación o
nacionalidad de éste; el mantenimiento del monopolio del comercio
exterior como forma de garantizar una intervención justa en la economía
internacional y así salvaguardar los intereses económicos de la clase
obrera; la ausencia de competencia entre los diferentes entes nacionales
a favor de una política económica justa y solidaria; y en definitiva,
el mantenimiento característico de los rasgos principales de la sociedad
socialista y del marxismo-leninismo como guía ideológico rector,
permitieron el buen entendimiento de las naciones y pueblos de la Unión
Soviética en justa libertad nacional y social.
A pesar de la degeneración del socialismo en la Unión Soviética en sus
últimos años de existencia, gracias al modelo de relaciones de
solidaridad internacionalista forjado por décadas de construcción
socialista de la sociedad y de existencia de libertades nacionales
plenas para los pueblos y naciones que la integraban, los ciudadanos de
los pueblos soviéticos se manifestaron en referéndum el 17 de marzo de
1991 claramente a favor del mantenimiento de la URSS en un 76,4% a
pesar del boicot al referéndum por parte de algunas repúblicas. La
construcción del socialismo representó en la URSS la superación de la
cuestión nacional de manera efectiva.
Mientras tanto, los pueblos de Yugoslavia, desviados de la construcción
socialista y del marxismo-leninismo, se enzarzaban en una violenta
guerra civil sin cuartel por la consecución de sus respectivas
“independencias nacionales”. Interesante es aquí resaltar que en el caso
yugoslavo todas las naciones que entraron en conflicto lo hicieron
contra Serbia –la nación “dominante”– mientras que en la URSS los
conflictos nacionales armados se produjeron generalmente en el seno de
una misma República entre dos entidades étnicas, nunca –exceptuando el
complejo caso de Chechenia– entre una entidad nacional y Rusia.
Aún hoy en día, los pueblos de Yugoslavia restan totalmente divididos y
enfrentados entre sí, y las organizaciones revolucionarias no han sido
capaces de incorporar la recuperación de Yugoslavia como una consigna
real, debido al descrédito que ésta sufrió por su construcción nacional y
su destino final. Sin embargo, la mayoría de pueblos de la URSS –a
pesar de las políticas de las respectivas burguesías nacionales– siguen
en gran medida conservando la fraternidad y la hermandad forjada durante
la construcción del socialismo, y los partidos comunistas y las fuerzas
revolucionarias pueden situar perfectamente la consigna de la
recuperación de la URSS y de la unidad de los diferentes pueblos
soviéticos por la construcción de nuevo del socialismo. No es de
extrañar que en la URSS los diferentes partidos comunistas nacionales
hayan sido capaces de reconstruir incipientemente el PCUS, mientras que
para los partidos comunistas de Yugoslavia, esa analogía no es hoy más
que una ilusión.
Tomemos pues las lecciones necesarias para no repetir los errores del
pasado, y así tener una justa línea social y nacional, que, en su
correcta compenetración dialéctica, nos conducirán sin lugar a dudas al
triunfo definitivo de la liberación social como clase y nacional como
pueblo.
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