¿DE QUÉ HA SERVIDO EL REFORMISMO O LA SOCIALDEMOCRACIA O EL SOCIALLIBERALISMO EN ESPAÑA?
Pedro Pascual
El título es ya indicativo de por dónde van los tiros, ¿De qué ha servido el reformismo o la socialdemocracia o el socialiberalismo en España?,
y si hablamos del reino de España, es solamente por tener, en gran
parte, solo de ella los hechos o las actos realizados en este camino de pactismo,
pero sin olvidar en ningún momento que esto, o al menos hasta hace poco
tiempo, es un hecho general en toda europa, en donde la fuerza de la
clase obrera es mínima.
Podríamos ser ingenuos, y de partida se
podría haber dado, en aquellos tiempos, un voto de confianza a los
giros realizados por el Psoe, CC.OO, Pce e Iu. ¿Por qué no podían haber
tenido razón? Unos en el caso de dejar de ser marxista o
socialdemócratas, otros en pactar para hacer lo posible en mantener la
paz social y los siguientes por realizar una nueva estrategia con la que
acumular fuerza. Vamos a pensar – y sé que roza con lo imposible tal
acto imaginación – que no lo hubiesen hecho con mala fe, sino creyendo
que era la mejor salida, pero ¿para quién? ¿Para la clase obrera? ¿para
la clase explotada?. Y he ahí, ante el enfrentamiento con lo llevado a
cabo, donde se observa claramente que de nada ha servido el soltar
lastre ideológico y de objetivos. Nada para clase obrera, pero mucho
para el avance y desarrollo del capitalismo.
Bajo
mi punto de vista, poca solución hay ya con el Psoe y con CC.OO, pues
ambas son claramente capitalistas y no tienen vuelta atrás. Puede que
haya aun alguien a estas alturas a quien le parezca ofensivo el meter a
CC.OO en el saco capitalista, para ellos he aquí la siguiente resolución
de la Confederación Europea de Sindicatos, cuyo actual presidente es el
secretario general de CC.OO, – y para evitar malentendidos, permitirme
hacer mías unas recientes palabras de Carmelo Suarez,
“Se equivocan quienes han cogido a estas dos organizaciones sindicales como el saco de las hostias. Es
gravísima la responsabilidad de sus direcciones sindicales
absolutamente vendidas y funcionales al sistema de dominación, y también
de una parte de sus cuadros sindicales, pero buena parte de la
clase obrera organizada está en esos sindicatos. Es un grave error
alejarse de esa base obrera, e incluso confrontar con ella. Dentro de la
campaña de la burguesía contra todo lo que sea actividad sindical nadie
que se considere del lado de la clase obrera puede hacer de comparsa de
esa campaña de enorme calado contra toda la clase obrera y su derecho a
la organización sindical.”
Es decir, yo me refiero a la
institución, a la organización, a los dirigentes, no a muchos de los
trabajadores sindicados que son socialistas o comunistas- :
“Resolución aprobada por el Comité
Ejecutivo de la CES en su reunión de los días 1 y 2 de diciembre de
2010, en la que la CES analiza la comunicación de la Comisión Europea
“Hacia un acta del mercado único. – Por una economía social de mercado
altamente competitiva”, cuyo objetivo es reactivar el mercado único
mediante la apertura de nuevas oportunidades y la promoción de una
política social de mercado altamente competitiva, y plantea sus
propuestas y reivindicaciones para promover los objetivos sociales de
Europa, en particular a través de una agenda de política social
ambiciosa, que deberá garantizar sobre todo la igualdad de trato en los
salarios y en las condiciones de trabajo aplicables en el lugar donde se
realiza el trabajo.”
Pero – de nuevo bajo mi punto de vista,
el cual, cómo no, puede estar equivocado- si creo que aun pude haber
solución en el Pce e Iu, organizaciones, que si en el caso de Izquierda
Unida, rozó hace unos años el ser absorbida de manera completa por la
socialdemocracia, – aunque creo que no se consiguió, y recordando, que
tales intentos, en lugar de ser excepcionales son cotidianos, antes en
el Pce y luego en Iu- y en el caso del Pce, que si bien dejó de lado a
Lenin, ¡cómo seguir haciéndolo de Marx con la que nos está cayendo! Y si
creo que aún puede haber solución en ellas – y si la hay, es ¡ahora o
nunca!, aunque bien pensado, ¿cuántas veces se habrá dicho esto?- es
porque aun son partidos y movimientos que no creen en la economía social de mercado,
es decir en el capitalismo. Y he ahí el hecho del cual tanto el Pce
como Iu han de hacer una autocrítica urgente – ¿Quién puede decir que no
lo hayan hecho? En ese caso es emergente que lo expliciten- y dejar de
intentar poner parches bienintencionados al sistema capitalista de
producción y reseñar enérgicamente a la clase obrera que el problema es
justo este, el capitalismo, el problema no son el PP y el Psoe sino el que sean marionetas de los capitalistas
y esa es la razón por la que en épocas de crisis – e incluso en época
de prosperidad- actúan de igual manera, porque lo hacen para salvar – o
expandir- el sistema capitalista al que sirven. Y estas palabras son necesarias decirlas así, porque de nada ha servido la moderación ideológica.
Y en relación con lo que estamos tratando, en un conocido video que circula estas semanas por internet, el profesor Cotarelo realiza una magnífica reflexión a Julio Anguita, “[...]pero
no vale decir, “estamos haciendo la nueva izquierda”, porque eso es lo
que llevan haciendo desde el año cincuenta… y siempre hay que hacer una
nueva izquierda porque la anterior, que también era nueva, resultaba que
ya nacía vieja [...]” Y nosotros planteamos, ¿no será que para
encontrar de nuevo a la “Izquierda” en vez de ir hacia adelante habría
que ir hacia atrás? ¿No será que todas aquellas ideas que se eliminaron
del discurso por viejas, eran justo aquellas que debían ser
irrenunciables? ¿No será entonces necesario el recuperarlas, porque sin
ellas, no representamos a la clase obrera, ni somos revolucionarios y a
lo máximo que podemos alcanzar por ese camino es la socialdemocracia de
principios de siglo XX, la cual ya fue descartada, criticada y superada –
en cuanto a conceptos- por el movimiento comunista?
¿Y a qué no debemos renunciar o no
deberíamos haberlo hecho nunca o más bien, que es aquello que debemos
recuperar de cara a los trabajadores en burdas contradicciones propias
de la socialdemocracia?
Para no repetirme en demasía, voy a citar el inicio de El estado y la revolución de Lenin:

“Ocurre
hoy con la doctrina de Marx lo que ha solido ocurrir en la historia
repetidas veces con las doctrinas de los pensadores revolucionarios y de
los jefes de las clases oprimidas en su lucha por la liberación. En
vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras les someten a
constantes persecuciones, acogen sus doctrinas con la rabia más salvaje,
con el odio más furioso, con la campaña más desenfrenada de mentiras y
calumnias. Después de su muerte, se intenta convertirlos en iconos
inofensivos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de una
cierta aureola de gloria para “consolar” y engañar a las clases
oprimidas, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria,
mellando su filo revolucionario, envileciéndola. En semejante “arreglo”
del marxismo se dan la mano actualmente la burguesía y los oportunistas
dentro del movimiento obrero. Olvidan, relegan a un segundo plano,
tergiversan el aspecto revolucionario de esta doctrina, su espíritu
revolucionario. Hacen pasar a primer plano, ensalzan lo que eso parece
ser aceptable para la burguesía. Todos los socialchovinistas son hoy —
¡bromas aparte! — “marxistas”. Y cada vez con mayor frecuencia los
sabios burgueses alemanes, que ayer todavía eran especialistas en
pulverizar el marxismo, hablan hoy ¡de un Marx “nacional-alemán” que,
según ellos, educó estas asociaciones obreras tan magníficamente
organizadas para llevar a cabo la guerra de rapiña! Ante esta situación,
ante la inaudita difusión de las tergiversaciones del marxismo, nuestra misión consiste, ante todo, en restaurar la verdadera doctrina de Marx”
Y el final del mismo folleto:
“Más a la derecha que Kautsky están
situadas, en el socialismo internacional, corrientes como la de los
“Cuadernos mensuales socialistas” en Alemania (Legien, David, Kolb y
muchos otros, incluyendo a los escandinavos Stauning y Branting~, los
jauresistas y Vandervelde en Francia y Bélgica, Turati, Treves y otros
representantes del ala derecha del partido italiano, los fabianos y los
“independientes” (“Partido Laborista Independiente”, que en realidad ha
estado siempre bajo la dependencia de los liberales) en Inglaterra, etc.
Todos estos señores, que desempeñan un papel enorme, no pocas veces
predominante, en la labor parlamentaria y en la labor publicitaria del
partido, niegan francamente la dictadura del proletariado y practican un
oportunismo descarado. Para estos señores, la “dictadura” del proletariado ¡¡”contradice” la democracia!!
No se distinguen sustancialmente en nada serio de los demócratas
pequeñoburgueses. Si tenemos en cuenta esta circunstancia, tenemos
derecho a llegar a la conclusión de que la Segunda Internacional, en la
aplastante mayoría de sus representantes oficiales, ha caído de lleno en
el oportunismo. La experiencia de la Comuna no ha sido solamente
olvidada, sino tergiversada. No sólo no se inculcó a las masas obreras
que se acerca el día en que deberán levantarse y destruir la vieja
máquina del Estado, sustituyéndola por una nueva y convirtiendo así su
dominación política en base para la transformación socialista de la
sociedad, sino que se les inculcó todo lo contrario y se presentó la
“conquista del Poder” de tal modo, que se dejaban miles de portillos
abiertos al oportunismo. La tergiversación y el silenciamiento de la
cuestión de la actitud de la revolución proletaria hacia el Estado no
podían por menos de desempeñar un enorme papel en el momento en que los
Estados, con su aparato militar reforzado a consecuencia de la rivalidad
imperialista, se convertían en monstruos guerreros, que devoraban a
millones de hombres para dirimir el litigio de quién había de dominar el
mundo: sí Inglaterra o Alemania, si uno u otro capital financiero.”
Y un fragmento de un artículo de Engels:
Lo que el lector averigua en esta
obra (El capital) no es precisamente cómo han de ocurrir las cosas, sino
cómo no debieran suceder; esto sí se lo dice el autor, con una claridad
y una dureza sin ambages, y a quien tenga ojos para ver no puede
ocultársele tampoco que en este libro se defiende con una claridad
diáfana la necesidad de una revolución social. No se trata ya del
emplasto de las asociaciones obreras con capital del Estado, como
aquellas que proponía Lassalle; se trata de algo más profundo: de la
abolición del capital en términos absolutos.
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