Hans C. von Sponeck, 28 de junio de 2012
Traducido del inglés para IraqSolidaridad y Stop Iraq Executions por Paloma Valverde
Hace casi una década desde que Tareq Aziz, ex viceprimer ministro de
Iraq, se entregó voluntariamente en 2003 a las fuerzas de ocupación de
Estados Unidos.
En 2011, las autoridades estadounidenses en Bagdad entregaron al
gobierno de Iraq a un hombre anciano y enfermo que había estado bajo su
custodia durante muchos años.
“[…] Todas las personas privadas de libertad deben ser tratadas con
respecto por la dignidad inherente a todo individuo”. Este
significativo enunciado de la Convención de Derechos Civiles y Políticos
(Art. 10/1) debe ser obligatoriamente aplicado, pero eso no cuenta para
Tareq Aziz y otros prisioneros políticos, cuyos derechos se desvanecen
en las prisiones iraquíes.
Tareq Aziz , ya muy deteriorado de salud, durante una de las sesiones del juicio. Bagdad, 31 de octubre de 2010.
La propia legalidad internacional está, una vez más, condenada a la
más oscura reclusión, y únicamente se pone en práctica cuando les
conviene. En cualquier caso, la muerte le llegará a Tareq Aziz antes de
que un tribunal de Bagdad confirme su sentencia de muerte.
Se han realizado muchos llamamientos en todo el mundo, basados en
razones humanitarias, para liberar a Tareq Aziz y dejarlo al cuidado de
su familia mientras que el proceso judicial sigue su curso y se
determina la “legalidad de su detención”.
Hasta ahora no hay pruebas de la “legalidad de la detención” de Tareq
Aziz. La única prueba que puedo determinar es un hombre anciano,
condenado a una lenta muerte en prisión. Es el mismo Tareq Aziz que
cooperó con Naciones Unidas durante los años de sanciones para poner en
práctica un absolutamente inadecuado programa de supervivencia para el
pueblo iraquí. Absolutamente inadecuado, así era realmente, no debido al
régimen de un dictador sino al comportamiento de dos gobiernos que
dominaban la política de las sanciones contra Iraq en el Consejo de
Seguridad.
Todos nosotros, personal de Naciones Unidas, que tuvimos que tratar
con el gobierno de Iraq durante este período, y esto incluye al
secretario general Kofi Annan, consideraban a Tareq Aziz una voz
moderada del gobierno y un profesional con quien se podía negociar.
Tareq Aziz, un radical cuando se trataba de insistir en que Iraq ya
no poseía armas de destrucción masiva, era al mismo tiempo una persona
en la que se podía confiar y un nacionalista honrado, que el bienestar
de su pueblo era esencial Aquellos que no están de acuerdo con esto
probablemente nunca han conocido a Tareq Aziz. Yo sí. Este es el motivo
por el cual he estado denunciando año tras año hablando en su favor,
lamentablemente en vano.
Todas las personas que defienden los derechos humanos deben unir su
voz a favor de la carta abierta tan emotiva que ha escrito Ziad Aziz, su
hijo, quien teme por la vida de su padre.
El ex secretario de Estado James Baker, el homólogo de Tareq Aziz en
las fatídicas negociaciones que se llevaron a cabo en 1991 en Ginebra,
rechaza obstinadamente implicarse, afirmando que nunca ha sido más que
un funcionario, y no un jefe de Estado. El actual gobierno británico
toma la postura de que “[…] estamos preocupados pero no queremos
involucrarnos en los asuntos internos de Iraq”. El presidente iraquí
Jalal Talabani, un abierto opositor de la pena de muerte, argumenta no
será él sino un tribunal iraquí el que tiene que decidir.
¿Valor moral? No parece que haya ninguno donde debería haberlo,
especialmente entre aquellos que son cómplices en la creación del drama
humano que Iraq hoy.
Quizás teman que un día las protestas, que ahora son apenas un
susurro, se conviertan en la exigencia inapelable de un tratamiento
humano a Tareq Aziz y al resto de los presos políticos. Al menos eso
espero.
El peso de la conciencia pública en el siglo XXI no se puede subestimar.
Texto enviado directamente por el autor a la CEOSI
OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA
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