por Général Amin Hoteit
Al cabo de varios meses de agresiones contra Siria y del gasto de miles de millones de dólares, el balance de las operaciones no es malo en el plano mediático pero sí resulta mediocre en el plano militar. Peor aún, el compromiso de los chinos, los rusos y los iraníes a favor de la seguridad de Siria y del derecho internacional indica que el costo de una guerra acabaría hundiendo las economías de quien se deje arrastrar a ella. Quienes pretendan hacer creer que una implicación militar directa de sus países en la región no sería más que una simple «intervención» son totalmente inconscientes o responden a una agenda verdaderamente irracional.
Red Voltaire | Beirut (Líbano)
Ya está confirmado que la llamada «crisis siria», que desde el principio interpretamos como una guerra mundial contra Siria , se ha convertido en un problema universal qua ha divido el mundo en dos bandos: de un lado está el bando occidental, que ha planificado, financiado y dirigido, al menos hasta el momento, la agresión emprendida por mercenarios árabes y regionales ; del otro lado se encuentra el bando contrario, que se ha visto obligado a unirse para defender sus propios objetivos estratégicos.
I. Mientras más tiempo pasa, más evidentes se hacen los elementos que caracterizan esta confrontación. Al cabo de un poco más de 15 meses podemos resumir esos elementos de la siguiente manera:
1. Las capacidades defensivas de los defensores son superiores a las capacidades de ataque de los agresores. En efecto, si se tiene en cuenta el potencial de cada uno de los bandos, puede verse que el éxito del campo agresor resulta imposible en cuanto a la obtención de sus objetivos en Siria y el rediseño de la región conforme a los intereses de Estados Unidos y del sionismo. Por consiguiente, cuando el bando agresor se obstina en repetir constantemente que «El presidente sirio tiene que irse», que «tiene que ceder el poder a un gobierno civil de transición», que «tiene que haber una transición pacífica del poder», no hace más que poner de relieve el ridículo y la ironía de la situación al comportarse como vencedor cuando en realidad está vencido y su agresión no le ha reportado hasta el presente otra cosa que sus propios crímenes, que han costado la vida a sirios inocentes. ¿A menos que ese bando considere el crimen como una victoria?
2. La desintegración y retroceso del sistema de los agresores, mientras que la cohesión del sistema de los defensores se ve cada vez más sólida en la medida en que cada uno de sus miembros estima que la cuestión siria le afecta directamente; lo cual explica sus posiciones cada vez más firmes contra todo ataque o intervención extranjera contra Siria y bajo cualquier pretexto que implique el uso de la fuerza, particularmente mediante la adopción de una resolución en virtud del Capítulo VII. Estados Unidos está quizás a punto de darse cuenta de ese estado de cosas, sobre todo después de la última toma de posición de Rusia. Los únicos que se mantienen sordos y ciegos ante lo evidente y que siguen negándose a entender son los «beduinos rechonchos del petróleo». Es por ello que, con el secretario general (que para más desgracia se llama «Al-Arabi») de la Liga Petrolera supuestamente interesada por la «Causa árabe», siguen insistiendo en exigir que se aplique a la «cuestión siria» el famoso Capítulo VII. Sin embargo, en el caso que nos ocupa, la puerta del Consejo de Seguridad de la ONU parece definitivamente cerrada a sus llamados en ese sentido.
3. Además de lo anterior, es importante anotar que cada uno de los bandos está reuniendo y exhibiendo sus fuerzas para precipitar el momento decisivo y ponerle fin de manera favorable [a sus propios intereses]. En efecto:
II. En esas condiciones, la interrogante que se plantea tiene que ver con el devenir de esta crisis mundial que aparece a la luz de la llamada crisis siria: ¿Está el mundo a las puertas de una confrontación militar global o se trata únicamente de demostraciones de fuerza destinadas únicamente a servir como cartas de triunfo en el marco de futuras negociaciones?
En materia de guerra resulta razonablemente imposible lanzar un ataque antes de garantizar dos elementos fundamentales: el primero es la posibilidad de alcanzar el resultado deseado llevando al adversario a une especie de derrumbe o hacia alguna forma de depresión o de confusión; el segundo tiene que ver con la capacidad de transformar una victoria militar en una victoria política capaz de consolidar, conservar y explotar la victoria. En ciertos casos, existe también un tercer elemento a tener en cuenta: es el volumen de bajas y daños potenciales que el atacante puede asumir como resultado de la confrontación. Si aplicamos al bando de los agresores estas reglas inmutables, podemos comprobar que:
1. En materia de guerra convencional, las fuerzas esenciales de este bando (la OTAN) acaban de pasar por 2 décadas muy difíciles que han agotado sus economías, al extremo de que no pueden permitirse otra guerra más, mientras que el bando contrario dispone de capacidades militares defensivas extremadamente difíciles de superar por sus adversarios, lo cual nos lleva a descartar la posibilidad de una intervención militar, justificada o no a través de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU.
2. En cuanto a la guerrilla y las operaciones terroristas que actualmente se desarrollan, alimentadas y dirigidas por el bando de los agresores que estimulan la escalada de la violencia y su extensión a todo el territorio sirio, especialmente a las grandes ciudades (Damasco y Alepo), el bombardeo mediático y las posibilidades de los agresores están por debajo del nivel que se necesitaría para que lograsen concretar sus proyectos. En cambio, lo que sí está claro –incluso en este momento– es que la próxima etapa de la lucha contra ese terrorismo será diferente a las anteriores, sobre todo porque después de la formación del nuevo gobierno resultante de las elecciones parlamentarias libres ya no será posible seguir imponiendo líneas rojas infranqueables a las fuerzas militares sirias ni impedirles que hagan lo que hay que hacer. El terrorismo mediático y los políticos del bando agresor, que se hallan tras las masacres, ya no podrán proseguir sus campañas de mentiras y atribuir al Estado sirio la responsabilidad de los crímenes que ellos mismos cometen. Ya no podrá tolerarse que la misión de observadores internacionales sirva de instrumento al recrudecimiento de las operaciones criminales, sobre todo teniendo en cuenta que dicha misión ya ha sido puesta en tela de juicio debido a sus deficiencias, voluntarias o no, en cuanto a comunicar la verdad.
3. En cuanto al resto, basta con recordar que Israel no tiene posibilidades de crear una organización defensiva destinada a proteger su frente interno. Israel está impaciente por atacar Irán, además de todas las amenazas que no deja de alimentar contra el programa nuclear de ese país. Basta el simple recuerdo de ese factor para entender que el bando de los agresores es incapaz de enfrentar la posible reacción que su agresión desataría.
III. Por lo tanto, podemos deducir que la guerra militar contra Siria es muy poco probable; que el agresor no podrá alcanzar sus objetivos mediante la guerra terrorista y que, por el contrario, esta se traducirá para él en pérdidas que lo desgastarán, incluso si eso puede llevar cierto tiempo. Llegados a este punto del análisis, podemos retomar la pregunta planteada anteriormente: ¿Por qué esta concentración de fuerzas?
La respuesta, en nuestra opinión, reside en el hecho que el bando agresor, ya consciente de su fracaso, sabe que la única salida que le queda pasa por una solución negociada y pacífica, pero también sabe que quien se sienta a la mesa de negociaciones no recibe más que una parte proporcional de lo que ha logrado ganarse en el terreno y según las cartas que tenga en la mano. Es por ello que el bando de los agresores trata de reunir un máximo de fuerzas, para que su derrota parezca menos importante, ahora que su victoria en Siria ha pasado al plano de la mera ficción y en un momento en que Rusia ha lanzado sus invitaciones a negociar en un lenguaje muy comprensible para todo aquel que conozca el procedimiento: bajo la forma de un misil que pone fin a las dudas, disipa los delirios y abre el camino a la paz.
El presidente Bachar al-Assad habrá ofrendado así a su padre, en ocasión del 10º aniversario de su fallecimiento, el equilibro estratégico por el que tanto luchó en el pasado y con el que siempre soñó.
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