Le Grand Soir
La estrategia era
simple, clara y probada. Se había empleado con éxito no sólo en Libia,
sino también en Kosovo (en 1999), y se había aplicado rápidamente en
Siria. He aquí lo que estaba previsto: formar mercenarios para lanzar
provocaciones armadas; calificar la respuesta del gobierno de genocidio;
forzar la mano del Consejo de Seguridad de la ONU para admitir “que era
necesario hacer algo”; aplastar al ejército y toda forma de resistencia
con bombas de fragmentación y misiles Helfire y finalmente instaurar un
gobierno débil y servil que firmaría nuevos contratos y alianzas
redactados en Londres, París y Washington, mientras el país se
desgarraba. El resultado previsto era arrancar el corazón del “eje
de la resistencia” entre Irán, Siria e Hizbulá, para aislar a Irán y
dejar las manos libres a Occidente para atacar a Irán sin temor a
repercusiones regionales.
Eso es lo que estaba previsto para Siria, y estaba planeado desde hace años en altos Comités de los Ministerios de Defensa y servicios de información estadounidenses, británicos y franceses. Pero contrariamente a lo que ocurrió en Libia, esta vez el plan no funcionó.
En primer lugar, Rusia y China usaron el veto contra la Resolución sobre el “cambio de régimen” en el Consejo de Seguridad en octubre de 2011, seguido por un segundo veto en febrero de este año. Lo que significa que todo ataque de la OTAN contra Siria no podría invocar el acuerdo de la ONU (todo lo contrario, pues fue vetado) y se percibiría como un acto de agresión unilateral no solamente contra Siria, sino también potencialmente contra China y Rusia.
Por más viciosos e irresponsables que sean, incluso Cameron, Sarkozy y Obama no tienen la fuerza necesaria para encarar esta clase de batalla. No quedaba más remedio que confiar la destrucción del Estado sirio a los mercenarios de la OTAN in situ, al Ejército Libre Sirio, una mezcolanza de milicias locales y (cada vez más) extranjeras, en su mayoría extremistas salafistas, con un puñado de desertores, así como de fuerzas especiales occidentales.
Pero este ejército no se había creado para derribar al Estado sirio, una tarea que se suponía correspondía a la OTAN. Como en Libia, el papel de las milicias era simplemente causar represalias del Estado con el fin de justificar una guerra relámpago de la OTAN. Sin embargo, sin ayuda exterior, estas fuerzas no tienen ninguna oportunidad de obtener una victoria militar, cosa que muchos opositores ya percibieron.
“No creemos que el Ejército Libre Sirio pueda ayudar a la revolución siria”, declaró recientemente el dirigente del movimiento interno de la resistencia siria Haitham Al-Manna. “No hay ejemplo de una lucha armada victoriosa contra un régimen dictatorial”. Por supuesto, se podrían citar Cuba, Vietnam del Sur y muchos otros, pero lo que es cierto es que solo la lucha armada nunca ha salido victoriosa sin el apoyo significativo de la población, como es el caso de Siria, donde el apoyo significativo de la población lo tiene el Gobierno.
La realidad se impuso brutalmente a principios del mes de marzo en la batalla decisiva en torno al barrio Baba Amr en la ciudad de Homs. Se decía que era el feudo del Ejército Libre Sirio, donde, sin embargo, se los cercó y derrotó, anunciando otras derrotas similares en las zonas que aún controlaba. Los grupos de oposición toman conciencia de que su mejor oportunidad para obtener un cambio significativo no se obtendrá por las armas, en un combate donde tienen todas las posibilidades de perder y en consecuencia de hacerse matar y también de perder el apoyo y la credibilidad, sino por medio de negociaciones y la participación en el proceso de reformas y diálogo que el gobierno ofreció.
Tal perspectiva -el final de la guerra civil y una paz negociada que conseguiría reformas políticas sin desestabilizar el país– causó cierto nerviosismo en las potencias imperialistas. A pesar de sus afirmaciones contrarias, lo último que querrían es una Siria estabilizada ya que eso permitiría a Siria perdurar como un Estado fuerte, independiente y antiimperialista, exactamente lo contrario del resultado buscado.
Así, algunos días después del plan de paz de Kofi Annan propuesto a finales de marzo, que había sido aceptado positivamente por los dos bandos, las potencias imperialistas ofrecieron abiertamente, por primera vez, millones de dólares a la Ejército Libre Sirio: en material militar, para el pago de los soldados y para tratar de conseguir la deserción de fuerzas gubernamentales a cambio de dinero. En otras palabras, aterrorizados con la idea de que acabe la guerra civil en Siria, buscan institucionalizarla. Si bien la posibilidad de provocar un cambio violento de régimen parece alejarse, les queda la esperanza de debilitar el país y de ponerlo de rodillas, obligándolo a agotar su energía en una guerra civil.
Con el riesgo de hacer aparecer al Consejo Nacional Sirio aún más fuera de la realidad y desconectado de los sirios ordinarios, como ya aparece, los apoyos occidentales a la organización aumentaron la presión para imponer esa estrategia, llegando hasta hacer abiertamente llamamientos a los dirigentes del CNS en favor de proporcionar armamento a gran escala a la rebelión y también a favor de un bombardeo aéreo por parte de Occidente.
Esto ha causado grietas enormes en la organización, tres de sus principales miembros renunciaron el mes pasado porque no quisieron ser “cómplices de la masacre del pueblo sirio por maniobras, engaños, mentiras y por la monopolización de la toma de decisiones”. El CNS, según uno de los tres, Kamal Al-Labwani, está “sometido a objetivos de potencias extranjeras que quieren prolongar la batalla a la espera de… que el país que sea arrastrado a una guerra civil”.
Este mes, uno de los raros dirigentes del CNS que actualmente reside en Siria, Riad Truk, ha pedido a la oposición que aceptara el diálogo con el Gobierno, una llamada que no ha sido retransmitida por sus colegas en el extranjero. Del mismo modo, el principal grupo de oposición pacífico en Siria -el Comité de Coordinación Nacional- dejó el CNS debido a su papel cada vez más agresivo y de portavoz de las potencias extranjeras.
El dirigente del CCN, Al-Manma, recientemente se manifestó contra el Ejército Libre Sirio declarando “la militarización de la revolución siria significa la muerte de la revolución interna… Sabemos que el gobierno turco desempeña un papel importante en las decisiones políticas del Ejército Libre Sirio. No creemos que un grupo armado pueda tener sus bases en territorio turco y que siga siendo al mismo tiempo independiente de las decisiones turcas”.
Existe pues una idea que recorre su camino, incluso en el movimiento de oposición sirio, que es que el Ejército Libre Sirio así como el Consejo Nacional Sirio están ambos al servicio de los intereses de potencias extranjeras que pretenden prolongar una guerra civil inútil.
Los políticos occidentales juegan a un juego peligroso. Excepto un ataque de la OTAN, su mejor opción para desestabilizar y neutralizar Siria es hacer fracasar todo intento de alto el fuego y prolongar los combates. Desde este punto de vista, están animando a las milicias de mercenarios a multiplicar las provocaciones: el objetivo de las declaraciones de la Secretaria de Estado estadounidense Hillary Clinton y del Ministro de Asuntos Exteriores francés Alain Juppé sobre “otras medidas” todavía posibles, es preservar en el espíritu de los rebeldes la idea de que todavía es factible un ataque de la OTAN y animarlos a proseguir los combates.
De hecho, arribaron muchos nuevos combatientes al país durante las últimas semanas, según Washington post, y lanzaron ataques devastadores con bombas en Damasco y Alepo. El embajador de los Estados Unidos en Siria, Robert Ford, es un protegido de John Negroponte, que organizó a los escuadrones de la muerte para desestabilizar Nicaragua en los años 80 (también fue embajador de EE.UU. en Irak y todavía dirige las últimas noticias del NSA, la agencia que patrocina todos los servicios secretos estadounidenses, N. de T.); es muy probable que organizara grupos similares en Siria y con los mismos objetivos cuando estaba aún en su puesto el año pasado.
Sin embargo, el programa de desestabilización no se desarrolla como estaba previsto. La oposición interna en Siria se siente cada vez más frustrada con el curso de los acontecimientos y se perfila una escisión entre los que tienen sus bases en el extranjero, contentos de ver a Siria condenada a la destrucción para mayor satisfacción de sus proveedores de fondos y sus carreras, y los que realmente tienen que sufrir las consecuencias.
Los ataques irresponsables lanzados por las milicias armadas se alejan cada vez más de los ciudadanos que les tenían una cierta simpatía, sobre todo desde que los dirigentes de las guerrillas en el extranjero revelan cada vez más a quiénes responden. Habiendo mostrado su incapacidad para liberar y ocupar un territorio, estas milicias se lanzan a una táctica de guerrillas. Pero la guerrilla, como dijo Mao, es un pescado que solo puede sobrevivir en el agua del apoyo popular. Y el agua se está evaporando rápidamente.
OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA
Eso es lo que estaba previsto para Siria, y estaba planeado desde hace años en altos Comités de los Ministerios de Defensa y servicios de información estadounidenses, británicos y franceses. Pero contrariamente a lo que ocurrió en Libia, esta vez el plan no funcionó.
En primer lugar, Rusia y China usaron el veto contra la Resolución sobre el “cambio de régimen” en el Consejo de Seguridad en octubre de 2011, seguido por un segundo veto en febrero de este año. Lo que significa que todo ataque de la OTAN contra Siria no podría invocar el acuerdo de la ONU (todo lo contrario, pues fue vetado) y se percibiría como un acto de agresión unilateral no solamente contra Siria, sino también potencialmente contra China y Rusia.
Por más viciosos e irresponsables que sean, incluso Cameron, Sarkozy y Obama no tienen la fuerza necesaria para encarar esta clase de batalla. No quedaba más remedio que confiar la destrucción del Estado sirio a los mercenarios de la OTAN in situ, al Ejército Libre Sirio, una mezcolanza de milicias locales y (cada vez más) extranjeras, en su mayoría extremistas salafistas, con un puñado de desertores, así como de fuerzas especiales occidentales.
Pero este ejército no se había creado para derribar al Estado sirio, una tarea que se suponía correspondía a la OTAN. Como en Libia, el papel de las milicias era simplemente causar represalias del Estado con el fin de justificar una guerra relámpago de la OTAN. Sin embargo, sin ayuda exterior, estas fuerzas no tienen ninguna oportunidad de obtener una victoria militar, cosa que muchos opositores ya percibieron.
“No creemos que el Ejército Libre Sirio pueda ayudar a la revolución siria”, declaró recientemente el dirigente del movimiento interno de la resistencia siria Haitham Al-Manna. “No hay ejemplo de una lucha armada victoriosa contra un régimen dictatorial”. Por supuesto, se podrían citar Cuba, Vietnam del Sur y muchos otros, pero lo que es cierto es que solo la lucha armada nunca ha salido victoriosa sin el apoyo significativo de la población, como es el caso de Siria, donde el apoyo significativo de la población lo tiene el Gobierno.
La realidad se impuso brutalmente a principios del mes de marzo en la batalla decisiva en torno al barrio Baba Amr en la ciudad de Homs. Se decía que era el feudo del Ejército Libre Sirio, donde, sin embargo, se los cercó y derrotó, anunciando otras derrotas similares en las zonas que aún controlaba. Los grupos de oposición toman conciencia de que su mejor oportunidad para obtener un cambio significativo no se obtendrá por las armas, en un combate donde tienen todas las posibilidades de perder y en consecuencia de hacerse matar y también de perder el apoyo y la credibilidad, sino por medio de negociaciones y la participación en el proceso de reformas y diálogo que el gobierno ofreció.
Tal perspectiva -el final de la guerra civil y una paz negociada que conseguiría reformas políticas sin desestabilizar el país– causó cierto nerviosismo en las potencias imperialistas. A pesar de sus afirmaciones contrarias, lo último que querrían es una Siria estabilizada ya que eso permitiría a Siria perdurar como un Estado fuerte, independiente y antiimperialista, exactamente lo contrario del resultado buscado.
Así, algunos días después del plan de paz de Kofi Annan propuesto a finales de marzo, que había sido aceptado positivamente por los dos bandos, las potencias imperialistas ofrecieron abiertamente, por primera vez, millones de dólares a la Ejército Libre Sirio: en material militar, para el pago de los soldados y para tratar de conseguir la deserción de fuerzas gubernamentales a cambio de dinero. En otras palabras, aterrorizados con la idea de que acabe la guerra civil en Siria, buscan institucionalizarla. Si bien la posibilidad de provocar un cambio violento de régimen parece alejarse, les queda la esperanza de debilitar el país y de ponerlo de rodillas, obligándolo a agotar su energía en una guerra civil.
Con el riesgo de hacer aparecer al Consejo Nacional Sirio aún más fuera de la realidad y desconectado de los sirios ordinarios, como ya aparece, los apoyos occidentales a la organización aumentaron la presión para imponer esa estrategia, llegando hasta hacer abiertamente llamamientos a los dirigentes del CNS en favor de proporcionar armamento a gran escala a la rebelión y también a favor de un bombardeo aéreo por parte de Occidente.
Esto ha causado grietas enormes en la organización, tres de sus principales miembros renunciaron el mes pasado porque no quisieron ser “cómplices de la masacre del pueblo sirio por maniobras, engaños, mentiras y por la monopolización de la toma de decisiones”. El CNS, según uno de los tres, Kamal Al-Labwani, está “sometido a objetivos de potencias extranjeras que quieren prolongar la batalla a la espera de… que el país que sea arrastrado a una guerra civil”.
Este mes, uno de los raros dirigentes del CNS que actualmente reside en Siria, Riad Truk, ha pedido a la oposición que aceptara el diálogo con el Gobierno, una llamada que no ha sido retransmitida por sus colegas en el extranjero. Del mismo modo, el principal grupo de oposición pacífico en Siria -el Comité de Coordinación Nacional- dejó el CNS debido a su papel cada vez más agresivo y de portavoz de las potencias extranjeras.
El dirigente del CCN, Al-Manma, recientemente se manifestó contra el Ejército Libre Sirio declarando “la militarización de la revolución siria significa la muerte de la revolución interna… Sabemos que el gobierno turco desempeña un papel importante en las decisiones políticas del Ejército Libre Sirio. No creemos que un grupo armado pueda tener sus bases en territorio turco y que siga siendo al mismo tiempo independiente de las decisiones turcas”.
Existe pues una idea que recorre su camino, incluso en el movimiento de oposición sirio, que es que el Ejército Libre Sirio así como el Consejo Nacional Sirio están ambos al servicio de los intereses de potencias extranjeras que pretenden prolongar una guerra civil inútil.
Los políticos occidentales juegan a un juego peligroso. Excepto un ataque de la OTAN, su mejor opción para desestabilizar y neutralizar Siria es hacer fracasar todo intento de alto el fuego y prolongar los combates. Desde este punto de vista, están animando a las milicias de mercenarios a multiplicar las provocaciones: el objetivo de las declaraciones de la Secretaria de Estado estadounidense Hillary Clinton y del Ministro de Asuntos Exteriores francés Alain Juppé sobre “otras medidas” todavía posibles, es preservar en el espíritu de los rebeldes la idea de que todavía es factible un ataque de la OTAN y animarlos a proseguir los combates.
De hecho, arribaron muchos nuevos combatientes al país durante las últimas semanas, según Washington post, y lanzaron ataques devastadores con bombas en Damasco y Alepo. El embajador de los Estados Unidos en Siria, Robert Ford, es un protegido de John Negroponte, que organizó a los escuadrones de la muerte para desestabilizar Nicaragua en los años 80 (también fue embajador de EE.UU. en Irak y todavía dirige las últimas noticias del NSA, la agencia que patrocina todos los servicios secretos estadounidenses, N. de T.); es muy probable que organizara grupos similares en Siria y con los mismos objetivos cuando estaba aún en su puesto el año pasado.
Sin embargo, el programa de desestabilización no se desarrolla como estaba previsto. La oposición interna en Siria se siente cada vez más frustrada con el curso de los acontecimientos y se perfila una escisión entre los que tienen sus bases en el extranjero, contentos de ver a Siria condenada a la destrucción para mayor satisfacción de sus proveedores de fondos y sus carreras, y los que realmente tienen que sufrir las consecuencias.
Los ataques irresponsables lanzados por las milicias armadas se alejan cada vez más de los ciudadanos que les tenían una cierta simpatía, sobre todo desde que los dirigentes de las guerrillas en el extranjero revelan cada vez más a quiénes responden. Habiendo mostrado su incapacidad para liberar y ocupar un territorio, estas milicias se lanzan a una táctica de guerrillas. Pero la guerrilla, como dijo Mao, es un pescado que solo puede sobrevivir en el agua del apoyo popular. Y el agua se está evaporando rápidamente.
OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA
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