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domingo, 23 de junio de 2013

LO PRIVADO CONTRA LO PÚBLICO, ¿PARA QUE ENTONCES LOS PARTIDOS POLITICOS?

union_europeaLas incontables editoriales y artículos,  cientos de millones de comentarios, miles de manifestaciones en medio mundo, asambleas, concentraciones y toda serie de movimientos sociales en torno a esa estafa global, llamada crisis por quienes sirven a los intereses del grupo Bilderberg, han sido reproducidas por la inmensa mayoría de los medios periodísticos, como parte obligada de lo que se conoce como “comunicación”.

Sin embargo, ha sido notorio el hecho de que, como ya viene revelándose desde hace años (pero millones de personas aún siguen encaramadas voluntariamente en la higuera), esas plataformas de “información” son propiedad de las mismas familias de estafadores y organizaciones mafiosas que hoy controlan a miles de diputados y senadores, alcaldes y gobernadores, para que lo estrictamente privado siga colocado en lo más alto de la pirámide “patriótica”.

El objetivo es tan nítido como la prevaricación judicial de la que vienen haciendo gala los tribunales nacionales e internacionales o la hipocresía y doble rasero de las Naciones Unidas a la hora de juzgar y/o condenar un conflicto armado, dependiendo de quién sea el agresor.

Se trata de suprimir todos los derechos conquistados por los trabajadores/as desde la Revolución francesa hasta que Wall Street dijo basta, haciendo creer a la humanidad entera que sólo la iniciativa personal y la protección de las empresas en manos como las de Carlos Slim o Bill Gates, pueden salvar al mundo de una ruina como la que se ha instalado, mira por dónde, desde los despachos de personajes de esa misma calaña.

Un directivo de una corporación bancaria privada (léase, un presunto chorizo) afirmaba hace unos días ante la TV que “ya se veía el fin del principio de la salida a la crisis”. Creo que todos somos testigos del asesinato del ciudadano/a y el renacimiento del esclavo/a.

El esperpento en el que banqueros y otros delincuentes entran y salen de la cárcel, son o no imputados, pagan una multa o son amnistiados, parece no tener fin, en tanto la realeza española ríe, comprobando cómo los fiscales se trocan en defensores y los sospechosos gozan de indultos y favores.  No hay salida, si nos limitamos a salir a la calle con una pancarta.

España o Marruecos, Francia o Argelia, EE.UU, o Canadá, Alemania o Reino Unido, Bélgica o Túnez, Chequia o Libia, Colombia o Qatar, no son naciones, sino empresas en poder de aquellos a quienes interesa que esta tragicomedia llamada “democracia” continúe consagrando a un par de colectivos políticos como básicos para la convivencia nacional. Léase, como sostén de la connivencia delictiva nacional.

Esta pantomina democrática se quebró por fortuna en Cuba y comenzó a agrietarse en Venezuela, Ecuador, Nicaragua y Bolivia, mientras Brasil, Uruguay y Argentina tratan aún de liberarse de los rescoldos de las dictaduras criminales que laceraron sus pueblos, (con la ayuda de la Casa Blanca y su ejército de criminales) para que todo el continente latinoamericano no corra el mismo y patético destino que vive Europa, donde todos los gobiernos sin excepción intentan convencer a la ciudadanía de que lo público es deficitario y lo privado nos asegurará asistencia médica, cultura y pensión vitalicia.

¿Para qué, entonces, los partidos políticos? ¿Para qué entonces, los impuestos? ¿Por qué no, de una vez, la desobediencia civil? ¿Por qué no la rebeldía sin pausa?

OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA 

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