Irene Zoe
por Rafael Calero Palma
El 23 de enero era destituido de su cargo como director de la Fundación
Ideas del PSOE Carlos Mulas Granados, tras descubrirse que había pagado
sesenta mil euros, por unos artículos publicados en la página web de la
Fundación del PSOE a una articulista a la que nadie conocía, llamada Amy
Martin.
La tal Martin había escrito
artículos sobre lo divino y lo humano para la fundación socialista que
pusiera en marcha el ex presidente del gobierno José Luis Rodríguez
Zapatero. Por cada uno de estos artículos, catorce en total, su autora
se embolsaba la nada despreciable cifra de 3000 euros, el mismo precio
que si hubiesen sido escritos, nada más y nada menos que por el ganador
de un premio Nobel, es decir, la Fundación Ideas estaba pagando por el
mejor jamón de pata negra a cambio de mortadela de mala calidad.
En un primer momento se sospechó que la
tal Amy Martin era un pseudónimo bajo el que se escondía el propio
director de la Fundación para quedarse con la pasta, pero al día
siguiente se hizo pública la verdadera identidad de la persona que se
escondía bajo el nombre anglosajón. Y esa persona no era otra que Irene
Zoe Alameda, compañera sentimental del propio Mulas, escritora,
cineasta, cantante y compositora, ex directora del Instituto Cervantes
en Estocolmo, y sobre todo, una mujer con la cara más dura que el
cemento, cuya especialidad, sin duda, ha sido pegarse la gran vida a
costa del erario público.
La primera vez que escuché el nombre de
Irene Zoe Alameda fue allá por el año dos mil cuatro, y fue, ay, bien lo
recuerdo, en el desaparecido programa de televisión “Estravagario” que
dirigía y presentaba Javier Rioyo, aquel sociata de pro. La escritora
madrileña acababa de publicar su primera novela, nada más y nade menos
que en la editorial Seix Barral, titulada Sueños itinerantes.
También recuerdo que la entrevistaron y la presentaron como la gran
esperanza blanca de la literatura española. Y recuerdo, oh, cómo
olvidarlo, que aquel libro, no sé muy bien cómo ni por qué, llegó a mis
manos y que lo intenté leer y que me pareció una mierda como una plaza
de toros y que no pude pasar de las primeras páginas. Y después de
aquello, la tal Irene Zoe quedó sepultada en esa parte de mi cerebro en
la que se archivan las miserias, las desgracias y la basura. Y allí
permaneció hasta ayer, cuando volví a escuchar su nombre, esta vez,
relacionado con un sonado caso de ¿tomadura de pelo?, ¿estafa?, ¿nuevo
caso de corrupción? Evidentemente todo apunta a que estamos ante un caso
de cara dura sin límites, pues Irene Zoe Alameda, esposa o ex esposa de
Carlos Mulas, se ha embolsado, entre pitos y flautas, en subvenciones
públicas en los dos últimos años casi trescientos mil euros, según
informaba hoy mismo Antena3 Televisión.
Ahora, Zoe Alameda nos quiere hacer
creer que todo ha sido un juego literario lleno de sutileza y
ambigüedad, y de que tanto ella como Mulas son dos personas honradas.
Pero no nos lo tragamos. Está claro que entre ella y su marido tenían un
plan para conseguir un buen pellizco todos los meses, y está claro que
durante un par de años, ese plan ha funcionado a las mil maravillas.
Hasta que los han pillado metiendo la manita en el cajón.
En mi opinión, lo más perverso de todo
esto no es que esta individua haya estado viviendo de puta madre a costa
de todos nosotros, que lo es; ni que la nombraran directora del
Instituto Cervantes sin merecerlo y sin demostrar ninguna valía
intelectual para ello, simplemente por tener los contactos idóneos
(Carmen Caffarel debería dar algún tipo de explicación), que también lo
es; ni que una vez más nos tomen por imbéciles y se rían en nuestra puta
cara de todos nosotros, que también, por supuesto lo es. Lo más
perverso es este sistema en sí mismo. Un sistema que permite que exista
todo un entramado de subvenciones públicas que posibilitan los
chanchullos sin ningún tipo de control, promocionando a mediocres como
nuestra querida Irene Zoe Alameda, en el que participan intelectuales de
toda condición y pelaje, y que mueve miles de euros sin ningún tipo de
control. Eso es lo que realmente me da ganas de vomitar.
OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA
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