08.12.2012
Cualquiera que sea la forma social del
proceso de producción, éste tiene que ser necesariamente un proceso
continuo o recorrer periódica y repetidamente las mismas fases. Ninguna
sociedad puede dejar de consumir, ni puede tampoco, por tanto, dejar de
producir. Por consiguiente, todo proceso social de producción
considerado en sus constantes vínculos y en el flujo ininterrumpido de
su renovación es, al mismo tiempo, un proceso de reproducción.
El proceso de producción comienza con
la compra de la fuerza de trabajo por un determinado tiempo, comienzo
que se renueva constantemente, tan pronto como vence el plazo de venta
del trabajo, expirando con ello un determinado periodo de producción: un
mes, etc. Pero al obrero sólo se le paga después de rendir su
fuerza de trabajo y una vez realizados en forma de mercancías, no sólo
su valor, sino también la plusvalía. Por tanto, el obrero
produce, además de la plusvalía, en la que aquí sólo vemos, por el
momento, el fondo de consumo del capitalista, el fondo mismo del que se
le paga, o sea el capital variable, antes de que vuelva a sus manos en
forma de salario, y sólo se le da ocupación en la medida en que lo reproduce constantemente. De aquí nace la fórmula de los economistas a que nos referíamos en el capítulo XVI, en la que el salario se presenta como parte del propio producto. Es
una parte del producto reproducido constantemente por el mismo obrero
la que vuelve constantemente a sus manos en forma de salario.
Es cierto que el capitalista le paga el valor de las mercancías en
dinero. Pero este dinero no es más que la forma transfigurada del
producto del trabajo o, mejor dicho, de una parte de él. Mientras que el
obrero convierte una parte de los medios de producción en productos,
una parte de su producto anterior vuelve a convertirse en dinero. Su trabajo de hoy o del medio año próximo se le paga con el trabajo de la semana anterior o del último medio año.
La ilusión que crea la forma dinero se esfuma inmediatamente, tan
pronto como en vez de fijarnos en un capitalista o en un obrero
individual nos fijamos en la clase capitalista y en la clase obrera en
conjunto. La clase capitalista entrega constantemente a la clase
obrera, en forma de dinero, la asignación de una parte del producto
creado por la segunda y apropiado por la primera. El obrero
devuelve estas asignaciones a la clase capitalista no menos
constantemente, privándose así incluso de la parte de su propio producto
que a él le corresponde. La forma de mercancía que presenta el producto
y la forma de dinero que presenta la mercancía disfrazan esta
transacción.
El capital variable no es, pues, como vemos, más que una forma histórica concreta de manifestarse el fondo de medios de vida o el fondo de trabajo
de que necesita el obrero para su sustento y reproducción y que en
todos los sistemas de producción social tiene constantemente que
producir y reproducir. Si el fondo de trabajo afluye a él constantemente
en forma de medios de pago de su trabajo es, sencillamente, porque su propio producto se aleja de él en forma de capital. Pero esta forma de manifestarse el fondo de trabajo no altera para nada el hecho de que el capitalista desembolsa, para pagar al obrero, el propio trabajo materializado de éste.
Tomemos, por ejemplo, un campesino
sujeto al señor feudal. Este campesino, con sus medios propios de
producción, trabaja la tierra durante tres días a la semana, supongamos.
Los tres días restantes los dedica a trabajar como siervo en la finca
de su señor. El campesino, siervo de la gleba, reproduce constantemente
su propio fondo de trabajo, sin que éste revista jamás ante él la forma de medios de pago desembolsados por un tercero a cambio de su trabajo. En justa reciprocidad, su trabajo, que es trabajo no retribuido y arrancado por la fuerza, no presenta tampoco la forma de trabajo voluntario y pagado. Si, un buen día, el señor le arrebata la tierra, el ganado de labor, la simiente, en una palabra, los medios de producción del campesino, a éste no le quedará ya más recurso, sí quiere vivir, que vender su fuerza de trabajo al señor. Suponiendo
que las demás condiciones no varíen, tendrá que seguir trabajando seis
días a la semana, tres para si mismo y tres para el ex señor feudal,
convertido ahora en patrono. Seguirá utilizando los medios de
producción igual que antes, como medios de producción, y transfiriendo
su valor al producto. Al igual que antes, una parte determinada del
producto seguirá siendo absorbida por la reproducción. Pero, al adoptar
lo que antes era trabajo del siervo la forma de trabajo del jornalero, el fondo de trabajo producido y reproducido por el campesino, ahora igual que antes reviste la forma de un capital desembolsado por el ex señor feudal.
El economista burgués, cuyo cerebro limitado no sabe separar la forma
de los fenómenos y la realidad que esta forma envuelve, cierra los ojos
ante el hecho de que incluso hoy día son excepción los casos en que el
fondo de trabajo presenta en el mundo habitado la forma de capital.
Cuando el capitalista convierte en
fuerza de trabajo una parte de su capital, lo que hace es explotar su
capital entero. Mata dos pájaros de un tiro. No saca provecho solamente a lo que el obrero le entrega, sino también a lo que él da al obrero.
El capital de que se desprende a cambio de la fuerza de trabajo se
convierte en medios de vida, cuyo consumo sirve para reproducir los
músculos, los nervios, los huesos, el cerebro de los obreros actuales y
para procrear los venideros. Así, pues, dentro de los límites de lo
absolutamente necesario, el consumo individual de la clase
obrera, vuelve a convertir el capital abonado a cambio de la fuerza de
trabajo, en nueva fuerza de trabajo explotable por el capital. Es producción y reproducción del medio de producción indispensable para el capitalista, del propio obrero. El consumo individual del obrero
es, pues, un factor de la producción y reproducción del capital, ya se
efectúe dentro o fuera del taller, de la fábrica, etc., dentro o fuera
del proceso de trabajo, ni más ni menos que la limpieza de las máquinas,
lo mismo si se realiza en pleno proceso de trabajo que si se organiza
durante los descansos. No importa que el obrero efectúe su consumo
individual en su propio provecho y no en gracia al capitalista.
Esta constante reproducción o eternización del obrero es el sine qua non de la producción capitalista.
*El capital Tomo I. Sección
Séptima. Capitulo XXI Reproducción simple. Pág 476-481. Karl Marx. Fondo
de Cultura Económica. Traducción Wenceslao Roces.
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