Soy asalariado, funcionario, profesor. Mi esposa es maestra. Tenemos tres hijos
de 10, 13 y 15 años. En 2008 nos atrevimos a tomar la decisión de comprar una
casa. Tomamos un préstamo de la Caja de Depósitos y Consignación, con interés
fijo – a pesar de que era más caro en aquel momento- para tener un cierto nivel
de confianza, para poder organizar nuestra vida y el futuro de nuestros hijos
con prudencia.
No tenemos otros recursos aparte de nuestros salarios, no damos clases
particulares, no recibimos nada “bajo manga”, intentamos enseñar a nuestros
hijos y a nuestros alumnos la dignidad como forma de vida. Tenemos un coche, es
de segunda mano y aún lo estamos pagando. Diversión no hay en nuestra
programación, excepto las excursiones escolares. Nos permitimos el lujo de pasar
unos días de vacaciones en las casas de nuestros padres (fuera de la provincia
de Atenas). La primera casa está en la costa y tiene 40 metros cuadrados de
superficie. La otra está en la montaña y tiene 27 metros cuadrados de
superficie. Es un poco difícil que siete personas quepan en unas casas tan
pequeñas, pero nos las apañamos y no nos quejamos.
Nos consideramos afortunados de tener al menos esta opción, si otros no
tienen nada. El plazo del préstamo que tenemos que pagar por la casa que hemos
comprado son 1.000 euros. Durante dos años vamos a pagar sólo los intereses, así
que hasta el próximo año vamos a ser “privilegiados”. Desde luego, luego nos va
a costar un ojo de la cara, pero ahora es el momento que las pasamos estrechas,
ahora no llegamos, por lo que no teníamos más remedio que recurrir a esta
solución.
Como somos una familia de tres hijos, y debido al cambio del sistema
tributario, el año pasado tuvimos la suerte de que se nos devolvieran unos 3.000
euros, lo que fue una increíblemente grande ayuda para satisfacer las
necesidades del hogar y de la familia en general. Este dinero lo ganábamos con
unos 5 o 6 meses de trabajo, aunque esto es relativo, porque poco a poco las
cosas se iban poniendo feas, ya que siempre surgía algún gasto extraordinario,
como por ejemplo una avería en el coche debido a su edad, alguna factura de la
luz “inflada”, algún tributo, algún gasto médico, e.tc, e.tc.
Pero este año las cosas han cambiado. No sólo no se nos devolvió dinero de la
Declaración de la Renta, sino que resulta que tenemos que pagar 2.100 euros de
más. Nuestros salarios se han recortado tanto que de verdad no quiero saber
cuanto gano “en neto”. Desde hace aproximadamente un año, no pasa ni un mes que
no nos ayuden nuestros padres con las pensiones que reciben. Los 1.100 euros
entre los dos es el único ingreso que tienen, y encima nos dan algo a
nosotros.
Con vuestro nuevo sistema tributario, según la información que tengo, vais a
eliminar por completo el límite de los ingresos libres de impuestos, cosa que
para nosotros significa una carga económica adicional, ya que tendremos que
pagar más impuestos, probablemente por considerar vosotros que somos ricos por
tener tres hijos.
De verdad, he llegado al punto en el que ni siquiera puedo pensar en qué van
a hacer las familias de muchos hijos. Ya, mi hijo menor me pregunta entre bromas
y veras: “¿Es decir, papá, si no me tuvierais a mí, pagaríais menos dinero?”
Intento contestarle de broma y cambiar de tema, no sea que me entre el pánico
pensando en la posibilidad de que se le ocurra algo escalofriante. Por no hablar
de los casos que conozco, de familias con hijos, en las que ambos padres están
desempleados, o trabaja uno de los dos padres, pero su sueldo no llega ni para
cubrir lo básico que necesita una familia. Estamos hablando de unas tragedias
señores. Y están aquí, a nuestro lado, no es una película en la tele o un
documental de Lonely Planet.
Además, en la escuela en que trabajo, cada día tengo que tratar de mantener
el equilibrio entre más de 450 alumnos y más de 50 profesores, donde cada uno
viene con sus cargas personales insoportables reflejándose en sus ojos. Pobreza,
familias y relaciones destrozadas, situaciones económicas que no tienen
solución, enfermedades, hambre. Sí hambre. Ahora, aquí, en Grecia, en 2012. Cada
día me enfrento con todo eso, eso es lo que veo, eso es lo que intento manejar
(gestionar). Cada día. Desde la mañana hasta el mediodía. Y luego tengo que
tratar de dejar todo atrás, volver a casa y tratar de manejar (gestionar) mis
propias cargas. Tengo que ser la roca de la familia, él que proporcionará
soluciones, él que resolverá los problemas. ¿Con qué? ¿Cómo? Hablando no se hace
nada, sin embargo, creo que se me han agotado las acciones. Estoy cansado. Mis
resistencias están ya minimizadas, mis reacciones puede que sean más lentas,
pero aún no me doy por vencido. Puede ser que sea un ahorro de fuerzas
inconsciente, ¿qué sé yo?
Y ahora voy a preguntar yo a todos los que se supone que se esfuerzan, en el
nombre del “pueblo”, por que cambie la situación, por que se recupere la
economía, por que el país se haga supuestamente digno de confianza:
¿Hasta cuándo voy a aguantar? ¿Hasta cuándo vamos a aguantar? No sólo yo, no
sólo mi familia, sino también todos los que están en nuestro entorno, los
amigos, los conocidos, todos los que conocemos y todos los que están en la
misma situación económica y psicológica que nosotros. Lo que nos saca de quicio,
sin embargo, es que no hemos participado en la creación de esta situación,
señores, ¡malditos seáis! Vosotros si participasteis.
Además, el hecho de que no nos hemos comido el dinero juntos, no hemos
robado, no hemos recibido dinero “bajo manga”, no hemos usurpado nada, no hemos
sacado dinero no declarado fuera del país, no hemos engañado a nadie. Por lo
menos los que yo conozco. Vosotros si lo hicisteis.
A pesar de que algunos ideológicamente estamos en contra de lo que vosotros
representáis y defendéis, hemos jugado limpio, con dignidad, pese a que éramos
conscientes de que era imposible “ganar”. Vosotros, desde luego, no lo
hicisteis.
Pero el juego ha llegado a sus límites caballeros, ya estamos hablando de
supervivencia. Y yo estoy a punto de explotar. Y no se hagan falsas ilusiones
caballeros. No quiero ni vuestra “comprensión”, ni vuestra mirada culpable, ni
vuestro supuesto “arrepentimiento”, ni una palmadita amistosa en la espalda.No
quiero que me toquéis, no quiero oír ni vuestra respiración, no quiero tener
ninguna relación con vosotros, no quiero ni siquiera que estéis en el lugar
donde vivo.
Y no quiero escuchar las chorradas sin sentido que vosotros sois mis
“empleadores” y que yo no os puedo juzgar, porque no lo sois. Mi sueldo basura –
como vosotros lo habéis degradado- proviene de los impuestos de mis
conciudadanos y que ellos y sólo ellos pueden ser considerados como
“empleadores” míos.
Y tengo la sensación de que la mayoría de la gente, independientemente de su
ideología política y sus diferencias personales, por lo menos reconocería lo que
trabajo para “estar bien” con ellos y con sus hijos. Vuestra opinión y crítica,
simplemente me importa un bledo, como a vosotros os importa un bledo que vivamos
o que nos vayáis a matar.
Desde luego, podéis fingir que no os enteráis o lo que es peor, que no tenéis
ni idea de lo que estoy hablando. Si al menos tuvierais agallas, caminaríais por
las calles para ver que la gente anda como loca, que conduce como si no hubiera
mañana, para ver de qué habla, qué dice, cómo lo pasa… Pero, en última
instancia, esto es de esperar. El que tiene el estómago lleno nunca ha entendido
al que tiene hambre o al menos le conviene hacer que no lo entiende. Por lo
tanto, este texto y su autor, no se hacen ilusiones, ni tienen esperanza, ni
esperan algo “bueno” de vosotros y de los de vuestra condición. Hace muchos años
que estamos repletos de que nos den un engañabobos.
Lo que desea lograr este texto, desde esta esquina del espacio infinito de
Internet, es sacar del interior del autor un “¡uf!”, y registrarlo, para que no
se olvide en el futuro – como una obligación moral expresada en una carta no
entregada-, para que sirva de mensaje de un náufrago metido en una botella, como
un simple recordatorio de un blogger anónimo, un testimonio que tal vez alguien
en el futuro encuentre buscando archivos en Internet a ver que pasaba “en aquel
entonces” en Grecia. Tal vez, los lectores sean mis hijos o vuestros hijos,
siempre que logren sobrevivir.
Pues que sepan los que encuentren esta carta no entregada que lo pasamos muy
duro y sabemos que lo peor está por venir y nos preocupamos principalmente por
lo que no les vamos a ofrecer. Que sepan que la supervivencia es una situación
muy especial para la persona que la sufre, y que requiere una mente clara,
porque puede derrumbar barreras éticas, puede destruir sociedades, puede
re-estructurar la jerarquía de los valores de alguien, puede cambiar actitudes,
formas de pensar, formas de acción, puede afectar al juicio y al nivel de
tolerancia y comprensión de alguien, puede eliminar la paciencia a nivel social
e individual, puede cambiar el proceso mismo de tomar decisiones…
Mucha gente en el país ya ha llegado a ese punto del espacio-tiempo en el que
está experimentando la lucha diaria por la supervivencia como una realidad, y
algunos como yo últimamente vienen observando que su estómago hace unos ruidos
raros, y escuchamos cada vez más claro el tañido de “guerra” y tratamos de
prepararnos como sea. Lo más importante, sin embargo, es que sepan que nuestro
último acto de dignidad y nuestra única esperanza es que nadie caiga sin
luchar…
El texto en griego.
NOTA DEL BLOG.- CREO RECORDAR QUE ALQUIEN ACHACABA "LA CRISIS" A QUE HEMOS VIVIDO POR ENCIMA DE NUESTRAS POSIBILIDADES. PERO QUIEN PUÑETAS HA VIVIDO POR ENCIMA DE SUS POSIBILIDADES, ?. HABRAN SIDO LOS DE SIEMPRE. LOS MISMOS DE AHORA
OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA
No hay comentarios:
Publicar un comentario