EL MOVIMIENTO OBRERO Y EL SINDICALISMO
04.11.2012
Ficha de Formación marxista-leninista X
MA.GAV.RO.CHE
En las dos fichas de formación
anteriores, hemos expuesto cómo es la propia sociedad capitalista la que
va creando las condiciones objetivas y subjetivas para la revolución
socialista. Esas condiciones subjetivas se concentran en la clase obrera
cuyo número y potencial crecen sin cesar por obra del desarrollo
capitalista. Aunque las diversas capas pequeñoburguesas de la población
tengan sus propios ideales socialistas, nunca podrán realizar el
socialismo si no es bajo la dirección de la clase obrera. Por eso, el
socialismo que se sitúa en el terreno de la realidad, el socialismo
científico, es y sólo puede ser “la expresión teórica del movimiento
proletario” (Engels).
¿Cómo surge y se desarrolla el movimiento obrero?
Aunque el trabajo asalariado ya se dio
desde la Antigüedad, la formación de la clase obrera se produce en
Europa a partir de los siglos XIV a XVI, particularmente con el
surgimiento de las manufacturas. No obstante, todavía se trata de una
clase escasamente diferenciada con relación a los propietarios
burgueses. Las primeras manifestaciones del movimiento social del
proletariado –motines, huelgas, sindicatos- se remontan a finales del
siglo XVIII en Inglaterra, e incluso las más pacíficas fueron objeto de
prohibición y persecución por parte de los gobiernos capitalistas hasta
que la clase obrera reunió suficiente fuerza para obligarlos a
respetarla como adversario. Los cartistas ingleses, que reivindicaban el
derecho de sufragio para los obreros a principios del siglo XIX,
representan el primer movimiento político organizado de nuestra clase. Y
las primeras manifestaciones proletarias abiertamente revolucionarias
son la sublevación obrera de Lyon (Francia) en 1831 y la insurrección de
los tejedores de Silesia (Alemania) en 1844, que tanto marcó la
evolución intelectual de los entonces jóvenes Carlos Marx y Federico
Engels, fundadores de la teoría científica del proletariado.
La primera etapa de desarrollo del
movimiento obrero tiene un carácter naturalmente económico: su principal
forma de acción es la huelga, al lado de otras como las
manifestaciones, los encierros, el boicot, el sabotaje, etc.; y su
principal forma de organización es el sindicato, al lado de otras como
los comités de empresa, las asambleas y comités de huelga, etc. Las
huelgas surgen y se extienden allí donde aparecen y se multiplican las
grandes fábricas.

Como hemos explicado anteriormente, es
la actual organización de la sociedad en que la tierra, las fábricas,
los instrumentos de producción, etc., pertenecen a un pequeño número de
terratenientes y capitalistas, mientras que la masa de la población no
posee ninguna o casi ninguna propiedad y se ve obligada por ello a
alquilar su fuerza de trabajo. Los patronos procuran que la jornada de
trabajo de los obreros sea lo más larga e intensa posible y les abonan
únicamente el salario imprescindible para que éstos y sus familiares
puedan apenas subsistir, mientras que todo lo que el obrero produce por
encima de esta cantidad de productos necesaria para su mantenimiento, se
lo embolsa el patrono: eso es lo que constituye su ganancia. Es
comprensible pues que los empresarios siempre traten de aumentar el
tiempo de trabajo y de reducir los salarios. En cambio, los obreros
tratan de trabajar sin extenuarse y de obtener el salario más alto
posible, a fin de brindar a su familia una alimentación suficiente y
sana, para vivir en una buena casa y para vestirse dignamente. Por lo
tanto, entre patronos y obreros existe lucha constante por la jornada
laboral y por el salario.
¿Pero puede sostener esta lucha por sí
solo? Cada vez es mayor el número de obreros: los pequeños propietarios
se arruinan y emigran del campo a las ciudades y a las fábricas, de los
países empobrecidos a las metrópolis imperialistas. Los terratenientes y
los fabricantes introducen maquinaria, que dejan sin trabajo a los
obreros. Esto empeora con las oscilaciones de la economía, con las
crisis: cuando la industria prospera, los patronos obtienen grandes
beneficios y no piensan en compartirlos con los obreros; pero durante
las crisis tratan de cargar pérdidas sobre los obreros. Aumenta sin
cesar el número de desocupados y el de gente reducida a la miseria; la
existencia de un pueblo hambriento hace que bajen cada vez más los
salarios. Al obrero le resulta imposible luchar él solo contra el
patrono. Si exige mejor salario o no acepta la rebaja del mismo, el
patrono contestará: vete a otra parte, son muchos los necesitados que
esperan a la puerta de la fábrica y estarán contentos de trabajar aunque
sea por un salario bajo. Entonces el obrero aislado se convierte en una
persona absolutamente desvalidafrente al capitalista.
Como cada trabajador advierte que por
sí solo nada puede frente al capital, los obreros empiezan a alzarse
juntos contra sus patronos y a organizarse en sindicatos. Sólo pueden
oponer resistencia a los patronos si están unidos, bien declarándose en
huelga, bien amenazando con ella. Comienzan las huelgas obreras.
Las huelgas significan el comienzo de
la lucha de la clase obrera contra la estructura capitalista de la
sociedad. Cuando los obreros se enfrentan individualmente con los
patronos, siguen siendo verdaderos esclavos asalariados, siempre sumisos
y silenciosos. Pero cuando estos obreros desposeídos se unen, la cosa
cambia. Se convierten en personas y comienzan a exigir que su trabajo no
sólo sirva para enriquecer a un puñado de parásitos, sino que permita a
los trabajadores vivir como seres humanos. Empiezan pues a reivindicar
el convertirse en dueños de la producción y de la sociedad. Las huelgas
infunden siempre tal espanto a los capitalistas porque comienzan a hacer
vacilar su dominio. Cuando los obreros se niegan a trabajar, la
producción se paraliza y los capitalistas dejan de obtener beneficios.
Cada huelga recuerda a los capitalistas que los verdaderos dueños no son
ellos, sino los obreros.
Cada huelga ejerce una enorme
influencia moral, tanto sobre los huelguistas como sobre los obreros de
otras fábricas. Durante una huelga, el obrero no piensa en él ni en su
salario exclusivamente, sino que piensa también en todos sus camaradas,
que han abandonado el trabajo junto con él y que defienden la causa
común sin temor a las privaciones. A pesar de las calamidades que
acarrea la huelga –hambre, despidos, detenciones, etc.-, los obreros
desprecian a los esquiroles, es decir, a quienes abandonan a sus
camaradas y entran en componendas con el patrono. La huelga favorece el
desarrollo de la conciencia de clase en los trabajadores, la conciencia
de que la clase capitalista entera es su enemigo y sólo pueden confiar
en los suyos, en la clase obrera. La huelga acerca, a los obreros, la
idea del socialismo: la idea de la lucha de toda la clase obrera por su
emancipación del yugo del capital. Más y más obreros se vuelven
partidarios del socialismo, se hacen comunistas.
La huelga abre los ojos a los obreros
también en lo que respecta al gobierno y a las leyes. El huelguista
aprende que el Estado burgués es su enemigo jurado, el defensor de los
capitalistas y el opresor de los obreros quienes tienen que arrancarle
contra su voluntad los derechos que le pertenecen. A su vez, el gobierno
comprende muy bien que las huelgas abren los ojos a los obreros, y por
ese motivo les tiene tanto miedo y se esfuerza a todo trance por
sofocarlas lo antes posible. Las huelgas desarrollan en los obreros la
conciencia de que deben prepararse para luchar contra el Estado, para
realizar una revolución socialista.
Las limitaciones del sindicalismo
Así, pues, las huelgas son una “escuela
de guerra”, escuela en la que los obreros aprenden a librar la guerra
contra sus enemigos por emancipar al pueblo del yugo del capital y su
Estado. Pero la “escuela de guerra” no es la guerra misma. Cuando las
huelgas se difunden, algunos obreros (y algunos socialistas) comienzan a
pensar que la clase obrera puede limitarse a las huelgas, a los
sindicatos y a las cajas o sociedades de resistencia, que con estas
únicas armas podrán conseguir una gran mejora de su situación y aún su
emancipación. Piensan que a la clase obrera le basta con declarar la
huelga general en todo el país para conseguir de los capitalistas y del
gobierno todo lo que quieran. Pero esta opinión es errónea. Las huelgas y
los sindicatos son uno de los medios de lucha de la clase obrera por su
emancipación, pero no el único, y si los obreros no prestan atención a
otros medios de lucha, retrasarán el desarrollo y los éxitos de la clase
obrera. Basta una crisis, un empeoramiento brusco del poder adquisitivo
de los trabajadores, una provocación patronal, la represión policial,
el aprovechamiento por la propaganda burguesa de las contradicciones
entre diferentes sectores de la clase obrera, la corrupción de la
burocracia sindical, etc., para dar al traste con el sindicato y con las
cajas de resistencia.
De las huelgas aisladas, los obreros
pueden y deben pasar, y pasan realmente en todos los países, a la lucha
de toda la clase obrera por la emancipación de todos los trabajadores.
Hacer conocer la causa obrera a las masas obreras, esclarecerlas sobre
el socialismo y la lucha obrera, enseñarles todos los medios de lucha
contra sus enemigos, ésta es la misión que deben asumir los comunistas y
los obreros conscientes, organizando para ello el partido obrero
revolucionario, el Partido Comunista. Sólo este partido puede llevar a
cabo la lucha contra los gobiernos por los derechos de los obreros y por
los de todo el pueblo, por su emancipación.
La historia nos muestra que los
primeros sindicatos eran estrechamente corporativos, conciliadores con
los patronos y elitistas, mientras que los sindicatos de clase sólo
pudieron surgir tras el esfuerzo de los marxistas por organizarse y
vincularse a las masas proletarias: primero a través de la Liga de los
Comunistas, luego mediante la Asociación Internacional de los
Trabajadores (la Primera Internacional) y finalmente gracias a la
constitución de partidos obreros socialistas de masas. Cuando éstos se
volvieron dóciles instrumentos de la burguesía, la dinamización del
movimiento obrero fue realizada por los partidos comunistas surgidos del
ala revolucionaria, marxista-leninista, de los partidos socialistas. La
degeneración burguesa de la dirección del movimiento sindical actual ha
sido precedida por la del PCE y sólo podrá corregirse mediante la
reconstitución proletaria revolucionaria del Partido Comunista
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