EL MITO DE LA REVOLUCIÓN ISLANDESA
02.09.2012
Luis Pascual
En época de
bonanza, Islandia era un país como cualquier otro que entró en el
juego de la especulación, invirtiendo en negocios en el extranjero y
contrayendo enormes deudas. Tras el colapso financiero en 2008, la
ciudadanía salió a las calles forzando unas elecciones anticipadas y
referéndums en los cuales más del 90% de la población se negó a pagar
la deuda externa de los bancos. Allí ocurrió lo que en otros países
fue impensable: se juzgaron a los banqueros y políticos corruptos, se
limpió completamente el parlamento y entre la ciudadanía están
redactando borradores para una nueva Constitución.
Desde Europa, ese acontecimiento fue
calificado como una revolución y se vio con muy buenos ojos aquellos
sucesos y trataron de seguirlos. Sin embargo, si entendemos una
revolución como una transformación radical del sistema, es decir, un
cambio desde la raíz que acabe borrando el anterior sistema para
instaurarse otro nuevo, ¿realmente en Islandia fue un cambio radical?
Pese a que también hubieron anarquistas que participaron en las
protestas, no tuvieron demasiada repercusión y pese a que incluso
hubo protestas violentas, no consiguieron radicalizar el conflicto y
finalmente, el poder cedió y se lavó la cara. Resumiendo, la
respuesta es no. Lo que pasó en Islandia fue una profunda reforma
manteniendo las estructuras de siempre: economía capitalista
intervenida por el Estado de carácter democrático conocido como “Estado
de Derecho” o “Estado del Bienestar”. Se mantuvo el sistema bancario,
las empresas, el parlamentarismo y siguen usando el dinero. No es el triunfo del pueblo,
no nos engañemos, es la conquista de las clases medias. La
explotación se volvió más sutil, pues siguen existiendo asalariados.
Islandia hizo una limpieza general y
un profundo lavado de cara al sistema y ahora su economía vuelve a
crecer, es decir, el capitalismo se ha desecho de los lastres y
volvió a remontar y reforzarse. Al contrario que en Europa, Islandia
no está en la UE y por tanto, tiene más independencia con respecto a
otros países dentro de la zona euro, donde Alemania y Francia son los
dominantes mientras que los países periféricos se convierten en
colonias. Sin embargo, ¿es preferible tener un capitalismo amable con
un Estado del Bienestar al estilo noruego o sueco? Para la clase
media española (digamos los que viven en el engaño) es el sueño a
realizar, pues anhelan la cómoda vida que había antes de la crisis
financiera. Una vida como en los países nórdicos donde sobra el
dinero y todos pueden consumir vorazmente es una vida enferma, hace
que la gente se aborrezca y nunca se quede satisfecho dentro del bucle
consumista de querer comprar las novedades, ir cada día al trabajo y
gastar dinero cuando no se trabaja.
No obstante, ese patético sueño de
una parte del conjunto de asalariados será un espejismo. El contexto
social no es el mismo, pues en Islandia apenas hay medio millón de
habitantes mientras que en España son más de 45 millones, por no
hablar del tejido social, pues aquí hay un montón de gente
desorganizada e incapaz de dar una respuesta contundente; a parte de
que económicamente dependemos del resto de la zona euro con una
evidente influencia de los dictados de Alemania. Y no digamos la
impunidad de las clases adineradas, pues la corrupción es tal que se
han hecho inmunes ante los jueces, más la estéril respuesta de la
clase trabajadora.
Seamos consecuentes, que se juzguen a
banqueros y políticos corruptos puede ser una buena noticia, pero si
siguen habiendo banqueros y políticos, lo más probable es que la
historia se vuelva a repetir. El sistema capitalista, por muy sutil
que sea, siempre creará injusticias y desigualdades. Siempre habrá
unos que trabajan y otros que explotan el fruto de ese trabajo. Desde
aquí se ha mitificado las condiciones de vida de Alemania y más de
los países nórdicos pero pocos cuentan que en Alemania están
creciendo los trabajos basura, trabajos temporales y los famosos
«minijobs», pocos hablan sobre los pocos que viven mal en Noruega o
el alto índice de suicidios (causa de la neurosis que puede generar
una sociedad donde solo hay espectáculo y rutina) porque no interesa.
El ciudadanismo, como movimiento reformista que es, ha borrado de un plumazo la conciencia de clase.
Ha despolitizado las luchas y ha introducido la mentalidad
pequeñoburguesa en la clase trabajadora. Además, el término ‘ciudadano’
engloba en una sola ‘clase’ a banqueros, políticos, empresarios,
militares, policías y trabajadores; lo cual quiere decir que un
ciudadano es aquel que vive dentro del sistema. Entonces, si hablamos de
“revolución ciudadana” (término extremadamente vomitivo), hablamos
de un acto inocuo que transformó el sistema neoliberal en un
capitalismo amable.
Una verdadera revolución es aquella
llevada a cabo por la misma clase trabajadora que, una vez recuperada
la conciencia de clase, nos autoorganicemos acorde a la nueva
sociedad que queramos construir, en nuestro caso, una sociedad libre y
ello significa destruir el capitalismo y el Estado, expropiando los
medios de producción que antes eran propiedad privada o estatal y
pasen a estar bajo control obrero, es decir, se autogestionase. A la
vez, el pueblo tendría que estar capacitado para sustituir las
funciones del gobierno y organizar la nueva sociedad bajo el
principio federativo, donde los órganos de decisión sean las
asambleas de cada comunidad, donde cada individuo toma
responsabilidades y se asocie libremente con otros individuos libres.
Una revolución implica una
transformación radical tanto de la sociedad como de los individuos, y
no un profundo lavado de cara manteniendo sus bases
No hay comentarios:
Publicar un comentario