El multimillonario Petro Poroshenko,
elegido este domingo presidente de Ucrania en unos comicios
absolutamente ilegítimos (pero santificados por la UE y EEUU), además de
ser proclamado mandatario de un país dividido, es el Rey del Chocolate y
dueño del Canal 5 de la TV en Kiev, desde donde animó a las masas
antirrusas a desplegarse junto a los neonazis para acabar con el
gobierno del legítimo presidente Yanukovich.

POROSHENKO, COMO EX MINISTRO DE YANUKOVICH, SABE QUE TIENE UN DIFÍCIL CAMINO POR DELANTE
Lo más notable del caso es que Petro había ejercido como ministro de
Economía en el gobierno del defenestrado ex presidente, amén de
director del Banco Nacional o Ministro de Exteriores en el gabinete de
Víktor Yushenko.
Las protestas se tornaron violentìsimas. El saldo fueron decenas de
muertos, cientos de heridos, hasta coronar en un golpe de estado
cruento, avalado hipócritamente por la práctica totalidad de los países
europeos y EEUU, aunque contestado y condenado por China, Bielorrusia,
Cuba, Venezuela, Ecuador o Nicaragua, que daban lecciones a sus
homólogos del viejo continente, en lo que se refiere a respeto a la
legalidad y a la no injerencia en asuntos internos de otra nación.
Poroshenko, como la mayor parte de los empresarios boyantes, es
pragmático en sus decisiones. Sus más cercanos colaboradores saben que
los negocios no irán viento en popa, si no cuenta con la comprensión del
Kremlin.
Sus objetivos no se lograrán si no controla o acaba con las bandas
paramilitares, formadas por nazis y fascistas, enrolados en un ejército
que causaría risa de no ser porque la muerte ya ha golpeado a decenas de
sus soldados.
Otra de sus metas inmediatas es la normalización de las relaciones
políticas con su vecina Rusia y establecer un diálogo estable y sincero
con la ex república de Crimea (hoy anexionada a Rusia), así como abrir
cauces y vías de entendimiento con las autoridades de las Repúblicas
Populares de Donetsk y Lugansk, que ya se autodefinen conjuntamente como
Nuevarrusia.
En su campaña electoral, Poroshenko “recuperar” la península de
Crimea, que aprobó su anexión a Rusia mediante un referéndum, declarado
ilegal por la comunidad internacional.
Sin embargo, el nuevo presidente sabe que ese tema no tiene vuelta
de hoja, lo quiera o no Obama, la UE o lo proclame la misma ONU.
Crimea votó anexionarse a Rusia por un 95% de sufragios afirmativos.
Y esa decisión es sagrada para los habitantes de la península y para el
Kremlin.
Con su experiencia gubernamental y su conocimiento del mundo de los
negocios, muchos lo creen capacitado para reactivar una economía endeble
y unir a un país fracturado. Quizás a duras penas logre lo primero, pero no lo segundo.
OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA
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