Entrada basada en los hechos acontecidos en Valladolid el día dos de febrero de 2014
Video recogido por un vecino
La mesa esta puesta y la comida lista. Mandamases del partido
gobernante se reúnen para comer ufanos después de celebrar la
convención nacional del Partido Popular en la ciudad de Valladolid . El
restaurante, de postín y buen gusto ofrece a tan distinguida clientela
una completa y suculenta comida con los más variados platos de la
tierra. Buenos caldos riegan las copas de fino cristal y los brindis se
suceden al calor de las risas y el fino ambiente.
Cinco calles más allá, en esta ciudad castellana, ha acabado una
manifestación de protesta contra el paro y los desahucios, contra la
precariedad, la crisis y la pauperizacion de la sociedad, en definitiva
contra la política del gobierno liberal del PP. Varias decenas de
personas conscientes e informadas de la celebración que la plana total
del partido lleva a cabo a tan solo unas manzanas deciden acercarse a
hacerse oir ante los que son considerados como cómplices y responsables
de esta situación en que vive la gran mayoría de los españoles. Es una
oportunidad de oro de ejercitar ese derecho constitucional que es la
libertad de expresión y decididos y alegres van llegando ante las
puertas del restaurante.
Una muralla de antidisturbios les acompañan a la espera de órdenes concretas respecto a esta improvisada concentración.
En el restaurante la sensación de paz y concordia, de artificial auto
complacencia no puede ser mayor. Los presidentes y sub presidentes, los
ministros y viceministros, los delegados y subdelegados y hasta los
adjuntos y pelotadjuntos no cesan de alternar las palabras vacías con
los tenedores llenos, las palabras fraternales con los susurros
sibilantes, la carne con el pescado, la avaricia con el hartazgo, la
traición con la adulación.
El adjunto a consejero delegado de seguridad es discretamente informado
de que una turba de manifestante se dirige a su encuentro y con rictus
de disgusto y mohin de desprecio aparta el cochinillo de su tenedor
para, con cuatro palabras ser tajante: las órdenes son claras y
terminantes . Por casualidad y de improviso se escucha un eructo entre
la distinguida asistencia que clama con el contraste de los esclarecidos
cargos, las elegantes ropas y el aroma dulzón de los perfumes caros.
A fuera la poquísima multitud se va juntando, personas mayores, de
mediana edad y jovenes, miembros de colectivos sociales como Parados en
movimiento o el 15M comienzan a gritar en contra de las políticas del
gobierno. Enarbolando su único instrumento de ataque, la palabra,
provocan el odio de los perros cortijeros que tienen enfrente armados de
porras y pistolas hasta los dientes.
El restaurante, escaleras abajo y con unos grandes muros exteriores es
ajeno al movimiento de policia y manifestantes. El segundo del Partido
entona un brindis y las risas de las damas de mechas rubias y los
caballeros de melena acaracolada no consiguen que pase inadvertido
varios estámpidos aerófagos de entre los mismisimos asistentes. La
comida es copiosa y gusta de nadar en la abundancia.
A poco de que la gente comenzase a gritar, la muralla de antidisturbios,
tantos en número o más como los manifestantes, se lanza sin miramientos
a su cometido. Golpes, gritos, cabezas abiertas, ingles aplastadas.
Chillidos de dolor, de pánico y de rabia. La indignación trata de
hacerse oir pero la policia es sorda a las súplicas y ciega cuando
golpea. Señores inofensivos de sesenta años, periodistas sin acreditar o
estudiantes menores de edad son golpeados y arrastrados fuera de lo que
empieza a dibujarse como perimetro de seguridad en torno al
restaurante.
Y ahora unas palabras del presidente que son recibidas con aplausos de
manos blandas y enjoyadas. Los pedos son cada vez más sonoros y los
eructos se van generalizando entre los comensales a esta magnifica cena.
El vino y la comida grasienta va dejando manchas en las panzas de los
politícos mientras la embriaguez del poder va transformandose en
delirio.
El dispositivo de seguridad en torno al restaurante es de varias
manzanas alrededor del mismo. El perimetro, conquistado con crueldad,
metro a metro, hematoma a hematoma, consigue garantizar la seguridad de
los participantes en la convencion del partido Popular. La sopresa y el
dolor físico va dejando paso al miedo que se instala en los huesos de
los participantes en la improvisada protesta. La policía arrasa, una
mujer de sesenta años cae herida de gravedad con hemorragia cerebral. La
policía actúa con enconado rencor y hasta se permite insultar mientras
batalla , como a aquel hombre de cincuenta años al que un agente de no
más de veinticinco años escupió llamándole ” parásito social”.
Prepotencia , abuso de fuerza, desproporción , cobardía , ensañamiento.
Locura. Escapar.
En la larga mesa de honorificos politicos casi no se escucha palabra
alguna, siendo un fragor de regüeldos, vomitos, pedos y eructos el que
llena la noble sala. Los devueltos esparcidos por todos los lados dan un
olor agrio que no parece asombrar a tan ilustres invitados. Todos, el
que más o el que menos, desde el consejero central del Partido hasta la
ministra más delicada está tirándose pedos y echando sonoras
deposiciones. El olor a putrefacción se puede masticar como una nube
negra que envuelve las medallas, los cargos ministeriales, las
jerarquías del partido, el organigrama de gobierno y la corte de pelotas
sentados todavía en la mesa de la vergüenza y la sucia política .
Mientras tanto la gente huye sin consuelo , sin mirar atrás ,
rodeando la espontánea zona cero con terror a ser pisoteados de nuevo y
detenidos. La huida es a la carrera, sin dignidad,con frustración y
rabia. Con el único de deseo de que todo pase o y vencer el miedo que
sólo el que lo ha vivido sabe de qué se trata, las personas que querían
hacerse oír por los gobernantes se disuelven en el anónimo entramado
callejero del mediodía en el centro de Valladolid .
Dentro la obscenidad es insoportable. Afuera la decencia ha sido desalojada y se evapora en el aire libre.
OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA
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