PATRICE LUMUMBA: BIOGRAFIA Y DISCURSO EN LA CEREMONIA DE PROCLAMACIÓN DE LA INDEPENDENCIA DEL CONGO
18.01.2013
Patrice
Émery Lumumba nació en el territorio de Katako-Kombe en el Sankuru, en
el Congo Belga (actual República Democrática del Congo). Trabajó como
empleado de oficina en una sociedad minera de la provincia de Kivu del
Sur hasta 1945, después como periodista en Léopoldville (hoy Kinshasa) y
Stanleyville (Kisangani), período durante el cual escribió en varios
periódicos. En septiembre de 1954 recibe su carta «de matriculado»,
honor raramente concedido por la administración belga a algunos negros
(apenas 200 de los 13 millones de habitantes de la época) y en 1955 crea
una asociación llamada APIC (Asociación del Personal Indígena de la
Colonia).
En 1958 crea el Movimiento Nacional
Congolés (MNC), en Léopoldville (actual Kinshasa), el 5 de octubre de
1958, y con tal nombre, participa en la Conferencia Panafricana de
Accra. Consigue organizar una reunión para dar cuenta de dicha
conferencia durante la cual reivindica la independencia delante de más
de 10,000 personas. Despues de dos años de lucha politica por la
independencia, Bélgica le concede de modo sorpresivo la independencia
al Congo hecha efectiva el 30 de junio de 1960.
El MNC y sus aliados ganan las
elecciones organizadas en mayo y, el 23 de junio de 1960, Patrice
Lumumba se convierte en el primer Primer Ministro del Congo
independiente. La alegria de la fecha es, sin embargo, empanada por el
hecho de que la independencia del Congo esta ligada a la condición de
que el Congo herede la deuda externa de Bélgica, con lo cual el joven
país nace sumido en en una crisis económica y teniendo que devolver un
préstamo que jamás recibió.
Por otro lado, buena parte de la
administración y de los cuadros del ejército se mantiene belga, por lo
cual Lumumba decreta la africanización del ejército y la tropa se
rebela en contra de sus oficiales y del estado mayor. El desorden
resultante, da paso a graves actos de violencia. El imperialismo belga y
norteamericano, mientras tanto, interesados en mantener acceso a la
riqueza mineral del país, promueven la escición de la provincias de
Katanga y Kasai del Sur. Lumumba responde con obtener el apoyo de la
URSS. La ONU envia tropas en un intento de apaciguar la crisis.

En septiembre el presidente congoleño,
J. Kasavubu, busca destituir ilegalmente a Lumumba del puesto de Primer
Ministro. Lumumba recibe el apoyo del parlamento, quien ordena la
dimisión de Kasavubu, pero el ejército lanza un golpe militar el 14 de
septiembre y es Lumumba quien es puesto en arresto domiciliario bajo
custodia de tropas de la ONU.
Al poco tiempo, Lumumba logra huir y la
CIA norteamericana ordena su asesinato. Perseguidos por los militares
locales y belgas, y la CIA, Lumumba y sus ministros son detenidos en la
localidad de Mweka el 1ro de diciembre de 1960. El 17 de enero de 1961
fue transferido, maniatado, amordazado y sangrando por las golpizas
sufridas, a la provincia de Katanga, entonces indirectamente bajo
control belga. Esa noche, Lumumba y sus companeros fueron fusilados en
presencia de autoridades militares congoleñas y sus asesores belgas y
norteamericanos, y sus restos supuestamente despedazados y disueltose en
acido sulfurico.
Patrice Émery Lumumba fue el único jefe de estado libremente elegido en la RDC hasta el año 2006.
Hombres y mujeres del Congo,
Victoriosos luchadores de la independencia,
Los saludo en nombre del gobierno congolés.
Les pido a todos ustedes, amigos míos,
quienes pelearon incansablemente en nuestras filas, marcar este 30 de
junio de 1960, como una fecha ilustre que quedara por siempre grabada
en sus corazones, una fecha cuyo significado le explicarán
orgullosamente a sus hijos, para que ellos en su momento les puedan
contar a sus nietos y bisnietos la gloriosa historia de nuestra lucha
por la libertad.
Aunque esta independencia del Congo
está siendo proclamada hoy en acuerdo con Bélgica, un país amistoso,
con el que estamos en igualdad de términos, ningún congolés olvidará
que la independencia se ganó en lucha, una lucha perseverante e
inspirada que ocurrió en el día a día, una lucha, en la qué no nos
intimidamos por la privación o el sufrimiento y no escatimamos fuerza o
sangre.
Estuvo llena de lágrimas, fuego y
sangre. Estamos profundamente orgullosos de nuestra lucha, porque era
justa y noble e indispensable para poner fin a la humillante esclavitud
que nos fue impuesta.
Esa fue nuestra suerte durante los
ochenta años de dominio colonial y nuestras heridas están muy frescas y
son demasiado dolorosas para ser olvidadas.
Hemos experimentado trabajo forzoso a
cambio de una paga que no nos permitía satisfacer nuestra hambre,
vestirnos, tener alojamiento decente o criar a nuestros hijos como
seres amados.
Mañana, tarde y noche éramos sometidos a
burlas, insultos y golpes porque éramos “Negros”. ¿Quién podrá olvidar
que el negro era tratado como “tú”, no porque fuera un amigo, sino
porque el respetuoso “usted” estaba reservado para el hombre blanco?
Hemos visto nuestras tierras
confiscadas en nombre de leyes aparentemente justas, que daban
reconocimiento sólo al derecho de la fuerza.
No hemos olvidado que la ley nunca fue
la misma para el blanco y para el negro, que era indulgente para unos, y
cruel e inhumana para los otros.
Hemos experimentado sufrimientos
atroces, hemos sido perseguidos por convicciones políticas y creencias
religiosas, y exiliados de nuestra tierra natal: nuestra suerte fue
peor que la muerte misma.
No hemos olvidado que en las ciudades
las mansiones eran para los blancos y las chozas en ruinas para los
negros; que un negro no era admitido en los cines, restaurantes y
tiendas reservadas para los “europeos”; que un negro viajaba en el
compartimento, bajo los pies de los blancos en sus cabinas de lujo.
¿Quién podrá olvidar los tiroteos que
mataron a tantos de nuestros hermanos, o las celdas en las que eran
arrojados sin piedad aquéllos que no estaban dispuestos a someterse por
más tiempo al régimen de injusticia, opresión y explotación usado por
los colonialistas como herramienta de su dominación?
Todo eso, hermanos míos, nos trajo un sufrimiento indecible.
Pero nosotros, que fuimos elegidos por
los votos de sus representantes, representantes del pueblo, para guiar a
nuestra tierra natal, nosotros, que hemos sufrido en cuerpo y alma la
opresión colonial, nosotros les decimos que de ahora en adelante todo
eso está terminado.
La República del Congo ha sido proclamada y el futuro de nuestro amado país está ahora en las manos de su propio pueblo.
Hermanos, comencemos juntos una nueva lucha, una lucha sublime que llevará a nuestro país hacia la paz, prosperidad y grandeza.
Juntos estableceremos justicia social y aseguraremos para cada hombre una remuneración justa por su trabajo.
Le mostraremos al mundo lo que el hombre negro puede hacer cuando trabaja en libertad, y haremos del Congo el orgullo de África.
Vigilaremos que las tierras de nuestro país nativo realmente beneficien a sus hijos.
Revisaremos todas las viejas leyes y las convertiremos en unas nuevas que sean justas y nobles.
Detendremos la persecución del libre
pensamiento. Vigilaremos que todos los ciudadanos disfruten en toda su
extensión las libertades básicas previstas por la Declaración de
Derechos Humanos.
Erradicaremos toda discriminación,
cualquiera que sea su origen, y aseguraremos para todos un paso por la
vida adecuado a su dignidad humana y que corresponda a su trabajo y su
lealtad con el país.
Instituiremos en el país una paz basada no en las armas y las bayonetas sino en la concordia y la buena voluntad.
Y en todo esto, mis queridos
compatriotas, podemos confiar no solo en nuestras propias enormes
fuerzas y riqueza inmensa, sino también en la asistencia de los
numerosos estados extranjeros, cuya cooperación aceptaremos cuando no
esté encaminada a imponernos una política foránea, sino sea dada en un
espíritu de amistad.
Incluso Bélgica, que finalmente ha
entendido la lección de la Historia y no necesita oponerse más a
nuestra independencia, está preparada para darnos su ayuda y amistad;
para ese fin un acuerdo acaba de ser firmado entre nuestros países
iguales e independientes. Estoy seguro que esta cooperación beneficiará
a ambos países. Por nuestra parte, trataremos, mientras permanecemos
vigilantes, de observar los compromisos que hemos hecho libremente.
Así, tanto en la esfera interna como
externa, el nuevo Congo siendo creado por mi gobierno será rico, libre y
próspero. Pero para alcanzar nuestro objetivo sin demora, les pido a
todos ustedes, legisladores y ciudadanos del Congo, darnos toda la
ayuda que puedan.
Les pido a todos que entierren sus riñas tribales: nos debilitan y pueden hacer que nos desprecien en el exterior.
Les pido a todos que no retrocedan ante cualquier sacrificio por el bien de asegurar el éxito de nuestra gran empresa.
Finalmente, les pido incondicionalmente
que respeten la vida y propiedad de los ciudadanos y extranjeros que
se han asentado en nuestro país; si la conducta de estos extranjeros
deja mucho que desear, nuestra Justicia los expulsará pronto del
territorio de la república; si, por el contrario, su conducta es buena,
deben ser dejados en paz, pues ellos, también, están trabajando por la
prosperidad de nuestro país
La independencia del Congo es un paso decisivo hacia la liberación del continente africano entero.
Nuestro gobierno, un gobierno de unidad nacional y popular, servirá a su país.
Hago un llamado a todos los ciudadanos
congoleños, hombres, mujeres y niños, para que adopten con resolución
la tarea de crear una economía nacional y asegurar nuestra
independencia económica.
¡Gloria eterna a los luchadores de la liberación nacional!
¡Viva la independencia y la unidad africana!
¡Viva el Congo independiente y soberano!
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