
MARCOS GONZÁLEZ SEDANO
No, no es el título de una película. Tampoco el de una novela.
Podría ser una sentencia breve: los males que aquejan a nuestra tierra y
a sus hijos son a causa de una maldición.
Pero yo, que soy ateo y un ateo muy curioso, bajé de la estantería
dos libros sagrados: El Corán y La Biblia (esta última regalo de mi
hermano Diego Marquez) y busqué entre sus páginas acerca de profecías y
plagas. Solo encontré en Salomón y Ezequiel alabanzas y bendiciones a la
tierra de Tarsis.
Antes de descartar que la brujería fuera la causa de nuestras
desgracias consulté con dos amigas, una de ellas de la Alpujarra de
Granada y la otra de Noia, de la provincia de A Coruña.
Las dos son brujas de reconocido prestigio internacional que ejercen
su oficio de forma clandestina ya que la clandestina Inquisición las
tiene en búsqueda y captura.
Las dos coincidieron en el diagnóstico y me aseguraron que no existe
brujería tan fuerte como para abducir a un pueblo en su conjunto, y
menos al pueblo andaluz, ya que este se encuentra en el vértice de la
energía positiva planetaria, teniendo nosotros la cualidad de generar
luz propia.

ASTARTÉ, LA DIOSA FENICIA Y ANDALUZA DE LOS PLACERES CARNALES
La sentencia fue tan tajante que ya solo me quedaba un camino, una consulta, un viaje a lo prohibido, El Templo de la Lucera,Luciferi Fanum.
Así que bajé por el Gran Río hacia Sanlúcar de Barrameda y en un
lugar oculto, donde la uva se hace mosto y el mosto vino, entre barriles
de solera mirando cómo la Mar en un amor compartido abraza al
Guadalquivir (si alguna vez muero,
recógeme entre tus manos, Sanlúcar, y ponme en un juanelo que remonte
río arriba, surcando montes y campiñas, y que me deje a los pies de la
Alhambra. Quiero ver desde el Paseo de los Tristes cómo llega la
mañana), me sumergí en los brazos de Baco y le pregunté, verso a verso, de borracho a borracho, si sabía algo de una maldición.
El dios, con su aliento perfumado en manzanilla, me respondió que él
no sabía nada. Que hablase con Astarté. La diosa de la naturaleza, de
la vida, de la exaltación del amor y de los placeres carnales, se
presentó ante mí, desnuda, apenas cubierta con unos velos de seda
tejidos en los telares de Granada.
“Artaté“ -le dije- “Madre
nuestra, tú que amamantaste a este pueblo en su cuna, dime: ¿sabes de
alguna pócima fabricada por mano de hombre o dios que haya emponzoñado
nuestros sueños?“.
Astarté, amigo Antonio Manuel, no habla, solo mira y en su mirada lleva las respuestas.
Andaluces, estad tranquilos, la maldición no existe. No debemos
luchar ni contra magos ni contra dioses. Heracles ya les llevó su parte.
Los males que nos aquejan salen de las manos de los hombres y a esos, a esos sí los podemos vencer
OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA
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