RELATOS OBREROS: LA CÓLERA
Zarzuelo Cabañas
“De nada servirá”, pensaba y asumía mientras limpiaba y montaba concienzudamente las distintas piezas. “Sé que se me culpará. ¿A caso no soy yo el culpable? Pero en todo caso, ¿soy la causa?” Frotaba con suma delicadeza las distintas piezas que se encontraban perfectamente ordenadas encima de la cama, “Dirán que soy un loco. Y siendo consciente de lo que pretendo hacer, yo mismo también empiezo a pensarlo. ¡Qué me ha pasado! Mientras
va montando las distintas partes rememora aquellos años pasados: su
mujer, sus hijos, su trabajo, su casa, su coche, sus amigos. “¿Qué me queda ahora? Nada. ¿Recuperaré lo perdido con mi acción? Por supuesto que no. ¿Entonces, por qué hacerlo?” De
manera obsesiva supervisa su objeto, montándolo y desmontándolo de
manera continua, comprobando que no va a fallar. Se mira en el espejo, “¿Qué soy? Un despojo, un miserable, una mierda más ¿A caso no actúan como si
lo fuese? ¿Pero no ha sido siempre así? me objetarán. Sí, pero antes
tenía mujer, hijos, trabajo, casa, coche y amigos. ¿Y qué tengo ahora?” Dirige su seria mirada hacia la cama y regresa al espejo con ello en la mano, “¿Quién
tuvo la culpa de que tras más de treinta años trabajando nos
despidiesen de un día para otro? ¿Y qué nos quitasen la única casa dónde
vivíamos por haber avalado a nuestros hijos igualmente despedidos?¿De
qué estos trabajasen para un empresa de telefonía y en unos grandes
almacenes por unos míseros 600 euros a pesar de ser licenciados en
filosofía y en historia? ¿Quién tuvo la culpa de que mi mujer esperase
con fiebre más de una semana para ser operada y finalmente muriese por
un shock séptico? ¿Y qué tras ello mi hija se suicidase? ¿Y qué mi hijo
se refugiase en las drogas? ¡Dónde te encuentras hijo mío!”
Se limpió las lágrimas con la
manga de la blanca camisa perfectamente planchada y una a una fue
contando: una, dos, tres, cuatro y cinco. Miró el reloj y dijo, “Es la hora”. Ya no había marcha atrás, “¿A caso alguna vez lo hacen ellos?” Se colocó en la posición entrenada y miró: uno, dos, tres, cuatro. “Cuando
tomé la decisión o más bien me tomó ella a mí, pensé que resultaría
harto complicado y que la investigación de está imposibilidad me
ocuparía toda la vida, pero en menos de cinco años encontré el cómo, el
cuándo y el dónde. ¿Y el por qué? ¿A caso tenían un por qué la vida de
mi mujer y de mis hijos?”
Los coches empezaron a
desfilar a modo de procesión cuando el uno y el dos salieron a la
escalinata en espera del tres y del cuatro, “Estaré loco pero no soy
ningún estúpido, aunque para ellos sin duda lo sea, no por mi acción
sino mas bien por mi conocimiento de que con ello no solucionó nada pues
tras ello solo consigo la mas mísera derrota. ¿Pero cómo hacer
desaparecer aquello que no tiene ni ojos, ni brazos ni piernas, pero que
ve, golpea y patea? ¿Indiscriminadamente?” Y mientras observaba como con sus limpios trajes se apretaban sus sucias manos, empezó a dudar“¿Tuve
mujer e hijos? En todo caso, ¿no hay de sobra padres que son echados a
la puta calle sin miramiento alguno? ¿y madres que se mueren por la
falta de sanidad? ¿e hijos que se suicidan o bien se enganchan a la
droga a causa del devenir de los tiempos? No faltan ejemplos más bien
abundan.” El uno, el dos, el tres y el cuatro se encontraban sonrientemente alienados frente a los fotógrafos. “¿Por
qué? Preguntarán una y otra vez, ¡De nada sirve! Afirmarán a la
derecha y a la izquierda. ¡Y que saben ellos de la rabia que quema por
dentro, de la impotencia ante la cruel imposición, de la necesidad de
venganza por mísera o contraproducente que sea esta! Y en todo caso: Se
lo tienen bien merecido”
Fue entonces cuando estaban los cuatro a punto de dar la espalda y entrar a firmar lo acordado, “Adiós Mariano: uno. Adiós Juan Carlos: dos. Adiós Emilio: tres. Adiós Amancio: cuatro.” Y mientras el tremendo caos acontecía en la escalinata, un quinto ruido se pudo escuchar en las alturas.
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