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Pablo Iglesias Turrión - De esta manera tan gráfica describió el hijo del presidente
Eisenhower la caída de Gary Power el primero de mayo de 1960 en
territorio soviético, cuando el U2 que pilotaba fue derribado.
Los norteamericanos afirmaron que se
trataba de un vuelo de observación meteorológica pero la captura con
vida de Power (que sería intercambiado por un espía soviético años
después) sirvió para demostrar al mundo que los Estados Unidos no
estaban por la labor de relajar la tensión de la Guerra fría.
Si la CIA se equivocó al equipar los
aviones U2 con paracaídas, los estadounidenses y los británicos se
equivocaron al no ejecutar a Assange cuando pudieron hacerlo. Quizá la
mujer que declaró ser violada por el fundador de Wikileaks y que, según
afirman numerosos analistas, trabajaba para la inteligencia
angloamericana, debía haber asesinado a Assange al estilo Nikita. De
este modo, lo más que hubiera podido ocurrir es que continuara la
tradición de best sellers y películas de espías suecas a lo Mankell o
Larsson.
Pero no, el hijo de puta está vivo y a
día de hoy ya no es un peligro por haber publicado documentos secretos
del gobierno de los Estados Unidos o por haber dejado a la vista la
corrupción y la hipocresía de la política internacional de las grandes
potencias. Hoy Assange es peligroso por otra cosa. Si algún efecto está
teniendo su presencia en la Embajada de Ecuador en Londres es el de
hacer crecer exponencialmente el prestigio internacional de Ecuador y de
las democracias latinoamericanas que le apoyan. Y créanme que, en
tiempos de crisis como los que vivimos con la legitimidad de los
regímenes políticos europeos en horas bajas, que América Latina se
cuelgue la medalla de oro de campeona de la Democracia tiene su
importancia.
No podemos olvidar que los medios de
comunicación controlados por los gobiernos y por los magnates
estadounidenses y europeos llevan años lanzados en una campaña que
pretende desprestigiar a los países latinoamericanos que han desafiado
la autoridad de Estados Unidos, la de sus aliados europeos y la de las
instituciones económicas y militares globales. Por muchas elecciones que
ganen Correa, Chávez, Morales o Cristina Fernández, por más que sus
políticas sociales hayan reducido la desigualdad, por más que infinidad
de organismos internacionales independientes certifiquen que estos
países son un ejemplo en el respeto de los derechos civiles, el mensaje
de los poderosos es el mismo: son "populistas" y siempre son preferibles
los golpes de Estado (como los de Honduras o Paraguay) a que ganen las
elecciones estos hijos de puta.
El problema es que ahora, para todo el
mundo, algunas cosas están claras. Está claro que la amenaza británica
de asaltar la embajada ecuatoriana, viniendo de un Estado que ha
concedido asilo a numerosos disidentes rusos reclamados por su país, que
protegió a Pinochet y que se ha opuesto históricamente a conceder la
extradición de criminales de guerra nazis, es una vergüenza que deja la
calidad democrática del Reino Unido a la altura del betún. Está claro
también que la negativa sueca de interrogar a Assange por
vídeoconferencia o de desplazar al juez a Londres para hacerlo, responde
a su voluntad inequívoca de entregárselo a Estados Unidos, lo cual
representa una humillación sin límites a las tradiciones de un país
famoso en el pasado por proteger a perseguidos políticos de todo el
mundo. Y está claro, por último, que el presidente Correa y las
democracias latinoamericanas están dando una lección al mundo en lo que
al respeto de los derechos humanos y al ejercicio de la soberanía se
refiere. Quizá la represaliada Ana Pastor debería ahora darse cuenta de
que cuando entrevistó a Correa estaba tratando con un presidente
demócrata que se niega a entregar la soberanía de su país a poderes
extranjeros; todo lo contrario que el presidente que padecemos en
España.
En noviembre de 1917, el comisario de
Asuntos Exteriores de la Rusia revolucionaria León Trotsky dio una
lección al mundo, haciendo públicos todos los tratados secretos firmados
por el régimen zarista y declarando que la diplomacia secreta era un
instrumento de la minoría propietaria para engañar a las mayorías y
someterlas a sus intereses (qué hijo de puta, debieron pensar en todas
las cancillerías europeas). El presidente estadounidense Woodrow Wilson
imitaría a los bolcheviques poco después y declararía que los pueblos no
podían ser tratados como simples objetos. Fueron los horrores de la
Primera Guerra Mundial los que sensibilizaron las conciencias de
millones de personas en todo el mundo facilitando el arrollador
crecimiento del mayor movimiento democrático de la historia, el
movimiento obrero que puso en jaque a las potencias Europeas que habían
dominado la política internacional hasta entonces. El fascismo y el
nazismo fueron la mejor vacuna frente a ese impulso democrático.
Hoy, cuando un nuevo conflicto armado de
dimensiones imprevisibles amenaza con desencadenarse en Oriente
Próximo, la "Crisis Assange" está poniendo de manifiesto ante la opinión
pública mundial al menos dos cosas. En primer lugar, que el respeto por
las libertades de las grandes potencias termina donde empiezan los
intereses económicos y geopolíticos de una casta que no tiene más patria
que su dinero y, en segundo lugar, que la esperanza democrática se
llama hoy América Latina.
OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA
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ATALAYA COMUNISTA EN JEREZ DE LA FRONTERA. email:atalayacomunista@gmail.com Si los pueblos no se ilustran, si no se divulgan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que puede, vale, debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y será tal vez nuestra suerte cambiar de tiranos sin destruir la tiranía.
miércoles, 22 de agosto de 2012
LECCIONES DE DEMOCRACIA AL MUNDO ENTERO
"Y van y le dan un paracaídas al hijo de puta (o por qué Assange debía morir)"
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