ATALAYA COMUNISTA EN JEREZ DE LA FRONTERA.
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Si los pueblos no se ilustran, si no se divulgan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que puede, vale, debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y será tal vez nuestra suerte cambiar de tiranos sin destruir la tiranía.
lunes, 20 de agosto de 2012
EL ORGULLO DE SER COMUNISTA
20.Agoasto del 2012
Raúl Ruiz-Berdejo
Siempre me ha gustado ver la cara de
extrañeza de quienes no me conocen cuando les reconozco abiertamente y
con absoluta naturalidad que soy comunista. Supongo que es lógica la
sorpresa tras tantos años de falsedades en los medios de comunicación y
el cine, donde a los comunistas nos presentan como a monstruos frente
a la bondad infinita del capitalismo (a menudo personificada en los
mismos que aniquilan a los pueblos con la única motivación de obtener
mayores riquezas por medio de la acumulación de petróleo). Les
resultará chocante ver, en primera persona, que los comunistas somos
gente de carne y hueso, comprometida con la justicia, con la defensa
de los derechos de los más desfavorecidos, defensores de lo social
frente a un capitalismo cuya insaciabilidad arrasa con los más
elementales derechos del ser humano y el necesario respeto a la
naturaleza.
Pues sí, soy comunista. Y no sólo lo
soy sino que, además, no tengo ningún problema en reconocerlo ante
nadie. Más bien al contrario, me siento orgulloso de ser el heredero
ideológico de quienes, antes que yo, entregaron su vida a la noble
tarea de luchar por un mundo más humano, en el que la riqueza esté
mejor repartida, dónde nadie acumule fortunas especulando con la
desgracia de quienes no tienen nada, un mundo en el que todos tengamos
cubiertas nuestras más elementales necesidades, lejos del
desequilibrio asesino de un sistema, el capitalismo, carente de
solidaridad y en el que el éxito es concebido desde una perspectiva
insultantemente materialista sin importar que, para alcanzarlo, haya
que sacrificar valores como la ética, la moral o la justicia.
Tampoco tengo el menor problema en
repeler las acusaciones que, a menudo, los medios de comunicación
vierten sobre quienes piensan como yo lo hago. Entiendo que el
capitalismo utilice los medios de los que dispone para manipular a la
gente en contra de quienes osamos discutir su hegemonía. Desde luego,
no es nuevo que eso ocurra, siempre ha sido así. El fascista que
gobernó España, sembrando el terror durante cuatro largas y sombrías
décadas, ya alertaba a los españoles de lo peligrosos que éramos los
comunistas. Y muchos le creían, sin reparar en que el verdadero
asesino era él. Hoy sus herederos siguen haciendo lo mismo, señalando a
Cuba (amplificando cualquier carencia que allí pueda haber y obviando
los innegables méritos de la revolución cubana) para ocultar las
miserias de una falsa democracia burguesa basada en la alternancia
forzosa de las dos caras de una misma moneda. Un régimen que no duda en
recortar derechos a los ciudadanos, en el que se reprime al pueblo, en
el que se aplica la justicia de una forma alarmantemente subjetiva en
favor de los poderosos y en el que los medios de comunicación reducen
las alternativas a aquellas que el propio sistema está dispuesto a
consentir.
No espero otra cosa, desde luego. Sé
que seguiremos siendo “el enemigo” y lo mejor es que empiezo a
sentirme cómodo en ese papel. Ser “el enemigo” de un régimen bastardo y
asesino como éste que nos oprime es, al menos para mí, motivo de
orgullo más que de vergüenza. Sólo espero que, a fuerza de ser
engañados, una y otra vez, muchos abran los ojos a la realidad y
descubran la visión parcial e interesada que se ofrece de nosotros.
Bastaría con que salieran a la calle para descubrir quiénes somos y
hasta qué punto es falsa la imagen que el sistema vende de nosotros.
Nos verán con los parados, con los desahuciados, con los olvidados,
con los castigados, con los reprimidos, con los marginados, con los
discriminados, con los explotados, con los indignados… Entonces,
posiblemente, seremos nosotros quienes miraremos extrañados,
sorprendidos de verles por fin sumarse a la lucha que hoy miran desde la
distancia, y la única sorpresa que delaten sus rostros sea la de
descubrir que para este sistema ellos también son “el enemigo”.
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