"La mentira es la que manda, la que causa sensación. La verdad es aburrida. Puta frustración.” – Eskorbuto
La mentira como norma. Cuatro palabras
sirven para realizar un retrato de la actual situación política. Una
descripción sencilla, pero no por ello carente de verdad. Porque hemos
llegado a un punto donde parece que el único requisito para trepar
dentro de la casta política de este país es saber aguantar la risa y el
tipo durante una rueda de prensa.

El mismo esquema parece que se repite mes tras mes. Aparece una “filtración” en los medios de comunicación: “El gobierno va a aprobar tal medida
(llámese subida del IVA, reforma laboral, recortes presupuestarios,
etc.)”. Este anuncio genera cierta inquietud social que los/as
portavoces correspondientes tratan de paliar negando con rotundidad la
veracidad de esa información, pero a su vez, se escuchan voces
contradictorias dentro de sus propias filas, o en alguna comisión de
burócratas europeos/as, que acrecientan la confusión. Tras el revuelo
inicial, y tras unos días de especulaciones y diatribas de
tertulianos/as, una mañana nos despertamos escuchando en la radio que el
gobierno no ha tenido más remedio que hacerlo y que no hay marcha
atrás. Por nuestro bien, por el bien de todas/os. Pero no sólo eso, sino
que son capaces de encontrar las palabras adecuadas para negar lo
evidente. “Que no hemos hecho esto, hemos hecho lo otro, que aunque sea
igual, no lo es. La culpa es vuestra que no sabéis captar la
diferencia”. De esta forma, no hay recortes, hay reajustes
presupuestarios. No hay subidas de impuestos, hay “recargos temporales de solidaridad”. No hay un rescate, hay un “crédito blando”, un “chollo”. Cinismo puro y duro. Mentiras escupidas por hombres de traje y corbata rodeados de flashes.
¿Y por qué? Algunos/as considerarán que
hablar de clases está anticuado, que evoca a otros tiempos. Pero
nosotras/os, esto, lo tenemos claro. No podremos definir claramente los
límites de cada una de ellas, puesto que la realidad social ha sufrido
grandes transformaciones en los últimos años, volviéndose mucho más
compleja. Pero siguen existiendo diferentes sujetos sociales con
intereses contrapuestos. ¿Quién puede pensar que compartimos algo con
esa piara de banqueros/as, empresarios/as, políticos/as, etc.? ¿A
cuántos de ellos/as les vemos en nuestros barrios, en el metro, en
nuestros curros o en la cola del paro? En el momento que existen
diferentes sectores con realidades e intereses distintos, existen las
clases sociales. Y esta diferencia de intereses inevitablemente genera
conflictos. Conflictos que dependiendo de su magnitud pueden o no hacer
tambalear el actual estado de las cosas.
Y aquí entra en juego la mentira.
Porque, ¿qué pasaría si un día el
presidente, en un arrebato de sinceridad, declarara: “hemos tomado esta
medida para paliar los efectos de la crisis entre nuestros/as
compañeros/as empresarios/as”? ¿O “la burguesía está viviendo tiempos
difíciles y es necesario que vosotras/os, las/os trabajadoras/es, os
apretéis el cinturón para que no perdamos nuestro tren de vida”? Pues
como ya dijo una muchacha, “la lía parda”.
Por ello la mentira, la manipulación, la
falsificación, son imprescindibles para conseguir que entre la
población calen diferentes mensajes. De esta crisis sólo salimos todos/as juntos/as. Es necesario que todos/as hagamos un esfuerzo. Todos/as vamos en el mismo barco. Esta medida la hemos aprobado por el bien común.
Y una mierda. Lo que es bueno para ellos/as, es bueno para ellos/as, no
para nosotros/as. No nos confundamos. La mentira es una herramienta
para tratar de crear un imaginario colectivo propicio para sus
objetivos. Y de momento, les está funcionando a la perfección.
Por eso, ha llegado el momento de
realizar un esfuerzo para desenmascarar todas estas mentiras, un
esfuerzo por gritar a los cuatro vientos cómo son las cosas. Recurramos
al estudio y análisis de lo que nos rodea, a la reflexión colectiva e
individual, y a la difusión de nuestras conclusiones y propuestas.
Porque tenemos que romper el cerco mediático impuesto por unos medios de
comunicación cómplices con la realidad presente y con sus gestores.
OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA
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